Contratos de comercio internacional. Aníbal Sierralta

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Contratos de comercio internacional - Aníbal Sierralta


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y crearon, a su vez, una demanda para la inversión de las ganancias, transformándolas en acumulación de capital. El desarrollo industrial aumentó la demanda de bienes y servicios destinados a la producción, lo que propició, como consecuencia, una mayor acumulación de capital.

      El excedente económico generado por el creciente industrialismo fue aplicado para fines productivos. La burguesía industrial, a diferencia de la burguesía comercial del período mercantilista, dispuso de mayores oportunidades e incentivos para la acumulación de ganancias transformadas en bienes de producción. Esta situación relegó a los metales preciosos a su función natural de servir como medio de cambio, en tanto que el Estado fue siendo cada vez menos gravitante. El comercio exterior libre de trabas resultaba ser la consecuencia necesaria del industrialismo de la economía inglesa, que el Estado se encargaba de prohijar por todos los medios.

      2.1.2. La teoría de las ventajas comparativas

      La teoría de los costos comparativos fue desarrollada por Robert Torrens y, subsecuentemente, por David Ricardo, a comienzos del siglo XIX.

      El núcleo racional de esta teoría afirma que el comercio exterior de un país puede generar algunas ventajas relativas aun cuando su productividad sea inferior en términos absolutos en cada sector de producción respecto al país con el que intercambia. La ley de costos comparativos es la que gobierna el comercio exterior y la división internacional del trabajo. De acuerdo con esta ley, el comercio exterior puede ofrecer ventajas a cada participante en todos los países, contribuyendo a la intensificación de la productividad del trabajo.

      Marx ha aceptado el núcleo racional de la teoría de los costos comparativos en un Estado que, aun con desventajas absolutas observadas en la productividad de todos sus sectores de producción, puede beneficiarse del mercado exterior. Al mismo tiempo, criticó fuertemente la apología del libre comercio capitalista expuesta por David Ricardo como base de su teoría, expresando que, bajo condiciones capitalistas, el comercio mundial ofrece a los países más desarrollados una oportunidad para explotar a los menos desarrollados y reducirlos al estatus de oferentes de materias primas y productos alimenticios más baratos.

      Ciertamente, David Ricardo, en su teoría de los costos comparativos, ha despreciado el hecho mutuamente ventajoso de la división del trabajo para promover el desarrollo económico de todos los países participantes, el cual podría descansar en forma exclusiva sobre las invariables ventajas comparativas heredadas del pasado. Esta fue una interpretación estática de las ventajas comparativas que lo llevó a exponer el ejemplo según el cual: «el vino podría ser producido en Francia y Portugal, el trigo en Estados Unidos y Polonia, mientras que los productos de ferretería e industriales deben ser producidos en Inglaterra».

      En efecto, pues, los bienes y riquezas de la naturaleza, así como los talentos, no han sido distribuidos por igual en todo el planeta ni a todos los hombres. La costa del Perú es rica en recursos pesqueros, pero pobre en recursos hídricos para la agricultura y, por ende, para la ganadería, que solo se ve favorecida cada cuatro años con abundantes lluvias en el norte —Piura y Tumbes—, que permiten almacenar los pastos para los cuatro años siguientes; en tanto que los andes contienen una inmensa riqueza mineral. Algunos otros países son pobres en recursos naturales. Japón, por ejemplo, no tiene petróleo, carece de grandes áreas para el cultivo extensivo y sus habitantes pagan hasta US$ 30 por un melón amarillo o US$ 7,32 por una papaya, en tanto que el habitante de Perú o Brasil solo tiene que abonar US$ 2 o US$ 0,95 por el mismo fruto, extraído del mismo suelo y por las mismas manos. Sin embargo, este tiene que comprar una videocámara por un equivalente de ocho salarios mínimos vitales o US$ 300.

