Contratos de comercio internacional. Aníbal Sierralta

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Contratos de comercio internacional - Aníbal Sierralta


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nacional estuviera localizada en un solo punto del espacio y como si las otras economías nacionales consistieran en referentes diferentes, aunque interligados. De esta forma, los bienes y servicios se desplazan sin coste alguno. Tanto en el comercio nacional como en el internacional, esto no ocurre así. En muchos aspectos, el supuesto del desplazamiento sin costes se toma de la teoría del equilibrio (Kindleberger, 1979, p. 6).

      Existe una diferencia de grado entre la movilidad de los factores dentro de un país y la que se puede dar en el campo internacional, sustancialmente en lo que corresponde al trabajo y al capital. Por ello, el comercio internacional sigue leyes diferentes tanto en la retribución y la movilidad de los factores, que son distintas cuando se refieren al ámbito interno de un país.

      La reducción de la injerencia del Estado en el campo económico y en el comercio ha motivado recientemente en América Latina una serie de políticas liberales que, en muchos casos, ha desconocido un factor todavía vigente, que es el sentimiento de grupo, de lealtad primaria a un espacio geográfico y humano. Por ello, en la medida en que este criterio se impone económicamente, desaparece el sentido de solidaridad social. Tal vez esta sea una expresión del propio sentido de competencia que, al fin y al cabo, significa el desplazamiento de uno o de varios por la gestión o el esfuerzo de otro.

      Precisamente, en la medida en que se produce cada vez con mayor intensidad el proceso de internacionalización, también se mantiene en el fondo de la estructura social un sentimiento nacionalista, religioso, y a veces, lamentablemente, de exacerbación étnica. El proceso de globalización y el liberalismo económico, con un sentido de competencia que deja a un lado toda solidaridad, ha engendrado un renovado nacionalismo y el resurgimiento de las tecnologías. Las corrientes de inversión y el predominio de las marcas han comenzado a dominar los mercados de tal manera que el componente tecnológico del nombre o marca tiene un valor mayor que el propio producto, lo que hace necesario estudiar su acción y proyecciones para entender el nuevo sentido del comercio internacional y propiciar que se estructure una estrategia conveniente al desarrollo de los países latinoamericanos. El comercio internacional es un mecanismo de mutua comprensión y de interrelación. Esos son el sentido y los márgenes dentro de los cuales debe ser apreciado.

      Como parte del sistema económico mundial, el comercio internacional está basado en tres aspectos esenciales: las diferencias y ventajas que tienen los países para producir determinados bienes y servicios, sea por la disposición de materias primas, la eficiencia productiva o el dominio tecnológico; la interdependencia cada vez más creciente, debido al desarrollo de las comunicaciones, así como las vinculaciones multilaterales en los grandes foros mundiales junto con los intereses de los centros de poder; y el afán explicable de los países de establecer un fluido intercambio que mantenga el equilibrio de sus balanzas de pagos.

      2.1. Las ventajas y la especialización para comerciar

      El hecho evidente de que los bienes y los talentos no hayan sido distribuidos en idénticas formas y proporciones sobre la faz de la Tierra ha hecho surgir una serie de teorías, desde el incremento de la productividad a través de la división internacional del trabajo hasta la prelación de la competitividad para justificar el dominio de los mercados por parte de las empresas mejor dotadas o de los países con mayor presencia en ellos.

      Dichas teorías del comercio internacional se han ido diseñando de acuerdo con los problemas que se fueron presentando en los países que tenían mayor volumen de operaciones comerciales internacionales; y en aquellos en los cuales la economía y la política estaban más interligadas, provocaron la aceleración de este proceso, como es el caso de Inglaterra, que generó ventajas frente a Francia en el siglo XVIII.

      La visión frente a los mismos problemas ha tenido, pues, resultados diferentes y, en consecuencia, teorías distintas, como la teoría clásica, la teoría de las ventajas comparativas, la teoría económica neoclásica, la teoría cepalina y la reciente teoría de las ventajas competitivas.

