La Sombra Del Campanile. Stefano Vignaroli

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La Sombra Del Campanile - Stefano Vignaroli


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empieza a derretir la nieve pero su verdadero nombre es Crocus y sus estigmas secos pueden ser utilizados tanto como condimento de cocina como por sus propiedades medicinales.

      ―Abuela, ¿cómo es que en este lugar la temperatura sea más agradable? ―preguntó la muchacha con curiosidad.

      ―Se dice que es un lugar mágico pero en realidad la temperatura es mitigada gracias a la presencia de una fuente de agua caliente. Aquí el subsuelo es rico en manantiales sulfurosos y es por esta razón que la temperatura es más alta. Desde hoy aprenderás que la mayor parte de los fenómenos que la gente común señala como mágicos tienen en realidad un explicación lógica, racional: basta saber buscarla. Nos acusan de ser brujas pero no hacemos más que aprovechar conocimientos antiguos y fenómenos naturales para nuestros fines. Mira, se dice que hace trescientos años, más o menos, llegó a este remoto lugar una de las mujeres de Federico II, el emperador de Svevia, para guardar algo que su marido le había mandado esconder con celo, ya que provenía de Tierra Santa, de Jerusalén. Las leyendas y la tradición dicen que este objeto era una piedra mágica, una piedra que el arcángel Miguel había entregado a Abraham o quizás, incluso la llamada piedra filosofal que buscaban los antiguos alquimistas. Esta es la leyenda, la verdad la conocerás dentro de poco. Y, ahora, entremos en la gruta. ¡No les hagamos esperar!

      La más anciana de las participantes era una mujer de largos cabellos grises, la piel del rostro marchita por las arrugas. Vestía una larga túnica azul sobre la cual, a la altura del pecho, brillaba un talismán dorado asegurado al cuello por una cadena también de oro labrado. Había encendido una fogata en el interior de la cueva, tirando cada cierto tiempo a las llamas unos polvos que, de vez en cuando, provocaban una llamarada de color distinto, ahora amarilla, luego verde, ahora azul, luego de un rojo intenso. Con cada llamarada que iluminaba su rostro pronunciaba unas extrañas palabras que los allí presentes interpretaban disponiéndose alrededor de la fogata, ya cogiéndose de la mano y dando vueltas en círculo, ya alejándose e inclinándose según los deseos de la Anciana Sabia, ahora cogiendo manojos de hierbas y tirándolos al fuego, o bien sentándose en el suelo en el máximo silencio. Llegado a un cierto punto, la única persona que había quedado en pie era la anciana maestra. Tenía en la mano un gran libro sobre cuya cubierta resaltaba el dibujo de un pentáculo, justo igual que el que estaba incluido en el diario de familia que le había entregado la abuela algún tiempo atrás, y la frase escrita en caracteres góticos Clavicula Salomonis.

      ―En virtud de los poderes que me ha conferido esta congregación yo, Sara dei Bisenzi, acojo en nuestra comunidad a la novicia Lucia Baldeschi. Ella es la elegida, aquella que me sustituirá un día y será designada la guía de todos vosotros. Por lo tanto, Lucia, acércate y jura obediencia y fidelidad sobre este libro, escrito de puño y letra por el antiguo Rey Salomón, y traído hasta aquí entre inmensos peligros por Jolanda, que perdió su vida después de llegar a su meta final. Es gracias a su hija Anna que el libro y sus enseñanzas nos han sido legadas y, cada cierto tiempo, una de nosotras tiene la obligación de conservarlo y protegerlo.

      Mientras decía estas palabras la anciana se sacó el medallón y pasó con delicadeza la cadena alrededor del cuello de Lucia. El talismán dorado representaba una estrella de cinco puntas, el sello de Salomón. El mismo dibujo fue hecho en la tierra por la anciana por medio de una vara puntiaguda y la muchacha se tuvo que extender de manera que su cabeza, sus manos y las extremidades de los brazos abiertos y sus pies al extremo de las piernas abiertas, correspondieran con exactitud con las puntas de la estrella. Sara cogió un poco de aceite de oliva, señalando con él de manera secuencial la mano izquierda, el pie izquierdo, el pie derecho, la mano derecha y la frente de Lucia.

      ―Agua, aire, tierra, fuego: tú sabes como dominar los cuatro elementos. Ellos pueden ser invocados y usados indistintamente por cada uno de nosotros pero sólo tu espíritu es capaz de reunirlos y potenciar al máximo sus poderes y sus cualidades. ¡Recuérdalo Lucia! Usarás tus poderes para hacer el bien y combatirás, hasta el punto de sacrificar tu propia vida, contra cualquiera que quiera abusar de ti y de tus capacidades para fines malvados. ―Luego echó agua en la mano izquierda de la muchacha, todavía extendida, sopló sobre su pie izquierdo, echó un puñado de tierra sobre el pie derecho y acercó un bastoncito candente a la mano derecha. Al final besó su frente ―Y ahora levántate. Tu largo camino ha comenzado.

