Antología. Ken Wilber

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Antología - Ken  Wilber


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de forma secuencial o por niveles (estadios), porque primero tiene que haber moléculas para que luego existan células, después órganos y después organismos complejos. En otras palabras, el crecimiento se da por etapas, y éstas, obviamente, se hallan escalonadas en orden lógico y cronológico. Las estructuras más holísticas aparecen en una fase posterior del desarrollo porque han de esperar hasta la emergencia de las partes que integrarán y unificarán, de la misma forma que las frases con letras sólo aparecen después de que lo hayan hecho las palabras completas.

      Y algunas jerarquías implican un tipo de red de control. Como señala Roger Sperry, los niveles inferiores (es decir, los niveles menos holísticos) pueden afectar a los superiores (o más holísticos) a través de lo que él denomina «causación ascendente». Pero de igual importancia es, nos recuerda, el efecto o control que los niveles superiores pueden ejercer sobre los inferiores (la llamada «causación descendente»). Por ejemplo, cuando decides mover el brazo, todos tus átomos, moléculas y células se moverán con él; esto es un caso de causación descendente.

      Los elementos de cualquier nivel dado dentro de un modelo jerárquico operan por heterarquía, es decir, ningún elemento parece ser más o menos importante o dominante y cada uno contribuye de forma más o menos equiparable a la salud de la totalidad del nivel (el llamado «bootstrapping»). Pero una totalidad de orden superior puede ejercer una influencia definitiva sobre cada uno de sus elementos compositivos. De nuevo, cuando uno decide mover el brazo, su mente –una organización holística de orden superior– ejerce su influencia sobre las células de su brazo que son totalidades de orden menor, pero no viceversa: una sola célula del brazo no puede decidir que se mueva todo el brazo (de la misma forma que la cola no mueve al perro).

      Por esta razón los teóricos de sistemas tienden a decir que la heterarquía sucede dentro de cada nivel, mientras que la jerarquía ocurre entre niveles diferentes.

      En cualquier secuencia de desarrollo o crecimiento, a medida que surge un estadio u holón más abarcante, incluye las capacidades, pautas y funcionamientos de la etapa anterior (de los holones previos) y le añade sus propias capacidades únicas (y más abarcadoras). En este sentido –y sólo en él–, puede decirse que el nuevo holón es «más elevado» o «más profundo». Los átomos incluyen células que, a su vez, incluyen moléculas que, a su vez, incluyen átomos (pero no viceversa).

      Así, cualquiera que sea la importancia del valor del estadio previo, el nuevo estadio lo tiene incorporado en su propia constitución y también tiene algo más (más capacidad de integración, por ejemplo), y ese «algo más» significa «más valor» con respecto al estadio previo (menos abarcante). Esta crucial definición de estadio «más elevado» fue introducida en Occidente por primera vez con Aristóteles y en Oriente por Shankara y Lao Tzu y, desde entonces, ha sido fundamental para los estudios evolutivos.

      Un ejemplo rápido: en el desarrollo moral y cognitivo, tanto en el niño como en la línea, el estadio de pensamiento «preoperacional» o preconvencional está referido principalmente al propio punto de vista del individuo («narcisista»). El siguiente estadio, el operacional o convencional, sigue teniendo en cuenta el punto de vista propio del individuo, pero le añade la capacidad de tener en cuenta el punto de vista de los demás. No se pierde nada fundamental sino que, más bien, se le añade algo nuevo. En este sentido, se dice justamente que este estadio es más alto y profundo, por cuanto que es más valioso y útil para una mayor variedad de interacciones. El pensamiento convencional es más valioso que el pensamiento preconvencional al establecer una respuesta moral más equilibrada (y el postconvencional es todavía más valioso).

      Como Hegel explicó, primero, y los evolucionistas han insistido, posteriormente, cada estadio es adecuado y valioso, pero cada uno de los estadios más profundos o más elevados son más adecuados y, sólo en ese sentido, más valiosos (lo que siempre significa más holístico o capaz de dar una respuesta más amplia).

