Teoría del conocimiento. Juan Fernando Sellés Dauder

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Teoría del conocimiento - Juan Fernando Sellés Dauder


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propio de cada uno. Como los sensibles comunes los capta de modo distinto cada sentido o facultad, sin los sensibles comunes no sería posible la distinción entre sensibles propios de cada facultad. En efecto, solo conociendo sensiblemente lo común por varios sentidos, podemos separar lo propio de cada uno de ellos.

      Por ejemplo: el espacio que ve la vista no es el mismo que se nota oyendo el oído.

      c) Sensible por accidente (‘per accidens’) no es un sensible de los sentidos externos, sino lo conocido indirectamente de la realidad externa por el sensorio común o percepción sensible, que lo percibe como fruto de conocer directamente los actos de conocer que ejercen cada uno de los sentidos externos (el ver, oír, gustar…).

      En efecto, el sensorio común o percepción sensible, al sentir o notar en común los diversos actos de los sentidos externos, dado que estos están actualmente presentando sus sensibles propios (colores, sonidos, sabores…), el sensorio común capta no solo la distinción real existente entre los distintos actos de los sentidos externos (y, por tanto, que uno es más cognoscitivo que otro), sino que también capta la distinción existente entre los objetos conocidos presentados por tales actos, y por tanto, que con unos objetos se conoce más que con otros la misma realidad física.

      Por tanto, al notar que lo diversamente conocido de lo real físico es diversamente conocido de una única realidad, tiene una indicación indirecta (y de nivel sensible) de lo que sea la ‘sustancia’, la cual se conoce propiamente a nivel racional. Y este conocer sensible e indirecto de la sustancia es lo que clásicamente se denomina ‘sensible per accidens’.

      2. Los sentidos externos

      Descripción. Los sentidos externos son potencias o facultades cognoscitivas con base orgánica que permiten conocer aspectos (accidentes) que están realmente presentes en la realidad física.

      Elenco. Los sentidos externos son –según los pensadores indicados– estos cinco: tacto, gusto, olfato, oído y vista.

      Jerarquía. El tacto es plural. El gusto es una especie de tacto. El criterio de su jerarquía estriba en la separación. Más se conoce cuanto más separadamente se conoce. El tacto y gusto conocen por contacto; por tanto, conocen menos que los otros.

      Por su parte, en los sentidos internos tales autores distinguen los siguientes cuatro sentidos: el sensorio común, la imaginación o fantasía, la memoria sensible y la cogitativa –a la que llaman estimativa en el caso de los animales–. La distinción entre las diversas operaciones y objetos de cada uno de estos sentidos es jerárquica. Un acto es diverso de otro en la medida en que conoce más que el anterior. A su vez los actos de un sentido o facultad se distinguen de los actos de otro sentido o facultad en que son más acto, o sea, más cognoscitivos. Ese más es ‘en objetos’ lo que de ninguna manera podía conocer el inferior, y ‘en actos’, lo que de ninguna manera podía ejercer el inferior.

      Así, por ejemplo, en los actos de ver, no son equivalentes el acto de ver que ve el rojo, que el acto de ver que ve el azul, o el acto de ver que ve el blanco. Si con unos colores se conoce más que con otros de la realidad física, eso indica que los actos que captan esos objetos, en este caso los actos que conocen unos colores, son más acto, más activos, que los que conocen otros. Como con el blanco, por ejemplo, se conoce más de la realidad física que con el azul oscuro, hay que sentar que el blanco es más color que el azul, y que el acto que capta el color blanco es un acto de conocer superior, más cognoscitivo, que el acto de conocer que capta el azul oscuro. Así, es claro que se lee mejor las letras negras sobre fondo blanco que al revés. ¿Qué quiere decir eso? Que el blanco permite ver más que el negro y que la vista tematiza mejor el blanco que el negro.

      Asimismo, se conoce más de lo real, por ejemplo, con la memoria sensible que con el gusto, pues la memoria conoce el tiempo pasado sin estar en presente la realidad física que ya pasó, asunto insospechable para el gusto, que conoce en presente y por contacto. Esto indica que los recuerdos son asuntos conocidos superiores a los sabores, es decir, que los recuerdos permiten conocer más de la realidad que los sabores y, en consecuencia, que los actos de conocer que conocen los recuerdos sensibles son más activos, más cognoscitivos, que los actos que permiten conocer lo dulce, salado, amargo, agrio…

      Lo que precede indica dos cosas: 1ª) que los objetos y los actos de una misma facultad sensible son distintos según una estricta jerarquía, y 2ª) que tal jerarquía se da, aunque más pronunciada, entre unos sentidos y otros.