      La ceremonia de iniciación había sido, por lo tanto, sencilla, no había sido traumática como la muchacha había temido. El rito se había desarrollado tal como había sido transmitido desde tiempos inmemoriales, sin coacciones, sin ninguna violencia, sin intervenciones de extrañas figuras que pareciesen machos cabríos u otro tipo de bestias. El Demonio, realmente, no se escondía entre los participantes del rito. Lucia estaba confusa pero comenzaba a comprender muchas cosas, que la abuela la ayudaría a definir en los meses siguientes. La magia, la brujería, de la manera que creía hasta ese momento, no existía. La abuela le había explicado cuáles eran las fronteras del pensamiento humano, como cada individuo estaba dotado de una enorme potencialidad vinculada al uso del mismo pero que solo unos pocos eran capaces de ejercitar ciertas funciones, ya sea por capacidad innata, ya sea por el ejercicio. Pero entonces, se preguntaba Lucia, ¿la esfera fluctuante que se materializaba entre sus manos era sólo fruto de su fantasía, de su sugestión? ¡Y sin embargo era capaz de visualizarla! Ya, pero sólo ella, los otros no la veían. Y, de todas formas, había probado sus efectos devastadores lanzando una bola de fuego hacia aquella chiquilla, Elisabetta, que se había visto realmente envuelta por las llamas. Y era capaz de leer los pensamientos del que estaba frente a ella, y era capaz de escuchar las voces de los espíritus, y conseguía prever el futuro de alguna manera. ¿Todo esto cómo se explicaba?

      ―Para todo hay una explicación racional ―le había dicho la abuela una noche delante de la chimenea encendida ―Algunos de nuestros adeptos, a tenor de lo hecho en el pasado por antiguos estudiosos, de los que algunos textos han huido del fuego de las autoridades eclesiásticas, han abierto el cráneo de cadáveres de hombres y mujeres para estudiar su contenido, el cerebro. La superficie de nuestro cerebro no es lisa sino que presenta pliegues, que son llamados por los estudiosos de anatomía circunvoluciones y que son capaces de aumentar muchas veces la superficie útil de este importante órgano nuestro. No es el corazón, como todos dicen, la sede de nuestros sentimientos, es el cerebro su depositario. De la misma manera todos nuestros recuerdos, cercanos o lejanos, están aquí guardados. Es el cerebro el que nos permite reconocer los sonidos, los colores, los olores, nos hace asociar los objetos con un nombre, nos hace aprender los símbolos de la escritura de forma que las personas más inteligentes, o las más afortunadas si quieres, son capaces de leer, escribir y hacer las cuentas. Es el cerebro, además, el que envía a nuestros ojos los sueños mientras reposamos. Y si ya todo esto te parece mucho, debes saber que para todo esto sólo se utiliza una pequeñísima parte de la superficie cerebral. El resto son potencialidades enormes pero desconocidas para la mayoría. Así que, quien consigue entrenar las áreas infrautilizadas del propio cerebro, consigue llevar a cabo actividades que el común de los mortales ni siquiera pueden soñar. Y he aquí que se pueden percibir conversaciones pronunciadas en un lugar, incluso en tiempos remotos. Cada palabra pronunciada deja su rastro en el aire, nada se pierde. Si tú puedes oír estas conversaciones, estas palabras, no significa que estés hablando con los espíritus, no es posible conversar con personas desaparecidas hace meses o años o siglos pero es posible escuchar lo que ellos han dicho hace mucho tiempo.

      ―¿Y la clarividencia?

      ―Esto es un poco más complicado, pero incluso aquí los estudiosos han especulado que quien prevé el futuro capta ondas cerebrales de alguien que tiene la intención de poner en marcha determinados comportamientos. Y es por esto que la clarividencia se limita a un período breve, no es posible conocer el futuro a largo plazo. ¡Quien afirma que puede hacerlo, es un charlatán!

      ―¿Y el hecho de poder mover objetos, hacerlos levitar o encender una lámpara sólo con la fuerza del pensamiento?

      ―Justo, también éstas son potencialidades del cerebro humano desconocidas para la mayor parte de los individuos. Ejercitando y entrenando las áreas del cerebro que son capaces de utilizar los elementos que están a nuestro alrededor a nuestro favor, podemos hacer de todo. Nosotros estamos acostumbrados a usar los cinco sentidos que conocemos,


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