E-Pack Bianca septiembre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Bianca septiembre 2020 - Varias Autoras


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      –Lo de que no quería hijos… ¿te lo dije antes de que nos casáramos? –le preguntó a Lorenzo.

      –No –fue la sucinta respuesta de él–. Si lo hubiera sabido no me habría casado contigo, pero, para ser justo, tampoco me engañaste diciéndome lo contrario. Luego, con el tiempo, me di cuenta de que simplemente habías evitado el tema para no decir algo que te habría comprometido –añadió–. Pero no sé ni por qué estamos hablando de esto; lo último que necesitaríamos ahora sería complicarnos la vida con un niño –comentó con ironía.

      –Ya, es verdad –respondió ella algo tensa, porque era verdad. Bastante tenían ya con su amnesia–. ¿Y qué pasó con ese palacete veneciano en el que creciste? ¿Es que no lo heredaste?

      –Sí, pero lo convertí en un hotel de lujo. No me sentía unido en absoluto a ese lugar; no tengo recuerdos cálidos ni bonitos de mi infancia –le confesó.

      –Me pregunto si mi infancia fue feliz –murmuró ella.

      –Yo creo que sí. Por lo que me contaste cuando nos conocimos, parece que tus padres te adoraban –respondió Lorenzo. Al ver que estaba retorciéndose las manos sobre el regazo, puso la suya sobre ellas y le dijo–: Deja de preocuparte por lo que no sabes y por las cosas sobre las que no tienes ningún control.

      –Lo sé, sé que no debo preocuparme –musitó Brooke–. Por cierto, me han vuelto un par de recuerdos –le comentó–. El doctor Selby cree que es un motivo de esperanza.

      Lorenzo frunció el ceño, entre desconcertado y molesto por que no se lo hubiera dicho antes a él.

      –¿Y qué es lo que has recordado?

      –Solo a mí misma sentada en una limusina, y otra vez en la cafetería donde trabajaba esa chica, Milly Taylor. Supongo que debía haber ido allí para reunirme con ella. Tampoco es que sean unos recuerdos de gran utilidad –comentó Brooke con un suspiro.

      –Sí, pero es un avance prometedor –respondió él.

      ¿Por qué no lo ilusionaba más en ese momento la perspectiva de que pudiera llegar a recobrar la memoria y que los dos retomaran sus vidas por separado? Tal vez, después de tantos meses, estaban empezando a hacer mella en él el cansancio, sus esperanzas frustradas y la compasión que sentía por Brooke, y simplemente se sentía culpable de desear para sus adentros que su vida volviera a la normalidad.

      ¿Por qué diablos no era sincero consigo mismo? Aquella nueva versión de Brooke le gustaba muchísimo más; no tenía ninguna prisa por que volviera la original. Tal y como era ahora era agradable e increíblemente sensual. Era natural que prefiriera a la Brooke actual, admitió para sus adentros con cruda sinceridad. No era ningún misterio; solo un masoquista echaría de menos a la Brooke de antes.

      Brooke miró por la ventanilla mientras subían por un serpenteante camino de tierra con frondosos árboles a ambos lados. Abrió mucho los ojos, admirada, al ver el enorme caserón con cuatro torres que se alzaba sobre la colina. Debía haber una vista magnífica de la campiña toscana desde allí arriba.

      –Es un sitio precioso –comentó cuando se detuvieron frente al caserío.

      –Está un poco apartado –le advirtió Lorenzo mientras se bajaban del coche–. Puede que te sientas un poco sola aquí cuando esté fuera por mi trabajo.

      –Estaré bien –le aseguró Brooke.

      El chófer sacó del vehículo el transportín de Topsy. Brooke se agachó para dejarlo libre, y las frenéticas muestras de afecto del animalito la hicieron sonreír de oreja a oreja.

      –Siempre puedo aprovechar esos ratos para salir a pasear con Topsy, sentarme al aire libre a leer un rato, o incluso explorar un poco.

