La cafeína del liderazgo en un mundo "light". Félix Velasco Álvaro

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La cafeína del liderazgo en un mundo


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por objetivos y con valores, marketing, reingeniería, calidad, responsabilidad social, resolución de conflictos, gestión de reuniones... Para ello es conveniente crear las estructuras operativas y funcionales que permitan cumplir en tiempo, orden y resultado lo que se había planificado.

      Organizar

      El líder debe establecer y poner en práctica maneras de hacer funcionar adecuadamente las cosas, integrando de forma dinámica y racional los resultados previstos. Organizar consiste en coordinar un conjunto de personas con los medios lógicos para alcanzar un fin determinado, estableciendo la debida disposición, arreglo y orden.

      A pesar de que los objetivos pueden ser fijados a través de una buena planificación, el líder también debe preocuparse del diseño del sistema de trabajo que sea capaz de conseguirlos. Solo con buenas intenciones no se logran resultados. No se trata de avanzar a base de impulsos y emociones, se precisa inteligencia, razonamiento y carácter. Se trata de contestar a preguntas básicas, tales como:

       ¿Cuántos?

       ¿Quiénes?

       ¿Cuándo empezar?

       ¿Cuándo terminar?

       ¿Dónde?

       ¿Quién liderará?

       ¿Cuál será el presupuesto?...

      Ejecutar

      Ejecutar consiste en llevar a la práctica de forma inmediata la planificación con los medios debidamente organizados y dispuestos. El desafío al que debe enfrentarse el líder en este caso es que para una efectiva realización del trabajo tiene que solventar la realidad de que cada individuo percibe los objetivos de manera diferente y ello favorece la aparición de diversos métodos de cumplirlos; por ello, integrar y coordinar eficazmente el trabajo de organización implica a su vez la resolución de conflictos por parte del líder. La integración y la coordinación son actividades preventivas tendentes a vencer problemas y malentendidos que pueden surgir en el seno de la organización.

      Controlar

      Controlar es mantener el dominio sobre la situación. Consiste en la comprobación e inspección periódica del grado de consecución de los objetivos, así como de los programas de acción para constatar si estos están siendo debidamente ejecutados, o si es necesario realizar algún cambio en los mismos para un mejor logro de los propósitos. La planificación facilita el control y esto implica poder comparar los resultados actuales con los resultados deseados en una forma predeterminada, y corregir los errores cuando estos ocurren.

      El binomio planificación-control genera información que puede ser utilizada para establecer estándares a partir de los cuales los resultados obtenidos pueden ser comparados. La acción correctiva del control da lugar casi invariablemente a un replanteamiento de los planes; es por ello que podemos considerar ambas funciones como parte de un ciclo continuo de planificación-control-planificación. Se trata de determinar continuamente las desviaciones que se produzcan entre el plan y lo realizado, y luego prever y organizar la solución de esos problemas de manera coherente. Algunas de las preguntas que debemos realizarnos con una cierta frecuencia a este respecto son:

       ¿Los efectos son los previstos?

       ¿Está sucediendo lo que esperábamos?

       ¿Sucede en los tiempos previstos?

       ¿Los recursos que empleamos son los necesarios y adecuados?

       ¿Empleamos las tácticas correctas?

       ¿Habíamos dejado de considerar algún aspecto?

       ¿Hay que realizar algún cambio?

       ¿Son los gastos previstos?

       ¿La motivación de las personas es la adecuada?...

      Toda tarea que se realice debe poder concretarse cuantitativamente, y ello solo es posible si utilizamos indicadores que nos permitan ver como se encuentra la evolución de un objetivo en relación con algún aspecto que nos interesa conocer.

      Los indicadores pueden ser medidas, números, hechos, opiniones o percepciones que señalen condiciones o situaciones específicas, permitiéndonos medir cambios a través del tiempo.

      Si quieres leer más sobre algunos criterios necesarios para la construcción de buenos indicadores, puedes hacerlo descargándote el contenido de este bidi:

      Medir es obtener información para un conocimiento profundo de los procesos y poder tomar las decisiones más adecuadas. En la medida en que colocamos un sistema bajo control podemos liderar sin demasiado esfuerzo, observando fácilmente un determinado conjunto de variables, lo cual nos permitirá concentrarnos en otras tareas que requieren mayor dedicación. Eso sí, si deseamos estar seguros de que lo que medimos es la base adecuada para las decisiones que tomaremos, debemos revisar periódicamente todo el sistema de medición.

      La estrategia de una organización debe ser la apropiada para los recursos con los que realmente cuenta, los objetivos sensatos que se haya marcado y las circunstancias ciertas que la envuelven, de manera que la sitúe en posición de ventaja para realizar su misión, integrando las metas, objetivos, políticas y tácticas en un todo cohesionado, consolidado y ordenado, que a su vez se halle conectado de forma natural con la visión.

      La raíz humana de muchos éxitos o fracasos reside, no tanto en cuán grandes son nuestras capacidades y posibilidades, sino en cuán grande es la distancia entre las mismas y las metas marcadas.

      «Es prudente tener presente que ni el éxito ni el fracaso

      son definitivos».

      Roger Babson

      Las organizaciones tienen que esforzarse en prever el futuro con un ejercicio periódico de planificación estratégica, un análisis del cambio, conocimiento de macroeconomía, asumiendo las tendencias tecnológicas, estando al tanto de las variaciones en las necesidades de los clientes, conociendo las modas pasajeras, la influencia de los factores demográficos, las acciones de la competencia... El proceso debe resultar lo suficientemente dinámico y flexible para que nos permita realizar las modificaciones necesarias en los planes, a fin de responder con agilidad a las cambiantes circunstancias.

      En el contexto en el que hoy nos movemos, una ventaja competitiva que se vislumbra primordial es la adaptabilidad de la organización a los nuevos entornos y la flexibilidad de competir bajo nuevos retos y ante las nuevas y variables exigencias de los clientes. Para poder lograr esa capacidad de adaptación al medio, la organización debe ser capaz de aprender, y para aprender debe ser asimismo capaz de «olvidar», pues las estructuras, productos, comportamientos y decisiones que han sido útiles o incluso decisivas para éxitos anteriores pueden ser totalmente inservibles en el presente o en un futuro inmediato.

      «El futuro no es un regalo: es un logro. Cada generación ayuda a hacer su propio futuro. Este es el reto esencial del presente».

      Robert Kennedy

      Las nuevas situaciones que se van presentando exigen nuevas respuestas, y es tarea del líder orientar a las personas que conforman la organización para que adquieran las habilidades necesarias para buscarlas y encontrarlas.

      Conseguir lo anteriormente expuesto obligará a todo dirigente a perfeccionar tres tipos de capacidades:

       Estratégicas: marcar objetivos y metas que conduzcan a la obtención de resultados económicos y sociales que sean reales y palpables

       Ejecutivas: desarrollar continuamente a los colaboradores, adaptando en cada momento las tareas a las aptitudes reales de cada persona para que aporte lo mejor de sí misma y se perfeccione, optimizando así también la organización

       Liderazgo personal: crear confianza. Es el primer pilar sobre el cual se construyen las relaciones de los individuos

      «Comunícate con


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