      Por otro lado, la habilidad de los habitantes también es un factor que influye en la mayor o menor ventaja para exportar. De igual manera, la educación formal y técnica de sus trabajadores, el sistema de transporte y movilidad social, el grado de desarrollo tecnológico y la concepción del comerciante. Las jóvenes de 16 a 18 años de la región de Córdoba (Argentina) tienen mayor habilidad para el corte y la selección de las uvas que se producen en dichas tierras que las del altiplano boliviano, por ejemplo; pero estas últimas tienen creatividad para los tejidos de lana. Cuando la Texas Instruments diseñó su proyecto de exportación de calculadoras, su fábrica de Taiwán programó un período de cuatro meses de entrenamiento para el personal femenino encargado del ensamble de los productos; sin embargo, a las cinco semanas de asistencia, todo el equipo humano entrenado estaba en aptitud de producir, lo que determinó el adelanto del proyecto.

      Los comerciantes de Cajamarca (Perú) no venden la totalidad de su stock de una sola vez; pues para ellos el acto de vender tiene también un contenido de interacción social y, entonces, prefieren vender a muchas personas durante un largo período.

      Como resultado de estas diferencias, algunos países pueden producir ciertos productos mejor y a un menor costo que otros. Así, pues, las diferencias en el costo de los factores de producción, en la fabricación en escala, en las disimilitudes educativas y tecnológicas, y aun en los gustos, propician el incremento del comercio internacional.

      El flujo del comercio y de las inversiones surge de una ventaja económica que un país o región tiene sobre otro en la producción de determinado bien o servicio. En otras palabras, producir soldadura de plata o tractores puede tener para un país menor costo que para otro, que a su vez deseará negociar para satisfacer algunas otras necesidades. Si este, a su vez, tiene ventajas absolutas en otros productos —como bálsamos, ácidos o automóviles—, es claro que existe una base para el intercambio.

      Este proceso acusa claras limitaciones, ya que quien produce soldadura de plata, por ejemplo, puede no tener disposición ni deseo de adquirir bálsamo. En la práctica, estas ventajas absolutas y sus condiciones de demanda se complementan adecuadamente. Y así, nuestro razonamiento se habrá entrabado. Pero, afortunadamente, la economía tiene una receta: «[…] para una nación puede ser racional y económicamente provechoso importar mercancías que ella misma podría producir a un costo más bajo que otros países (esto es importar mercancías en las cuales tengan ventajas absolutas en costos de producción)» (Hayes, Korth & Roudiani, 1974, p. 52).

      Esta es la teoría de las ventajas comparativas, base del comercio internacional.

      También es provechoso el intercambio cuando uno de los países puede producir todas las mercancías más baratas que otro, siempre que existan diferencias relativas al producir los distintos bienes en los dos mercados. De esa manera, podría darse el caso de un país latinoamericano que tenga una ventaja comparativa en la producción de bienes en los que es relativamente más eficiente y viceversa, en tanto que un país industrializado hallará razonable especializarse en aquellas mercancías en que su ventaja absoluta es relativamente mayor y, a su vez, comprar en el país subdesarrollado, que posee la mayor desventaja absoluta.

      Tal vez la forma más gráfica de explicar esta vieja teoría de las «ventajas comparativas» o de «los costos comparativos» es el tradicional ejemplo que plantea Paul Samuelson: el caso del abogado que es el mejor de todos los de la ciudad al mismo tiempo que es también el mejor mecanógrafo (Samuelson, 1965, p. 756). La lógica nos dice que el abogado se dedicará al ejercicio del Derecho dejando la mecanografía para una secretaria; pues, en la primera actividad, su ventaja comparativa es muy grande como para dedicarla a actividades mecanográficas, en las que, si bien tiene una ventaja absoluta, su ventaja relativa es mucho menor. Y enfocando el asunto desde el punto de vista de la secretaria, esta se encuentra en desventaja relativa con respecto al abogado en ambas actividades, pero su desventaja relativa es menor en mecanografía. En otras palabras, relativamente hablando, posee una ventaja comparativa en la mecanografía y una desventaja en el Derecho, aparte de la posible sanción que recibiría por ejercer ilegalmente la abogacía.

      2.1.3. La teoría de la economía neoclásica

      La escuela neoclásica, como elaboración posterior a la escuela clásica, recoge lo esencial de la teoría de las ventajas comparativas, pero sustituye la teoría valor-trabajo por el estudio de los aspectos de la distribución basados en el principio de que cada factor contribuye al proceso productivo con un aporte marginal; de aquí el cambio ideológico consistente en que todos los factores tienen su remuneración natural respectiva: renta para la naturaleza, salario


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