      –Bueno, tampoco pienso pasar cada día trabajando –puntualizó él con una sonrisa–. Y no quiero que te vayas muy lejos tú sola, así que mejor deja lo de explorar para cuando esté aquí contigo.

      Cuando se dirigieron a la entrada con Topsy tras ellos, Brooke alzó la vista hacia la fachada. Sus ojos violetas brillaban admirados.

      –Me encantan las casas antiguas –murmuró, alargando una mano para acariciar la piedra blanquecina, calentada por el sol.

      Lorenzo se mordió la lengua para no contradecirla; antes del accidente había detestado las antigüedades.

      –¿Cuándo la compraste? –le preguntó ella cuando entraron.

      –Mucho antes de conocerte. Quería una casa aquí, en Italia, y siempre pensé en venir de vacaciones, pero, para serte franco, apenas he pisado este lugar desde que terminaron las reformas.

      Brooke le dio un golpe juguetón en el hombro.

      –Es que trabajas demasiado –apuntó.

      Estaba admirando el rústico vestíbulo con una mano apoyada en la barandilla de la vieja escalera de madera, cuando apareció un hombre mayor, que los saludó en italiano.

      –Este es Jacopo –se lo presentó Lorenzo–. Su esposa Sofía y él están a cargo de las tareas de la casa –le informó. El hombre le preguntó algo en italiano y él se lo tradujo a Brooke–: ¿A qué hora quieres almorzar?

      –¿Sobre las doce? –propuso ella vacilante–. Como nuestro vuelo salió tan temprano tengo bastante hambre.

      Lorenzo le transmitió su respuesta a Jacopo y la condujo al piso de arriba mientras le explicaba:

      –A Sofía le gusta organizarse con tiempo. Y es una excelente cocinera.

      –¿Alguna vez cociné yo para ti? –le preguntó Brooke.

      –Nunca.

      Ella enarcó las cejas, sorprendida.

      –Me pregunto por qué; me he dado cuenta de que me gusta la sección de recetas de las revistas, y eso me había hecho pensar que debía gustarme cocinar –le dijo.

      Entraron en un dormitorio impresionante pero también lleno de encanto. Brooke giró con la cabeza levantada para admirar el techo abovedado, y al ver una puerta en una esquina de la habitación se dirigió hacia allí curiosa y se rio con deleite al descubrir, como había imaginado, que era una de las cuatro torres, y que allí se había construido un cuarto de baño circular.

      –Es una casa maravillosa, Lorenzo –comentó al salir–. ¿Estaba muy destartalada cuando la compraste?

      –Prácticamente estaba en ruinas –asintió él–, pero me encantaban las vistas y el viejo patio de atrás, que estaba totalmente invadido por la maleza. No me fijé demasiado en el potencial de la casa en sí, ni en lo enorme que era. De hecho, no necesitamos la media docena de habitaciones que hay.

      Las puertas del balcón estaban abiertas de par en par, y cuando salieron Brooke respiró aliviada al ver que el entramado de hierro forjado de la barandilla era lo bastante cerrado como para que la curiosa de Topsy no pudiera asomarse y caerse. Se apoyó en la barandilla y admiró extasiada el paisaje.

      La bruma matinal flotaba aún sobre el pintoresco pueblo amurallado que se alzaba sobre una colina cercana, y realzaba de un modo mágico el intenso verde de los viñedos y los huertos de árboles frutales que se extendían por el valle. El jardín estaba bordeado por ancianos castaños, y sus hojas estaban cambiando ya de color, anunciando que se acercaba el otoño.

      –Todo esto es tan hermoso… –murmuró con un suspiro.

      Lo más hermoso era ella, con su suave melena, rubia y rizada, cayéndole sobre la espalda, pensó Lorenzo, poniéndose detrás de ella.

      Posó una mano sobre su hombro desnudo y Brooke se echó hacia atrás, apoyándose en él. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera para luchar por su relación. Cuando Lorenzo agachó la cabeza para besarla en el otro hombro un cosquilleo recorrió todo su cuerpo, como si él hubiera accionado un interruptor secreto. Y luego, cuando rozó sus labios contra la sensible piel de la curva que


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