Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento. Johann Pirela Morillo

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Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento - Johann Pirela Morillo


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a cambios en las formas tradicionales de comunicación social, masiva y cara a cara.

      Se habla entonces de la irrupción de nuevos modos de comunicarnos gracias a las posibilidades y resonancias que acarrea la comunicación mediada por computador y, más específicamente, las comunicaciones globales e interactivas posibles a partir de los recursos telemáticos disponibles en internet, mediante los cuales se acortan distancias, se puede compartir información y conocimiento, y poner en “relación” las múltiples inteligencias de los sujetos interconectados por las redes, que están creando una nueva gramática del mundo, con la cual llegan a transformar conceptos fundamentales para la comprensión de la realidad, como los de tiempo, espacio, materialidad y discursividad.

      Frente a las comunicaciones mediadas por computadoras, se les ofrecen a los sujetos nuevas y complejas alternativas para crear modalidades de encuentro, debate y diálogo; se trata de la conformación de comunidades virtuales, las cuales se entienden como espacios de interlocución sin contacto directo con los otros, pero que establecen un contacto virtual, simbólico y complejo, mediado por una comunicación sincrónica —como es el caso de los chats— y diacrónica —en el caso del correo electrónico—. Con ello se abren espacios para la creación de comunidades invisibles, cuyo ámbito o territorio es más conceptual que perceptual, en las cuales los sujetos son segmentados en “tribus electrónicas”, diferenciados por sus gustos y aficiones, y en las que constantemente se produce un refuerzo mutuo de la identidad compartida (Guberns, citado por Pineda et al., 2003).

      Si entre los conceptos de sociedad de la información y sociedad de la comunicación existen diferencias importantes, derivadas de la naturaleza diferenciadora a las cuales esas sociedades hacen referencia, también es posible plantear divergencias entre estos. La idea que fundamenta la diferencia entre estas dos últimas categorías conceptuales es que la información en sí misma no agrega valor a las acciones humanas y sociales; se requiere que el sujeto de una forma deliberada aprenda a identificar aquella que es realmente significativa para la solución de sus problemas, y ello implica convertir información pasiva en “activa” (Sánchez-Vegas, 2004), es decir, en conocimiento útil para tomar decisiones y resolver problemas, con el propósito de generar equilibrio y desarrollo social.

      De manera, pues, que el salto cualitativo que se debe dar entre contar con información y construir conocimiento útil, mediado por las nuevas formas de comunicación digital, tiene que ver con el aprendizaje de las habilidades y destrezas de agregación de valor y el de la interacción en contextos comunicacionales mediados por computadoras. Esto se refiere en concreto a saber seleccionar información, compararla, evaluarla, analizarla, sintetizarla, interpretarla, y hacerlo con un conocimiento consciente acerca de lo que implica interactuar tecnológicamente; es decir, es un asunto de manejo integral y estratégico del recurso información por parte de los ciudadanos para mejorar la calidad de vida y alcanzar la libertad de pensamiento y de acción, sobre la base de una visión ética de esa agregación de valor.

      Es este el tipo de sociedad que debemos aspirar: una sociedad de la información y del conocimiento entendida no como frías conexiones electrónicas, sino más bien como un espacio social vivo, activo y participativo, articulado a partir de la apropiación social y crítica de la información para convertirla en conocimiento, que se valga de las posibilidades que encierran los medios telemáticos, para generar desarrollo humano y social.

      Ante los avances y aceleramientos del fenómeno de la globalización y el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), se ha llegado hasta un punto tal en el que todas las actividades humanas se apoyan en medios telemáticos e interactivos, de allí que se asista a un giro conceptual de las expresión sociedad de la información hacia otros tipos de nociones que plantean el surgimiento de estructuras societales, organizadas a partir no solo de las tecnologías, sino también de la conversión de los datos y la información en conocimiento, mediante refinados procesos que agregan valor a la información. Todo esto puede desembocar en el futuro en una sociedad que, apoyada en las tecnologías, potencie la inteligencia y el ingenio humano. Aceptar esta aseveración nos ubica en la idea de Pineda et al. (2003) según la cual quien adquiere prevalencia en estas estructuras sociales es el sujeto mismo, sus procesos de aprendizaje y cognición, por encima de las tecnologías.

