Contratos de comercio internacional. Aníbal Sierralta

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Contratos de comercio internacional - Aníbal Sierralta


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nuevos escenarios son:

       Aparición de la economía central planificada, originada dentro del comunismo marxista que se convirtió en una fuerza significativa, ya que abarcó más de una tercera parte de la población mundial. Ello delineó una producción industrial orientada a su propio desarrollo y limitó el ingreso de productos importados; lo que impidió la competencia y la comparación de productos con otros diseños y tecnologías.

       El Estado tuvo un rol protagónico y decisivo en las economías de mercado a fin de mantener el pleno empleo. Ello se debió, en parte, a la influencia de Keynes que aportaba una justificación para la política monetaria y fiscal expansionista; pero, sobre todo, para que los países no subordinen su política interna a consideraciones internacionales, prolongando de esa manera el desmantelamiento de controles.

       Ante la severa crisis económica y financiera que dejaron las dos grandes guerras, los países europeos respondieron impulsando la integración comercial, como fue la Comunidad Económica Europea (CEE) que aglutinó Alemania occidental, Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo e Italia; así como la Asociación Europea de Librecambio (EFTA), que integraban el Reino Unido, Noruega, Suecia, Dinamarca, Austria, Suiza y Portugal. Esos modelos inspiraron, más tarde, la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), ALADI (Asociación Latinoamericana de Desarrollo), el Mercado Común Centroamericano (El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica) y el Grupo Andino en América Latina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela).

       Cambios en la tecnología y en las estructuras de consumo que hacen surgir nuevos productos.

       Nuevos emplazamientos de las explotaciones de minerales, como los campos petrolíferos en Oriente medio y en el Volga; hierro en Venezuela y la provincia de Quebec/Labrador en Canadá; y cobre en el Perú.

       Los nuevos canales de comercialización, como Europa-Estados Unidos o Japón-Estados Unidos-Europa, fortalecen el intercambio e inician una relación fluida entre América Latina, Estados Unidos de América y Europa.

       Transformación del sistema monetario, que abandona el patrón oro, diseñado en la etapa anterior, e impone el dólar como medio de pago frente a las debilitadas divisas europeas. Ello se consolida después de la Segunda Guerra Mundial con los acuerdos de Bretton Woods y la creación del FMI y del Banco Mundial.

       Aparición de los NIC (nuevos países industrializados), como México, Brasil, Argentina, así como la India y la China comunista, consolidan el comercio de productos manufacturados.

      Así, al finalizar el decenio de los ochenta, dos sólidos y amplios escenarios aparecían nítidos dominando el comercio mundial: Estados Unidos de América y la Unión Europea.

      1.4. La revolución tecnológica y la composición comercial

      A partir de 1990, podemos indicar que comienza una cuarta etapa en el desarrollo histórico del comercio mundial con una nueva serie de fenómenos políticos e innovaciones tecnológicas. Es el período de consolidación de lo que se llama el «nuevo orden económico liberal», cuyo germen fueron los acuerdos de Bretton Woods y el foro del GATT, que llevaron luego a Estados Unidos de América, en el último decenio del siglo XX, a convertirse en el nuevo hegemón del mundo.

      A diferencia de Gran Bretaña, que llegó a ese estatus después de la llamada Pax Britannica, a Estados Unidos de América le habían precedido grandes guerras, como la de Corea, Vietnam y Camboya; así como el derrumbamiento de Irán y los países árabes.

      Desde el punto de vista político, el proceso de la perestroika acaba con el comunismo y trae consigo la hegemonía de la economía de mercado como único referente para el crecimiento y desarrollo de las naciones. En tanto que, desde la óptica del comercio, se aprecia que los países empezaron a demandar, desde los años setenta, una significativa cantidad de bienes y servicios que provocaron inversiones y desembolsos masivos de recursos económicos de los Estados y las empresas en tareas de investigación y desarrollo, que generaron una gran cantidad de inventos y nuevos procedimientos, influyendo en el crecimiento económico internacional.

