Sobre el combate. Dave Grossman
Читать онлайн книгу.en cuanto representaciones certeras de lo que de verdad sucede en el combate:
— No poder pensar por el miedo (cierre del procesamiento del cerebro anterior).
— No ver nada por el miedo (pérdida de visión de cerca, pérdida de visión de profundidad y pérdida de visión periférica).
— Cagarse de miedo (pérdida de control de los intestinos y de la vejiga).
Sonidos intensificados: te agachas y mueres, ciego y asustado
Me quedé sin vista y los miedos se apoderaron de mí.
Francis Rowley
«I Will Sing the Wondrous Story»
En las investigaciones de la doctora Artwohl, el 85 por ciento de los individuos a los que entrevistó experimentaron el sonido amortiguado, pero para un 16 por ciento el sonido de un fusil se había intensificado. ¿En qué circunstancias elegiría el cerebro cerrar la vista y encender el oído? En condiciones de baja visibilidad. Y ello porque, como señalamos, el cerebro se concentra en el estímulo prominente, y en la oscuridad el estímulo prominente es el sonido.
La policía moderna y los militares entrenan disparando a siluetas con formas humanas e imágenes fotorrealistas de personas. Si bien es correcto, el problema es que en la oscuridad resulta difícil sino imposible ver la amenaza. A menudo, el destello de la boca del arma es el único estímulo visual en un tiroteo en condiciones de baja visibilidad. La vista se cierra y el oído se enciende y, tal y como me lo relató un entrenador policial: «Te agachas y mueres, ciego y asustado».
John Peterson, boina verde e instructor de tiro innovador, llevó a cabo una vasta investigación sobre la materia cuando servía como instructor en la SigArms Academy en New Hampshire. John y su equipo llevaban a un cadete a una habitación a oscuras para un ejercicio de fuerza contra fuerza, con proyectiles paint bullets accionados con pólvora. Nada más entrar en la habitación, el cadete recibía uno o dos disparos en su chaleco antibalas. En casi todos los casos, el cadete devolvía los disparos tan sólo con el sonido.
Sólo un murciélago puede triangular con precisión la localización de un agresor basándose en el sonido. Para localizar a un agresor en condiciones de baja visibilidad, lo mejor es apuntar al destello de la boca del arma. Para enseñarles esto, Peterson llevaba a sus estudiantes a una habitación oscurecida y disparaba una ronda de paint bullets para enseñarles lo que sería un destello. (La munición de paint bullets accionada con pólvora emite un destello en la boca del arma, lo que la hace particularmente efectiva para este tipo de entrenamiento.) Cuando los estudiantes estaban mentalmente «amartillados y listos» para este estímulo, la siguiente vez que entraban en una habitación oscurecida y recibían un disparo de una paint bullet, se centraban en el destello de la boca con disparos certeros. A partir de ese momento, rendían en las situaciones de combate nocturno con un mayor grado de competencia.
A veces el guerrero se desplaza de uno a otro, de lo auditivo a lo visual, y luego vuelta atrás, dependiendo de qué sentido necesite más en cada momento. Esto explica el hallazgo de la doctora Artwohl en el sentido de que el 85 por ciento de los agentes experimentaron exclusión auditiva en los tiroteos, pero un 16 por ciento experimentó una intensificación del sonido, lo que sumaría un 101 por ciento, lo cual, a su vez, se explica porque algunos experimentaron ambas cosas a lo largo del tiroteo.
Un agente me explicó que una vez estaba al pie de una escalera mientras un sospechoso le disparaba desde arriba. Me dijo que el sonido de los disparos era abrumador. «Tenía una escopeta en mi mano», dijo, «la levanté y puse al tipo en la mira, y de pronto los disparos se silenciaron». Cuando el agente ubicó al sospechoso visualmente con el arma, su vista se encendió y su oído se apagó, un fenómeno que ocurre a menudo cuando los guerreros se encuentran en una emboscada. El sonido de los disparos que nos llegan es al principio abrumador: ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! Como se ve sorprendido, el agente tiene una habilidad visual limitada pero, cuando escanea el entorno con rapidez y consigue ubicar visualmente al agresor, los disparos se silencian.