      Aunque es común encontrar las expresiones de sociedad de información y sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje como sinónimas, en el fondo existen diferencias importantes, derivadas de la naturaleza y alcance de los conceptos información, conocimiento y comunicación. Pasquali (2003) llega incluso a señalar que la expresión sociedad de la información es incoherente porque solo la comunicacióndiálogo crea sociedad.

      Una de las diferencias conceptuales importantes entre una sociedad y otra es el paso de la verticalidad —que supone las relaciones jerárquicas asumidas por los actores en la sociedad de la información— a la horizontalidad de los contactos humanos contextualizados en estructuras mixtas, propios de las sociedades de la comunicación, del conocimiento y el aprendizaje. En tales sociedades se introducen nuevas metáforas utilizadas para simbolizar el espacio-tiempo actual: cibersociedad, cibercultura y ciberciudad, las cuales reconocen el carácter evolutivo, complejo y dinámico de la sociedad y la cultura, cuyos espacios humanos pudieron haber llegado hasta un punto tal de construcción que produjo una nueva forma de explorar y colonizar: el ciberespacio (Galindo, 2000).

      De esta manera, en el contexto del surgimiento de una nueva sociedad, a la que Drucker (1999) le da el calificativo de nueva revolución de la información, se requiere un cambio en los conceptos utilizados para referirse a las organizaciones encargadas del procesamiento y conversión de los datos e información en conocimiento útil para la resolución de los problemas. Este autor plantea que no se trata tanto de una revolución de tecnología, maquinaria, técnicas, software, sino más bien de una revolución en los “conceptos” y en el “sentido” que debe dársele a la información, lo cual trae como consecuencia el replanteamiento de las tareas por realizar con la ayuda de la información y, junto con ello, el de las instituciones que realizan estas tareas (p. 136).

      En un estudio realizado por Pineda y et al. (2003) se caracterizó la sociedad de la información, tomando en cuenta perspectivas de autores latinoamericanos como Trejo (1996) y Pineda (1996 y 2000), norteamericanos como Negroponte (1995), y europeos como Aguadero (1997), Ramonet (1998 y 1999) y Castells (1999). Luego de revisar tales perspectivas, se concluyó que existen posturas pesimistas fundadas en las desigualdades y asimetrías que ya existían en la sociedad, pero que tienden a agudizarse con las tecnologías telemáticas. Otras visiones proponen acercamientos matizados, señalando que la denominada sociedad de la información se encuentra en estos momentos transitando hacia una sociedad de la comunicación, con miras a llegar en un futuro a una sociedad del conocimiento, en la cual sea posible estrechar aún más los lazos entre las tecnologías y las personas en la búsqueda de nuevos medios para impulsar las comunicaciones, el conocimiento y el desarrollo social.

      La sociedad de la comunicación puede llegar a construirse colectivamente en el futuro si se parte de la formación del ciudadano en el uso crítico de la información, su apropiación y agregación de valor. Esta formación debe acometerse desde la educación básica y continuarse en subsiguientes niveles del sistema educativo. Ello constituye la estrategia que puede garantizar la futura consolidación de una sociedad del conocimiento y el aprendizaje, ya que el encuentro dialógico que se propicia con el uso intensivo de las tecnologías puede ser aprovechado para potenciar el aprendizaje en espacios de educación formal y no formal, como es el caso de las denominadas organizaciones de conocimiento: bibliotecas, archivos, centros de información y documentación y museos.

      Si en la sociedad de la comunicación se conforman redes electrónicas, humanas y sociales, ello puede fomentar la construcción individual y colectiva del saber a partir de la acción comunicativa realizada de manera deliberada en las organizaciones de conocimiento. Por eso las estrategias para desarrollar el deuteroaprendizaje (aprender a aprender) se convierten en los elementos que podrían viabilizar la actuación


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