Democracia envenenada. Bernhard Mohr

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Democracia envenenada - Bernhard Mohr


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yo —el representante de los dueños extranjeros— llegaba para dar una apariencia de solidez y estatus, Yuri trataba de hablar con los burócratas para que razonaran. Con la ayuda de su lenguaje creativo y popular, y un estilo un poco autoritario, generalmente lograba que estuvieran de acuerdo con que recibir información de más de una fuente, en realidad representaba un enriquecimiento para los moscovitas.

      Diez años más tarde, son nuevamente «los burócratas sinvergüenzas que no son capaces de hacer un trabajo decente» sobre los cuales Yuri quiere hablar. Él se sentó luego de saludarme cordialmente, tirar al lado su maleta negra y traer del mostrador un capuchino con bastante azúcar. A pesar de que ha engordado un poco, sigue vistiéndose impecable y se muestra tenso en la expresión, muy bien afeitado, con un corte de cabello corto y con unas gafas de sol negras que le quedan bien. Como de costumbre, logró dejar su automóvil al lado, a pesar de que la vía y el andén están repletos de autos. Hace algunos años Yuri inició su propia compañía de distribución, que también produce diversas publicaciones. Los clientes son empresas privadas, autoridades locales y, en ocasiones, partidos políticos. El clima de negocios no se ha sido tan fácil en el tercer periodo presidencial de Putin, me cuenta Yuri. Durante el último año se ha inscrito en licitaciones públicas que no han sido reales, porque los burócratas han decidido de antemano a quién darle el contrato. Se ha vuelto común usar «espantapájaros» —condiciones que son imposibles de llenar en los contratos, para espantar a actores independientes que de otra forma hubieran podido participar —. No hace mucho tiempo, Yuri recibió una adjudicación que consistió en producir y distribuir folletos durante las elecciones para un político local conocido, algo que abiertamente no les gustó a todos. De repente, quienes le dieron el contrato empezaron a insistir en que el «espantapájaros» debía cumplirse, lo que implicaba hacer unas impresiones de prueba de gran tiraje. Como no tenía los medios económicos para hacerlo, Yuri tuvo que romper el contrato.

      «Desafortunadamente, la política y la burocracia están llenas de monstruos así, que piensan solamente en sí mismos y en lo suyo. A ellos les importa una mierda y ven a la gente solo como una fuente de ingresos y nada más que eso. El político que publicitó el trabajo se ve a sí mismo como un pequeño zar local. Él tiene tanto poder que sabe que no van a haber consecuencias si rompe un acuerdo. Entendimos que él iba a envenenar todo nuestro negocio si le hacíamos resistencia», dice Yuri mientras se toma un buen sorbo de café.

      Él subraya que todavía existen «burócratas completamente normales y políticos con los que es posible hacer acuerdos». Pero tiene la sensación de que los órganos de control y de seguridad de las autoridades han empezado a hacer seguimiento sobre qué es lo que sucede en el mundo empresarial. Por ende, los burócratas están ahora más pendientes de quienes sirven a las autoridades como proveedores. También, otros empresarios que él conoce, se quejan sobre las relaciones tan estrechas que existen entre los servidores públicos y la economía privada, y de que aquellos que son más hábiles para usar los sobornos con los burócratas, son también quienes se quedan con la mayoría de contratos.

      Yuri considera que la corrupción tan extensa tiene que ver con la mentalidad soviética que todavía caracteriza a su generación, en el sentido de que tratan bien «a todos los que están dentro», pero se preocupan muy poco por quienes están por fuera.

      Sin darnos cuenta, llegamos de nuevo a donde nos encontrábamos hace diez años: hablando de las diferencias y similitudes entre Rusia y Europa. Yuri conoce mejor Alemania debido al tiempo que pasó allí como militar y gracias al amigo al que suele visitar una vez al año. Él considera que los alemanes respetuosos de la ley («que siempre compran una licencia para pescar a pesar de que se encuentren a muchas millas de distancia de la próxima estación de policía o guardabosques») y que en general son más educados que los rusos. De todas formas, es a Occidente al que se le debe achacar la culpa por el aumento de tensión entre Rusia, por un lado, y la Unión Europea y la otan por el otro. Ucrania y Crimea son solamente una cortina de humo, considera Yuri. La Unión Europea en realidad ha impuesto sanciones contra Rusia más que todo para enfrentar sus propios problemas económicos. La gran política después de 1991 en realidad solo trata sobre el capitalismo. Esto también se aplica en Rusia. Cuando Putin envía sus aviones caza a Siria lo hace principalmente para promover su propia industria de armas. Todo el sector público ruso está sin duda impregnado de «trucos aprendidos de Occidente». El Primer Canal «muestra pura mierda», pero según la perspectiva de Yuri, solo es una reacción natural ante el hecho de que los políticos y los periodistas rusos de los últimos veinticinco años se han contagiado de los métodos capitalistas de Occidente.

      «En la vieja Europa casi todo está repartido, hay poco crecimiento y la industria tiene problemas. Cuando estoy en Alemania, veo más y más productos hechos en China y en Corea. Occidente necesita países pequeños en Europa del Este, incluido Ucrania, para poder vender lo que produce. Estados Unidos y la Unión Europea generan una imagen consciente de Rusia como algo grande y amenazador para que los países pequeños hagan un trabajo en equipo más estrecho y para aprovecharse de ellos económicamente. En realidad, es totalmente ilógico que países como Estonia, Ucrania y Georgia se alíen con países de la Unión Europea, que están muy lejos, mientras Rusia está más cerca. Nosotros nos conocemos, estamos acostumbrados los unos a los otros. ¡La Unión Europea no quiere comprar el vino de Georgia, mientras que nosotros sí lo queremos!».

      Cuando yo objeto que las acciones de la Unión Europea son una reacción natural ante la fuerza militar rusa en Crimea y en el Donbás, Yuri me interrumpe y lo llama «una reacción idiota», ya que «Crimea siempre ha sido rusa».

      «Pero al mismo tiempo yo puedo entender que haya críticas, porque acá hay ciertos aspectos jurídicos que se han roto. Pero a un nivel popular es completamente natural que Rusia maneje Crimea. Si los alemanes se hubieran quedado en Kaliningrado después de la guerra, Kaliningrado hubiera sido nuevamente una ciudad alemana hace mucho tiempo».

      Es una perspectiva sorprendente, dicho de una forma moderada. Hablar sobre los derechos de la gente como «aspectos jurídicos sencillos» es un eufemismo bastante fuerte. Frecuentemente he experimentado que los rusos señalan el desprendimiento de Kosovo por parte de Serbia como una muestra de que la adhesión de Crimea tiene un ejemplo europeo a seguir en tiempos modernos, ¿pero Kaliningrado? Llamado originalmente Königsberg, era la capital de la Prusia oriental alemana, pero terminó perteneciendo a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. La población alemana que estaba allí fue deportada por la fuerza. ¿Por qué saca a relucir Yuri la barbarie que hubo durante la Segunda Guerra Mundial?

      ¿Pero entonces qué pasa con el presidente? ¿Qué actitud tiene Yuri hacia él?

      «Yo veo a Putin con ojos positivos. Él ha hecho que Rusia vaya por el camino correcto. Además, nos ha dado esperanza a los contratistas de tener la libertad de desarrollarnos en la dirección que queramos. Él apoya a la élite y reparte los recursos del presupuesto para proyectos importantes».

      Es así como Yuri entra rápidamente a hablar sobre el caso de Savchenko.

      Nadiya Savchenko es una piloto de helicóptero ucraniana de treinta y


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