      2.1.1. La teoría clásica

      Esta teoría se estructura a partir de las ideas filosóficas del empirismo, de los enciclopedistas franceses y de la filosofía de la Ilustración, que tuvieron aplicaciones sobre los diferentes campos sociales, legales y económicos, originando el librecambismo.

      El liberalismo invadió todas las esferas de la vida social. La economía política no podía escapar a esta corriente de pensamiento; por ello, los fisiócratas creyeron encontrar el principio fundamental que rige todo el proceso productivo y que se condensa en la frase: laissez faire, laissez passer, le monde va de lui meme. Así, las riquezas de las naciones se consideraron un fenómeno natural que los seres humanos producían espontáneamente, a condición de no interferir su libre acceder. La mejor política por parte del Estado consistía en abstenerse de interferir en el libre juego de las fuerzas económicas. Por ello, lo mejor era dejar que todo fluya, impidiendo que el proceso económico sea interferido por los individuos mismos. El libre actuar de las personas, guiadas por su ley natural, producía los mejores y mayores resultados. La ley de la oferta y la demanda se erigió en regla suprema de las actividades productivas y comerciales. En lo productivo, conducía, bajo la acción de la libre competencia, al mejor empleo de los recursos, encauzándolos hacia aquellos sectores de la actividad económica en los cuales su rendimiento resultaba más provechoso. En lo comercial, consagraba la prevalencia del mercado cuando la oferta superaba la demanda, con lo cual originaba el descenso de los precios de las mercaderías y, por ende, impulsaba a que los productores disminuyeran la oferta en el grado necesario para igualarla con la demanda; luego, si esta era mayor que la oferta, el alza de los precios se producía y se incrementaban las ganancias, estimulando la producción hasta ajustarla posteriormente con la demanda.

      Los fisiócratas sentaron de esa manera las pautas del individualismo económico, que reclamaba plena libertad de trabajo, de comercio, de competencia; en general, absoluta libertad para el desarrollo de la vida, ya que el derecho natural es la base de toda normatividad humana.

      Un orden natural, decían, lo preside todo. Respetar ese orden es la mejor política que se debe seguir. Adam Smith aceptó este principio y consideró la ley natural como la ley fundamental del progreso indefinido. Tanto en Francia como en Inglaterra, los economistas fueron influidos por esta filosofía; pero fue en este último país en donde se dio su más amplia aplicación práctica, mediante la adopción de una política librecambista en lo internacional, que tuvo como propugnadores a Hume, Adam Smith, David Ricardo y, principalmente, John Stuart Mill.

      John Stuart Mill (Principles of Political Economy) señala que el comercio exterior posibilita:

       El empleo más eficiente de las fuerzas productivas del mundo. Si dos países que comercian entre sí resolvieran producir lo que cada uno compra, ni la mano de obra ni el capital de ninguno de ellos serían tan productivos; ninguno de los dos obtendría de sus industrias la cantidad suficiente de mercancías como ocurriría si cada uno decidiese producir aquello para lo que realmente está más apto. Zapatero a tus zapatos.

       Abaratar la producción, lo que determina que el consumidor sea, en última instancia, quien se beneficia.

       La penetración de una empresa en otro país ampliando su mercado y, en consecuencia, mejorando el proceso de producción para llegar a niveles de competitividad.

       La apertura a un país dado de nuevos productos y medios de comercialización que hasta entonces estaban considerados fuera del alcance de la población, lo que funciona como una especie de revolución industrial en una nación cuyos recursos estaban anteriormente subexplotados por la falta de energía e interés del pueblo. De esa manera, este se verá incentivado a esforzarse más para satisfacer sus nuevos gustos y hasta para ahorrar con el fin de satisfacerlos más plenamente, al igual que las necesidades que se presenten en el futuro.

      Los fisiócratas surgieron en Francia a mediados del siglo XVIII, a partir de los trabajos de Quesnay, secundado luego por sus discípulos Dupont de Nemours, Mercier de la Rivière y Turgot. A partir de ellos, el liberalismo económico comenzó a tener una posición definida en Inglaterra y Francia, sobre todo en el primer país, cuyo desarrollo industrial y progreso técnico dio argumento a sus teóricos, aunque todo ello no era sino la aplicación


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