      Tal vez a alguien le pueda gustar más el amarillo o el rosa que el blanco, pero que le guste más no quiere decir que conozca más con el amarillo o con el rosa que con el blanco, sino precisamente menos. Por ejemplo, si cuando falta la luz (i.e. al atardecer) se ve venir un automóvil a lo lejos en una carretera recta, se ve mucho mejor si el automóvil es blanco que de cualquier otro color.

      De modo semejante, a uno le puede gustar más tocar que oír o recordar, pero eso no quiere decir que conozca más la realidad física tocando, sino precisamente menos. Todo lo cual indica que el conocer humano no es en absoluto ‘democrático’, sino estrictamente jerárquico, y que intentar defender una supuesta democracia cognoscitiva es, sin más, ‘ignoratio elenchi’ (como decían los medievales) respecto de la índole del conocer humano.

      Si se agrupan los sentidos externos, es decir, las distintas facultades o potencias del conocer humano con soporte sensible que captan determinados aspectos de la realidad física externa actualmente presente, son tan distintos unos sentidos de otros, que se suelen agrupar en dos clases, a saber: los inferiores y los superiores.

      a) Los sentidos externos inferiores

      Se llaman ‘inferiores’ por su menor distancia espacial respecto de lo conocido. Estos son tres: el tacto, el gusto y el olfato. Los dos primeros no se distancian en absoluto de la realidad física, es decir, no vencen el espacio, pues conocen por contacto. El tercero, en cambio, lo vence, aunque en escasa medida (especialmente en el hombre) si se compara con el oído y con la vista.

      a.1. El tacto. Es el inferior o menos cognoscitivo de los tres sentidos inferiores aludidos. No es una facultad única sino plural y, por ello lo tangible no es una cualidad única sino múltiple. Los sensibles propios suyos son lo caliente y frío, lo seco y lo húmedo, lo duro y lo blando, lo rugoso y lo liso. Fisiológicamente hay distintos receptores para cada uno de esos sensibles. No usa de medio alguno para percibir, puesto que el medio es el propio órgano; por eso, conoce por contacto, sin distancia. Es el sentido más básico, en el sentido de más necesario; por eso está presente en el animal menos perfecto (ej. hay animales como la ameba que solo disponen de este sentido). Es el menos cognoscitivo porque permite conocer menos diferencias en lo real; no vence el espacio. Su soporte orgánico está repartido en todo el cuerpo, tanto en la superficie como en el interior.

      La tradición aristotélica ha prestado mucha atención a este sentido (también al siguiente), que más que uno son muchos. Pero detenerse en las averiguaciones clásicas y recientes al respecto desborda lo exigible a este manual. Para comprobar la pluralidad de sentidos, habría que atender no solo a la irreductibilidad de los objetos conocidos y los actos de conocerlos, sino también a la distinción entre las terminaciones nerviosas (pero no es el momento de esbozar un tratado de fisiología).

      a.2. El gusto parece una especie de tacto, pero es diferente del tacto porque no es convertible con él, puesto que puede conocer objetos sensibles que son incognoscibles para el tacto (ej. lo amargo, lo dulce, etc.). Sus objetos propios son los sabores. Los sabores extremos parecen ser lo dulce y lo amargo. Entre los intermedios, lo picante, lo áspero, lo agrio, lo ácido, etc. Su soporte orgánico es la lengua. Como el tacto, no usa de medio, sino que conoce por contacto, con el propio órgano, aunque ha de contar con la humedad (la segregación de la saliva) como de requisito imprescindible para gustar. Como conoce por contacto no vence el espacio, la distancia. Es más cognoscitivo que el tacto, pues detecta más matices que él.

      a.3. El olfato. Es el superior de los sentidos externos inferiores. Su soporte orgánico, en sentido amplio, son las terminaciones nerviosas que se encuentran en la nariz. Su objeto propio son los olores. En nosotros está menos desarrollado que en muchos animales. El medio que utiliza es el aire y el agua (entendiendo por tales, gases y líquidos).


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