El desafío crucial. José Antonio Bustamante

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El desafío crucial - José Antonio Bustamante


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estímulo externo y desde arriba, compatibilizarlas con la expectativa sensorial (creencias); sin embargo lo que llega finalmente a nuestra conciencia no será necesariamente objetivo, dados los esquemas de referencia y conocimiento ya aprendidos y almacenados, por lo que a través de herramientas, por ejemplo de pensamiento crítico, podremos crear nuevas hipótesis a ser probadas, que nos acerquen de modo más preciso a la condición sistémica de la realidad. Este entramado de funciones cognitivas tendría un propósito muy importante como ya lo señalamos: el predecir el futuro y generar patrones de comportamiento adaptivo, siendo ésta la verdadera razón primaria de tener un cerebro con actividad cognitiva altamente compleja. En esta línea comienzan a cobrar cada vez más sentido los esfuerzos y los avances logrados por las ciencias computacionales para dotar a las máquinas de dichas funciones, que pueden ser vistas en primera instancia como rivalizando con nuestro cerebro biológico.

      En esta visita a los talleres ocultos de la mente, nos interesa también profundizar cómo ocurre el proceso de crear y la generación de ideas a partir del fortalecimiento y la formación de conexiones sinápticas en la corteza cerebral, dentro de las unidades básicas de conocimiento y entre ellas. Cuando éste se inicia, hay una convergencia de estímulos internos y externos que activan y modifican de forma consecutiva las unidades ya preexistentes, pero dadas las nuevas formas de conexión y enlace, hacen impacto al mismo tiempo en varias direcciones imprevisibles, generando posibilidades casi infinitas que potencialmente pueden surgir. Aunque retomaremos más adelante este importante punto, la neurociencia de la creatividad nos está indicando un camino por el cual podemos fortalecer una manera de aportar valor muy difícil de imitar por las máquinas de aprendizaje, como son los caminos impredecibles para la búsqueda de soluciones o de la innovación radical, que surge de estas propiedades cognitivas, basadas en la posibilidad de combinaciones complejas a partir de la red de unidades básicas que emergen y que se forman a través de toda la vida.

      El segundo gran motor de la creatividad, además de las combinaciones no predecibles de las redes neuronales que se ensamblan en diversos niveles de complejidad, es la propiedad generativa del lenguaje. Prácticamente no hay ninguna parte del cerebro que no esté involucrada en el lenguaje de una manera u otra. Su carácter generativo ocurre porque es esencialmente proposicional, es decir, se articula en frases conectadas mediante relaciones de estructura y de significado. De este modo, por ejemplo una bicicleta se define mediante las relaciones estructurales y funcionales entre sus partes y es irreducible a ellas o por sí sola. Por ejemplo un par de ruedas, un sillín, un manubrio, etc., son partes necesarias de una bicicleta, pero la suma total de sus partes no la define. Lo que sí la define como tal es el conjunto de relaciones que se dan entre ellas y que conforman el “sistema” bicicleta. Esta capacidad del lenguaje para construir frases en que se unen unas a otras, es la base de nuevas combinaciones para expresar ideas. No es sólo que el lenguaje nos permita decir cosas nuevas, sino que también nos permite decir muchas cosas, existentes y nuevas, de muchas maneras diferentes. El lenguaje nos permite, además, anticiparnos a los hechos por medio del pensamiento y será fundamental para comunicarse en forma efectiva y generar conversaciones y preguntas que nutran la creación de nuevo conocimiento, el aprendizaje en la educación, en el mundo académico, los negocios y las competencias del líder de equipos de trabajo. El uso de lenguaje creativo incrementa las alternativas, no sólo para elegir información sino también para elegir acciones que, de una manera u otra, dependan de esa información.

      Junto al potencial del lenguaje, será de gran importancia en el modelo de creación de nuevo conocimiento, lo referente a la alta representación visual que posee nuestro cerebro. El surgimiento en la evolución de los ojos y la visión otorgó una ventaja adaptativa y de dominio a las especies que la poseían, hasta llegar al hombre en que esta corteza visual representa un aspecto clave de las funciones cognitivas. Las consecuencias de ello y, nuevamente en comparación con las máquinas de aprendizaje, serán fundamentales en esta convergencia que permitirá obtener impensadas formas de adaptarse y transformar el mundo.

      Encuentro con las máquinas pensantes

      La Inteligencia Artificial no te odia ni te ama, pero estás compuesto de átomos que puede utilizar para algo más...