      Por todas estas razones, Koestler, después de darse cuenta de que todas las jerarquías están compuestas de holones o grados crecientes de totalidad, señaló que la palabra correcta para «jerarquía» es, realmente, holoarquía.

      Así pues, los heterarquistas, que afirman que «heterarquía» y «holismo» son lo mismo, entienden las cosas exactamente al revés. El único modo de llegar a un holismo es por vía holoarquía. La heterarquía, en y por sí misma, es simple diferenciación sin integración, partes separadas que no reconocen ningún objetivo ni organización común, montones, no totalidades.

      Sexo, ecología, espiritualidad, vol. 1, 29-35

      JERARQUÍAS DE DOMINIO Y JERARQUÍAS DE DESARROLLO

      Arthur Koestler utiliza el término holoarquía para referirse a las jerarquías, un vocablo que hoy en día tiene muy mala prensa porque la gente suele confundir jerarquías de dominio con jerarquías naturales.

      Una jerarquía natural es simplemente un orden de totalidad creciente (como, por ejemplo, el que va de las partículas hasta los átomos, las células y los organismos, o el que va de las letras a las palabras, las frases y los párrafos), donde la totalidad de un determinado nivel de la jerarquía forma parte de la totalidad propia del siguiente nivel.

      Dicho en otras palabras, las jerarquías normales están compuestas de holones y, por esto, según Koestler, podríamos perfectamente llamar «holoarquía» a la «jerarquía», algo muy adecuado porque casi todos los procesos de crecimiento –desde la materia hasta la vida y, desde ésta, hasta la mente– discurren a través de holoarquías naturales compuestas por órdenes de holismo y totalidad creciente (totalidades que se convierten en partes de nuevas totalidades).

      Pero hay ocasiones en que un determinado holón de una jerarquía natural no se contenta con el puesto que ocupa y trata de dominar a la totalidad imponiendo una jerarquía de dominio, una jerarquía patológica (algo que ocurre, por ejemplo, cuando una célula cancerosa acaba sometiendo a la totalidad del cuerpo, cuando un dictador fascista tiraniza al cuerpo social, o cuando un ego represivo esclaviza al psiquismo).

      El único modo de sanar las holoarquías patológicas no consiste en desembarazarse de la holoarquía –cosa, por otra parte, imposible–, sino en reubicar al holón arrogante en el lugar que le corresponde en la holoarquía natural. Pero los críticos de la jerarquía –sus nombres son legión– confunden las holoarquías patológicas con las holoarquías en general y acaban arrojando al niño junto con el agua de la bañera.

      Hay que recordar, en este sentido, que la única alternativa realmente holística es la holoárquica. Cuando los holistas dicen que «la totalidad es mayor que la suma de las partes», están queriendo decir que la totalidad está ubicada en un nivel holoárquicamente superior o más profundo de organización que las partes, lo cual, por supuesto, presupone la existencia de una jerarquía, de una holoarquía. Las moléculas aisladas se agrupan en la célula gracias a propiedades que trascienden a las de las simples moléculas aisladas. En este sentido, la célula se halla ordenada holoárquicamente, puesto que sin holoarquías no hay totalidades sino sólo meros conglomerados.

      Dicho en otras palabras, los llamados «holistas» que se dedican a negar la existencia de las holoarquías son, en realidad, «conglomeristas», una forma solapada de reduccionismo.

      Porque el hecho es que no hay modo de evitar la jerarquía. Hasta los mismos teóricos antijerárquicos tienen su propia jerarquía, tienen su propia categorización. Sin ir más lejos, según ellos, relacionar es mejor que ordenar, lo cual, evidentemente, presupone la existencia implícita de una escala de valores, aunque la misma negativa a admitir esa situación convierte a esa jerarquía en algo inconsciente, oculto y reprimido. Se trata de una jerarquía que niega la jerarquía, de un sistema de categorización que dice que categorizar es malo.

      Por este motivo, la postura antijerárquica es muy contradictoria e hipócrita, porque es evidente que, aunque inconsciente y pobremente elaborada, esa actitud se asienta en un tipo de jerarquía. Y con esta jerarquía disfrazada, arremeten contra el resto de las jerarquías muy satisfechos consigo mismos porque se creen «libres»


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