A veces se da el efecto contrario en el que se pasa de una exclusión auditiva al sonido intensificado. Tuve el honor de hablar con un agente en Florida sobre un tiroteo en el que participó. Me explicó que él y su compañero detuvieron un vehículo porque tenían motivos para arrestar al conductor y al acompañante. Primero esposaron al acompañante y lo metieron en el coche de la policía, pero cuando él empezó a esposar al conductor, el hombre cogió una pistola, se dio la vuelta y disparó una bala que alcanzó el cerebro del segundo agente, matándolo al instante. El hombre se volvió otra vez y comenzó a dispararle. El agente me dijo:
Vi el arma y era todo lo que había en este mundo [visión de túnel]. No oí los disparos; no oí nada [exclusión auditiva]. Una de las balas llegó debajo de mi chaleco y me atravesó la columna. Intenté darme la vuelta y correr pero mis piernas no funcionaban. No podía entender por qué.
Cuando el agente cayó al suelo, ya no podía ver a su asaltante. La visión se cerró de forma que no tuvo memoria visual de lo que pasó después, si bien sí que oyó los pasos del agresor acercándose (sonido intensificado). Los pasos se detuvieron. Entonces oyó las balas disparadas en la espalda de su chaleco. El agresor disparó una bala más en la nuca del agente. Por fortuna, debido al ángulo no penetró en el cráneo, pero sí le arrancó una parte del cuero cabelludo. El agente yacía en el suelo sangrando mientras oía los pasos que se alejaban. (Cuando me encontré con este magnífico joven guerrero, se había recuperado hasta poder caminar con dos bastones y dedicaba su vida a enseñar a otros cómo vivir superando las lesiones de la columna vertebral.)
Muchas personas que han estado en un tiroteo hablan de lagunas significativas en su recuerdo del incidente. Cuando se les entrevista con más profundidad, a veces resulta que durante el tiroteo perdieron el input visual, pero conservan recuerdos auditivos del suceso. En un caso concreto, un miembro de un equipo táctico estaba entrando por la puerta delantera de una casa y cayó en una emboscada. El sospechoso se había atrincherado agazapándose en las escaleras del sótano y, cuando el agente cruzó la entrada, abrió fuego:
Di un salto a la derecha, fuera del porche bien iluminado y hacia una pared, y caí al suelo en una oscuridad total. Creía que no tenía recuerdos del suceso hasta que le oí enseñar sobre esto. Ahora, cuando lo pienso, recuerdo que podía oír, pero desde el momento en que salí de la luz y entré en la oscuridad de la noche, no había nada que pudiera ver.
El brazo del agente estaba horriblemente fracturado.Y prosiguió contando:
Intentaba levantar el brazo; era como si quisiera voltearlo para poder sostener mi escopeta, pero no funcionaba. Cuando volví a la luz [estaba disparando su escopeta con una mano], mi vista regresó, y tengo recuerdos de lo que ocurrió a partir de entonces.
Exclusión sensorial: «No tengo tiempo para el dolor»
El dolor no es malo
A menos que nos conquiste.
Charles Kingsley
St. Maura
Probablemente has experimentado la exclusión sensorial cuando acabaste con arañazos, rasguños y moratones en un combate de lucha libre, en una pelea, o en un partido de fútbol americano, y más tarde te preguntaste cómo te lo habías hecho. No te dabas cuenta de las heridas porque durante el acontecimiento estresante tu sentido del dolor se había cerrado. Otros sentidos probablemente también se habían cerrado, pero no te diste cuenta porque no trajiste de vuelta «souvenirs» como los rasguños y los moratones.
Mi coautor experimentó un ejemplo clásico de esto cuando arrestó a un hombre por orden judicial en el vestíbulo de una comisaría. «En el momento en que agarré al musculoso ex convicto», dice Christensen, «comenzó a moverse frenéticamente, nos arrojó a ambos contra las paredes, contra el mostrador, por encima de un alargado banco de madera.» El sospechoso no se daba cuenta de la llave de muñeca que le aplicaba Christensen, porque la inyección de adrenalina bloqueaba su sensación de dolor. Cuando por fin Christensen pudo maniobrar para tenerlo en una posición en la que pudiera aplicarle de una vez una llave de brazo, el sospechoso aulló y se despegó por completo del suelo como