Principios del entrenamiento de la fuerza y del acondicionamiento físico NSCA (Color). G. Gregory Haff

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Principios del entrenamiento de la fuerza y del acondicionamiento físico NSCA (Color) - G. Gregory Haff


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de unión para las hormonas de los receptores del músculo. La integración del sistema nervioso y de los diversos mecanismos hormonales es distinta en personas entrenadas y desentrenadas (73, 161). Por lo demás, ciertos mecanismos hormonales para la hipertrofia inducida por el ejercicio, como aquellos mediados por la testosterona, no son completamente operativos en ambos sexos ni en todas las edades (38, 100, 115). Un amplio abanico de mecanismos hormonales con efectos diferenciales (basados en el diseño del programa, el nivel de entrenamiento, el sexo, la edad, la predisposición genética y el potencial de adaptación) posibilita multitud de estrategias posibles de adaptación para el mantenimiento o aumento del tamaño y fuerza del músculo (99).

      Se aprende mucho sobre las consecuencias del esfuerzo físico de un entrenamiento sobre el cuerpo humano monitorizando distintas mediciones, como los cambios en las concentraciones hormonales en la sangre. Este es solo uno de los biocompartimentos que se pueden monitorizar, y se debe estudiar en el contexto de los demás procesos que estimulan el músculo y la síntesis de proteínas (p. ej., factores neuronales, aminoácido leucina de cadena ramificada). Las concentraciones hormonales se determinan a partir de muestras de sangre extraídas a atletas en distintas fases del ejercicio y el entrenamiento. También se pueden medir las hormonas en el líquido que rodea el músculo o en el mismo músculo (151). Aunque la interpretación de las concentraciones de hormonas en la sangre pueda ser complicada y como solo es una pieza del puzle completo de las respuestas hormonales, estos datos revelan el estado o las respuestas de las glándulas o el estado funcional de los mecanismos controlados por la hormona. Hay que fijarse en que las concentraciones periféricas de hormonas en la sangre no manifiestan el estado de las distintas poblaciones de receptores ni los efectos de una hormona en la célula. Sin embargo, se suele asumir que los grandes incrementos en la concentración de hormonas revelan una mayor probabilidad de interacciones con los receptores. Hay pocas dudas de que un incremento de las concentraciones en la sangre circulante, en ausencia de una reducción del volumen plasmático, significa que ha habido un incremento de la liberación de las glándulas endocrinas. El resultado fisiológico de este incremento depende ahora del «estado» del receptor en el tejido de destino; es decir, ¿se puede manifestar la señal hormonal en la célula uniéndose al receptor y la transferencia de la señal a la maquinaria de reparación del ADN u otras dianas intracelulares (p. ej., la vía de la TORm)? Más difíciles de interpretar son las disminuciones de las concentraciones hormonales que podrían indicar varios destinos posibles para la hormona, incluyendo una mayor captación por los receptores de los tejidos de destino, una mayor degradación de la hormona, una secreción disminuida de la hormona, o una combinación de estos destinos. Además de estos efectos directos sobre las hormonas, son muchos los mecanismos fisiológicos que contribuyen en distinto grado a los cambios observados con el ejercicio en las concentraciones hormonales en la sangre periférica, incluyendo el ritmo circadiano, el volumen de líquido desalojado (el ejercicio tiende a desplazar líquido de la sangre al compartimento intercelular), las tasas de aclaramiento tisular (tiempo transcurrido dentro de un tejido), la acumulación de sangre venosa y las interacciones hormonales con las proteínas transportadoras (18, 24, 25, 89). Estos mecanismos interactúan para lograr cierta concentración de una hormona en la sangre, lo cual influye en el margen potencial de interacción con los receptores en el tejido destinatario y sus posteriores efectos secundarios, permitiendo así el efecto final de la hormona en una célula. Por tanto, cuando se determina los efectos específicos del ejercicio sobre las hormonas, hay que tener en cuenta muy distintas interpretaciones. El incremento de las concentraciones hormonales en la sangre no es requisito para apreciar aumentos en el tamaño o fuerza de los músculos, pero no representa una mayor activación de la liberación hormonal de la glándula endocrina implicada.