      Eliezer Yudkowsky

      Como ya hemos visto en nuestra visita a los talleres ocultos de la mente, dado el misterio que encierran las funciones cognitivas y la relación del hombre con el mundo, por miles de años se ha tratado de comprender cómo trabaja nuestra inteligencia y replicarla en algún tipo de máquina pensante. No nos hemos quedado satisfechos con el hecho de que las máquinas mecánicas o electrónicas nos ayuden en tareas simples o peligrosas de complejos cálculos matemáticos. Queremos que autómatas hagan tareas complicadas como agrupar fotos similares, diferenciar las células enfermas de las sanas o jugar juegos como el ajedrez. Todas esas tareas parecía, hasta hace poco, que requerían inteligencia humana o algo similar. Cuando Gary Kasparov, campeón mundial de ajedrez, fue vencido por la computadora IBM Deep Blue en 1997, empezamos a visualizar la potencia de la inteligencia de las máquinas. En 2016 un gran avance ocurrió cuando una computadora de Google tuvo éxito en ganarle a un jugador profesional de Go, un juego de origen japonés considerado demasiado complejo para un jugador artificial. Comparado con el ajedrez, tiene una variedad mucho mayor de opciones donde el jugador puede elegir. Mientras el ajedrez tiene un factor de dificultad de 35, el Go tiene un factor mayor a 250. A pesar de esta alta complejidad la computadora AlphaGo venció al profesional Lee Sedol. Estos casos precursores nos están indicando que no habrá vuelta atrás en la aparición de máquinas que tienen capacidades que ya sobrepasan el simple procesamiento de datos y agregan funciones cognitivas cada vez más complejas. Por ello, de una u otra forma, debería interesarnos saber por lo menos la esencia de cómo se constituyen y funcionan y así obtener posibles beneficios al generar estrategias de pensamiento complementarias derivadas de las enseñanzas de la epistemología y los hallazgos de las neurociencias con relación a la creatividad y el lenguaje. Será la tecnología y en especial aquella que emerge de la computación y los avanzados algoritmos que se usan para crear, simular y ejecutar las tareas hasta hace poco exclusivas de las personas, las que deberían convertirse en un aliado para seguir avanzando en entender y transformar la realidad. Sin embargo, como todo proceso que evolucione, algunos temen que la tecnología no se quedará sólo en eso, sino que vaya más allá y supere las capacidades humanas.

      Para entender en toda su dimensión este nuevo mundo que ha comenzado a abrirse sin vuelta atrás, necesitamos hacer un rodeo e ir más lejos en las similitudes preguntándonos, como lo hacen muchos investigadores en estos días: ¿Sobre qué trata la vida? La respuesta tal vez será sorprendente, la vida trata sobre información, información algorítmica. La meta-biología, una rama muy reciente de esta ciencia, dice que la biología trata sobre software, la información genética es justo eso, es decir el ADN sería un lenguaje de programación universal. Siguiendo este planteamiento, se afirma que el mundo estaba lleno de software, incluso antes que supiéramos qué quería decir dicha palabra; es más, el origen de la vida es el origen del software. Así por ejemplo, en el ADN se producen saltos aleatorios que generan mutaciones adaptativas y evolutivas. “La evolución es un algoritmo” podríamos decir, como de alguna manera ya sugería en el siglo XIX el matemático británico y para muchos el padre de la computación, Charles Babbage.

      Parece, entonces, ser el momento preciso para detenemos en nuestro camino en busca de la llave maestra que nos permita comprender los desafíos del trabajo del futuro, profundizando en el alcance de la palabra que será muy probablemente la más famosa del siglo XXI: Algoritmo. Al Jwarizmi, un gran matemático árabe, creó primero la palabra “álgebra” que da cuenta de todo un campo de las matemáticas y en su libro del siglo IX sobre aritmética usó por primera vez la palabra algoritmo. Éste es esencialmente una secuencia de acciones, una lista de instrucciones del tipo “haga esto, luego lo otro”. Entender en esencia lo que implica, más allá de que es una secuencia de acciones, será de gran utilidad en la búsqueda de nuevo conocimiento. Siguiendo a Gregory Chaitin, un afamado matemático y biólogo, digamos que comprender es comprimir, hacer algo en menos espacio, en menos tiempo y de modo más simple y que ello requiere un conjunto de reglas que explican un hecho o evento de manera sucinta, pero que mantiene en su base todas


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