Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada. Rebecca Winters

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Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada - Rebecca Winters


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todo. La habitación es preciosa.

      –Es parte de la suite con jardín.

      Lauren respiró hondo. El rey Malik había hospedado a su abuela en una parte privada del palacio que tenía jardín propio. ¿Era posible que fuera aquella habitación? Al pensarlo se le erizó el vello de la nuca.

      –¿Estás bien, Lauren?

      –Sí.

      –Necesitas descansar mucho más antes de que me lo crea. Cuando te apetezca, estás bienvenida a salir por ese pórtico para pasear y disfrutar de las flores. Hay algunas exóticas. Y a veces, la reina cuida el jardín en persona.

      Ella se llevó la mano al cuello.

      –No sé por qué soy tan afortunada.

      Tras una pausa, él dijo:

      –Cuando el rey Umar se enteró de la tragedia insistió en que te quedaras como su invitada en esta suite, durante el tiempo que quisieras.

      Su invitada…

      Lauren tenía el corazón acelerado. ¿El rey Umar sería un hijo, un nieto, o incluso un sobrino nieto del rey Malik? Lauren estaba más cerca de lo que creía de conseguir la información sobre su abuelo.

      –Es muy generoso por su parte.

      –Espero que mientras te estés recuperando, la belleza del jardín alivie la tristeza que sientes en el corazón tras la muerte de tu abuela.

      Afectada por sus palabras, ella le dio las gracias con un susurro. Una vez que él se marchó, Lauren sólo pudo moverse hasta el sofá porque la debilidad se había apoderado de ella, también debido a su cercanía y a su potente masculinidad.

      Se sentó y descansó contra uno de los cojines de raso. Comenzó a pensar en su abuela, una mujer que había viajado por el mundo desde temprana edad. Celia había ido a Al-Shafeeq porque un alto cargo del gobierno, amigo de la familia, le había dicho que aquel oasis del desierto florecía como una rosa. A ella le había parecido algo tan romántico que había decidido ir a verlo.

      Mientras paseaba por los jardines del palacio, el rey Malik se había fijado en su melena rubia que le llegaba hasta la cintura. Lo que sucedió después se parecía a una historia de las Mil y una noches y Celia había quedado apresada por un amor tan poderoso que había tenido a Lana, la madre de Lauren, como resultado.

      Lauren pensó en las flores del patio, pero estaba demasiado cansada como para salir a verlas. En el fondo, tenía el presentimiento de que si salía a mirar las flores podría repetirse la historia. Lauren podría imaginar llegar a estar tan enamorada de Rafi como para no querer marcharse de Al-Shafeeq.

      Su imagen poderosa permaneció ante sus ojos hasta que los cerró y se quedó dormida.

      Rashad permaneció fuera de la suite y llamó al doctor Tamam para contarle las novedades.

      –Hoy la paciente se encontraba lo bastante bien como para darse una ducha y comer algo sólido.

      –Muy bien. ¿Qué ha descubierto sobre el medallón?

      –Todavía nada.

      –¿Ah? –la sorpresa del hombre mayor era evidente–. Entonces debe ser que considera que ella no está lo bastante recuperada como para someterla a un interrogatorio.

      El médico estaba leyendo la mente de Rashad. Lauren había palidecido una pizca antes de que él saliera de la habitación. Todo lo que había dicho parecía sincero, sobre todo el alivio que había sentido al enterarse de que Mustafa no había muerto.

      Él todavía podía sentir la huella que había dejado su cuerpo al estar entre sus brazos mientras la consolaba.

      Y respecto a la muerte de su abuela había diferentes grados de sinceridad. Al despertarse, en lo primero que había pensado había sido en el medallón que había perdido. Rashad se había percatado de que ella había tenido cuidado para no darle la descripción completa del medallón.

      Su instinto nunca se equivocaba. Ella guardaba un secreto.

      Lo primero que Rashad tenía que hacer era asegurarse de si el medallón era real o falso. De los ocho varones que había vivos en la familia, ninguno había informado acerca de la desaparición de su medallón. Tenía que ser falso, pero no podría estar seguro de ello hasta que no hablara con el experto en joyas de oro.

      Después llamó al mecánico para asegurarse de que el helicóptero estaba revisado y preparado para volar y se dirigió hasta la pista donde estaba situado el aparato.

      Acompañado por su guardaespaldas, voló hasta Raz. Una vez allí, se dirigió a hablar con el orfebre que había montado el anillo de Rashad.

      –Entra, Rashad. Tienes cara de pocos amigos. ¡Ayer todo el mundo estaba lleno de júbilo!

      –Eso fue ayer –dijo él, mientras se sentaba frente al hombre en la mesa de trabajo. Sacó el medallón del bolsillo y lo dejó frente a él.

      Hasan lo miró asombrado.

      –¿De quién es ese medallón?

      –Eso es lo que necesito saber.

      –¿Quieres decir que lo ha perdido alguien de la familia real?

      –Puede ser. Lo encontré de manera accidental. ¿Podría ser falso?

      –¿Por qué no vas a hacer alguna cosa y vienes dentro de un rato para que te conteste?

      Rashad pasó la siguiente hora comentando los planos de la nueva planta de procesamiento con los ingenieros. Como ingeniero que era, dejó clara su opinión antes de regresar al laboratorio de Hasan. El orfebre lo miró y dijo:

      –El medallón es de oro de veinticuatro kilates, pero la técnica de acuñado y el estilo indica que se fabricó entre 1890 y 1930, quince años arriba o abajo. Yo no podría replicar lo que se hacía en aquella época –negó con la cabeza–. Todo me hace pensar que no es falso, ni la cadena tampoco.

      –Entonces, a menos que alguien perdiera su medallón en aquella época, la única explicación alternativa que se me ocurre es que el orfebre de entonces hubiera hecho uno extra en caso de pérdida.

      –Pero eso siempre ha estado prohibido –le recordó Hasan.

      –Es cierto.

      Rashad recordó mentalmente a cada uno de varones que habían nacido en la familia en aquel periodo de tiempo. Nunca había oído nada acerca de que alguno de ellos hubiera perdido su medallón.

      Rashad sabía que ningún miembro de la familia se separaría voluntariamente de su medallón, y que los llevaban con ellos a la tumba. La única explicación que encontraba era que el medallón hubiera sido robado a algún muerto a la hora del entierro. Sólo los familiares asistían a esas ceremonias, y eso significaba que un miembro de la familia lo había estado guardando durante todo ese tiempo…

      ¿Con qué propósito? ¿Y cómo había aparecido en el cuello de aquella bella norteamericana? ¿Había ido hasta allí especialmente para llamar la atención de Rashad e infiltrarse en su círculo privado? ¡Sin duda, lo había conseguido!

      Un plan tan elaborado para conseguir información sólo podía haber sido ideado por la familia de su tío, que estaba desesperada por descubrir cualquier información que pudiera emplear en contra de la familia de Rashad. Curiosamente se había vuelto en su contra debido a una tragedia que nadie había podido controlar.

      Sin embargo, Lauren había conseguido entrar en su fortaleza mediante un método que nunca había sido empleado por un enemigo. Alguien la había entrenado bien ya que si no, ¿por qué se había contenido a la hora de describir el medallón?

      Además, era posible que ella tuviera una foto de Rashad y lo hubiera reconocido desde un principio. Si eso era cierto, la mujer que habían enviado para espiarlo era una gran actriz a la hora de fingir que se creía que él era el jefe de seguridad.

      A Rashad no le gustaba


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