       Las respuestas hormonales están estrechamente vinculadas con las características del protocolo de ejercicio resistido.

      Aunque órganos como el músculo y el tejido conjuntivo sean el objetivo final de la mayoría de programas de entrenamiento resistido, también se producen muchas adaptaciones dentro del sistema endocrino. Es decir, cuando se entrena la musculatura, también se entrenan las glándulas endocrinas. Tal y como se puso en evidencia anteriormente, la implicación de una glándula endocrina depende de cuánto respaldo de las secreciones glandulares se necesite para apoyar a las unidades motoras activadas. Si nos limitamos a hacer series de quince flexiones de muñeca, es dudoso que se estimule alguna glándula endocrina para aumentar la liberación de hormonas, dado que la concentración homeostática normal de hormonas en la sangre circulante podría cubrir las necesidades para este ejercicio de un grupo de pequeños músculos. Sin embargo, receptores locales experimentarían una regulación creciente del tejido muscular implicado para cubrir las necesidades de las unidades motoras usadas en ese ejercicio. Las adaptaciones están relacionadas con cambios en los órganos de destino y con la tolerancia al esfuerzo físico. Es grande el potencial de adaptación del sistema endocrino con tantos puntos y mecanismos distintos afectados en potencia. Los siguientes son ejemplos de los tipos potenciales de adaptación posibles:

      •Grado de síntesis y almacenamiento de hormonas.

      •Transporte de hormonas por medio de proteínas.

      •Tiempo necesario para el aclaramiento de hormonas del hígado y otros tejidos.

      •Grado de degradación hormonal que ocurre en un período dado de tiempo.

      •Grado de desplazamiento de fluido desde la sangre hasta los tejidos activos que se produce con el esfuerzo físico.

      •Grado de unión de la hormona con su receptor (afinidad por el receptor); es una respuesta poco común al ejercicio.

      •Número de receptores en el tejido.

      •Cambio en el contenido y, en algunos casos, en el tamaño de las células secretoras en la glándula.

      •Magnitud de la señal enviada al núcleo de las células por el H-RC o mensajero secundario.

      •Grado de interacción con el núcleo celular (que dicta cuántas proteínas musculares producir).

      Las hormonas se secretan como respuesta a la necesidad del control homeostático del cuerpo; el sistema endocrino forma parte de una estrategia general para que las funciones fisiológicas vuelvan a sus valores normales (60). Estos mecanismos homeostáticos controlados por el sistema endocrino se pueden activar como respuesta al esfuerzo agudo (inmediato) del ejercicio resistido o se pueden alterar con un entrenamiento resistido crónico (durante largos períodos de tiempo) (32, 55, 57, 64, 73, 81, 172, 173, 184). El mecanismo que media en los cambios homeostáticos agudos causados por un ejercicio resistido intenso es, por lo general, un aumento o disminución bruscos de las concentraciones hormonales para regular una variable fisiológica como el nivel de glucosa. Se suele producir un aumento o disminución más sutil de las concentraciones hormonales crónicas en reposo como respuesta al entrenamiento resistido (172).

      Las hormonas anabólicas primarias que intervienen en la remodelación y crecimiento del tejido muscular son la testosterona, la hormona del crecimiento y los factores de crecimiento insulinoide (IGF), de los que hablaremos aquí, así como de la insulina y las hormonas tiroideas, que se estudian con mayor detalle en otros textos (45-48, 60).

       Testosterona

      La testosterona es el principal andrógeno que interactúa con el tejido del músculo esquelético; la dihidrotestosterona es el principal andrógeno que interactúa con los tejidos asociados a la función sexual (p. ej., la próstata en el hombre). Aunque la concentración de testosterona circulante sea importante para la transmisión de señales anabólicas, la unión de la testosterona con su receptor es la clave para estimular las funciones anabólicas. Por tanto, el aumento de la concentración de testosterona circulante (libre, unida o ambas) no es un marcador absoluto de este proceso, pero sí un marcador indirecto de la activación de unidades motoras y de las


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