      Toda gran transformación económica y comercial lleva un correlato político que le da el sustento ideológico y cultural. En esta fase, el nuevo hegemón planteó lo que se conoce como el «Consenso de Washington», diseñado después de la crisis de la deuda externa, hacia 1989, y que es un conjunto de diez reglas económicas y políticas que buscan reducir el aparato del Estado para abrir paso a nuevos actores y que se pueden resumir en una sola frase: «libre mercado y solvencia monetaria».

      La unificación alemana, que logra conformar el 25% del comercio europeo, se convierte en el motor del desarrollo de la naciente Unión Europea, tanto que podemos decir es la locomotora que jala todos los vapores del continente.

      A partir de 1991, se consolida el proceso de integración de la Unión Europea, que forma un bloque sólido frente a Estados Unidos de América, y China, que surge como una potencial mundial.

      El predominio de la exportación de servicios por encima de la de bienes o manufacturas es otra faceta de este período, en el cual se privilegian los acuerdos destinados a proteger a la propiedad intelectual.

      Finalmente, el nacimiento de la OMC (1995) consolida el mundo de las organizaciones internacionales que bosquejan los lineamientos del comercio internacional en todas sus dimensiones, cerrando el cuadro económico-comercial que se pergeñó en los acuerdos de Bretton Woods.

      2. Criterios básicos

      El comercio mundial no solamente estudia la exportación e importación de bienes y servicios —aun cuando estas seas sean las formas más evidentes—; sino, además, el flujo de financiamientos, las corrientes de inversión, las tecnologías y los secretos industriales. De este modo, cuando hablamos de él, nos referimos al intercambio a través de aduanas, así como también a la trasferencia de los factores básicos de producción. La tecnología atraviesa las fronteras por medio de convenios y acuerdos bilaterales o multilaterales. La adquisición de sistemas y técnicas de marketing conlleva aspectos financieros, así como compra de bienes y equipos. La venta o uso de marcas nunca traspone una aduana o está sujeta a aranceles, pero puede abrir un mercado al país que posea los insumos y la habilidad artesanal y también restringir la exportación cuando el contrato limita las áreas de penetración. A su vez, la consolidación de nuevos mercados requiere que la empresa exportadora realice un esfuerzo mayor para radicar inversiones en el mercado de destino, a fin de reducir el costo de transporte, aprovechar la mano de obra y los recursos naturales, y consolidar su presencia en un mercado en busca de una consolidación regional o global.

      El comercio internacional, pues, cubre un amplio campo de acción, visible e indirecto, unido a aspectos financieros que lo hacen más o menos efectivo.

      Su importancia para el desarrollo de las naciones es una verdad enunciada desde la antigüedad. Jenofonte, en su trabajo titulado Procedimientos y medios para aumentar los ingresos de Atenas, señala las ventajas del comercio internacional, recomienda un trato más liberal para los comerciantes extranjeros y, en un gran planteamiento, precursor para su época, sostiene que los precios se establecen por la interacción entre la oferta y la demanda.

      Sin embargo, se ha querido entender el comercio internacional y explicarlo con los mismos criterios que el comercio interno o doméstico, desconociendo diferencias básicas.

      Los economistas clásicos hallan la diferencia en el comportamiento de los factores de producción —tierra, trabajo y capital—. Pero hoy los flujos financieros son un factor tan importante en el comercio que es difícil determinar dónde se agota la operación comercial y dónde empieza la financiera. A ello se unen las diferencias culturales entre los mercados, que se agudizan cuando las mercancías circulan cada vez más rápido por espacios geográficos distintos.

      Por otro lado, los modernos economistas basan toda la diferencia en razón del grado de intervención que tienen los Estados sobre la economía o el margen de la apertura comercial. De este modo, tenemos en un extremo a los liberales, que auspician un mundo sin interferencias, y en el otro extremo a los conservadores, que creen en la protección de la industria local y en la


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