Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento. Johann Pirela Morillo

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Perfiles del profesional de la información en la sociedad del conocimiento - Johann Pirela Morillo


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sino de capital humano, expresión mediante la cual se concibe la mano de obra como activo, el entrenamiento como inversión y el conocimiento y la experiencia como capital.

      A partir de estos rasgos generales distintivos del surgimiento de una nueva sociedad, se impone la necesidad de formar a los profesionales de la información sobre la base de una racionalidad comunicativa-cognitiva compleja, que trasciende la visión procedimental-instrumental y solo tecnológica de las profesiones vinculadas con la difusión del conocimiento, para pasar a plantear una visión mucho más holística e integral de estas profesiones, con el fin de articularlas con el aprendizaje individual y organizacional y la expansión de la inteligencia humana y social. Se trata de una resemantización del rol del profesional de la información. En palabras de Sánchez-Vegas (2000), el profesional emergente de la información debe asumir un rol transfigurador, lo cual significa mucho más que un cambio; se refiere a una transformación profunda que toque sus mapas de pensamiento y de acción.

      Ello debe partir de una revisión teórico-conceptual de los fundamentos de las denominadas ciencias de la información, en especial las perspectivas bibliotecológicas, documentalistas e informacionalistas, elaboradas para generar esquemas explicativos acerca de la naturaleza y alcance de las organizaciones de conocimiento y de los profesionales que las dirigen. Con esto se pretende determinar hasta qué punto tales esquemas siguen vigentes o han perdido poder explicativo ante el surgimiento de un nuevo orden social que demanda revisiones y ajustes. Tal es el propósito de este estudio: proponer, luego de una revisión de perspectivas, un sistema de conceptos más acorde con los rasgos que definen a la nueva sociedad del conocimiento, la comunicación y el aprendizaje.

      Junto con estas concepciones, también se tienen las ideas expuestas por la Unesco (2008), según las cuales en el origen de los conceptos sociedad de la información y sociedad del conocimiento existen diferencias ideológicas importantes y no solo semánticas. La sociedad de la información sigue siendo el concepto dominante, considerado casi un sinónimo de sociedad contemporánea, posindustrial y definida, porque en ella es clave la producción, distribución y manipulación de información. La sociedad del conocimiento, en cambio, tiene importantes matices y diferencias que privilegian la caracterización de la sociedad actual hacia una dimensión de transformación global y pluralista del desarrollo. El concepto de sociedad del conocimiento es más una utopía a la cual hay que aspirar.

      La Unesco (2008) continúa planteando que la sociedad del conocimiento no existe como una realidad en el mundo contemporáneo. Es más bien una aspiración o ideal, que para algunos debería reemplazar al actual modelo de desarrollo basado en la producción tradicional de información. Si bien no será posible llegar a la sociedad del conocimiento sin las TIC, también se requieren profundos cambios estructurales en las sociedades actuales, entre ellos lograr que la información deje de ser monopólica y basada exclusivamente en las leyes del mercado. Los sectores que proponen el concepto de sociedad del conocimiento lo hacen apostando a la educación como la estrategia fundamental que permitiría empoderar a los ciudadanos para la apropiación crítica y significativa de los contenidos, lo cual implica imprimir espíritu crítico y aplicación de procesos cognitivos de caracterización, conceptualización, análisis, síntesis, evaluación, entre otros.

      Una vez se ha visto ya que el concepto de tecnología en un contexto de las sociedades de la información y del conocimiento alude no solo a un carácter instrumental y técnico, sino también a un matiz cognitivo y de desarrollo, se consideran entonces algunas de las acepciones que el Diccionario de la lengua española (Real Academia Española [RAE]) da de este término, las cuales están relacionadas con los conocimientos propios de un oficio mecánico o arte industrial y con el lenguaje perteneciente a una ciencia o arte (RAE, 2016). En esencia, si se considera la etimología del término, bien podría decirse que la tecnología es el discurso acerca de un arte (Laboratorio de Inteligencia Colectiva [LINC], 2007).

      En palabras de Rodríguez (1998), el concepto de tecnología es polisémico y con múltiples interpretaciones; de allí que se considere el conocimiento tecnológico como un conjunto de atributos reflexivos que fundamentan las actividades, lo cual les proporciona una base argumentativa que permite su explicación. Siguiendo la idea de este autor, el conocimiento tecnológico demanda una relación indisoluble entre la teoría y la práctica, así como el acopio permanente de información que permite nuevas formas, nuevas técnicas y nuevos resultados.

      Algunas de las características del conocimiento tecnológico son, en consecuencia, la interdisciplinariedad, la transformación constante y el carácter reflexivo, en dos sentidos: por una parte, la causalidad y la verdad de una producción; por la otra, las posibles y distintas alternativas para obtener esa producción (la transformación tecnológica). El conocimiento tecnológico es creatividad, lo que no impide buscar nuevos espacios aun sin antecedentes previos.

      Peña (2008) sostiene que cuando se habla de tecnología, es necesario considerar el concepto de técnica. En principio hay que señalar que la técnica existe en contextos cambiantes que determinan su comportamiento, y se refiere a creaciones tangibles e intangibles —bien sea de tipo social u organizacional— que permiten solucionar problemas específicos o facilitar la ejecución de alguna labor que, por lo general, amerita esfuerzo. En esta línea, para la autora la tecnología es posible definirla como la producción de objetos y procesos útiles al ser humano, y también como la aplicación del conocimiento científico y común para resolver problemas humanos complejos. Por ende, está vinculada con el saber hacer y la utilidad. Dada esta definición, se entiende entonces que la técnica siempre ha acompañado al hombre desde su existencia, cada vez que ha buscado o ideado formas de hacerle frente a las dificultades que le plantea su relación con el entorno, o sencillamente porque desea mejorar su situación en cualquier ámbito (Morles, 2001).

      La tecnología se entiende entonces como el estudio o reflexión sobre la técnica, de modo que es posible concebirla como la ciencia o los productos de la técnica. Esta definición es una inferencia elemental fundamentada en la etimología de la palabra tecnología, la cual es de origen griego, proviene de los vocablos techno, que significa “saber útil”, y logos que es “el estudio de”. Otros autores señalan que la tecnología es un cuerpo de conocimientos que es compatible con la ciencia coetánea y controlable por el método científico, y se emplea para controlar, transformar y crear cosas o procesos naturales o sociales. La filosofía de la tecnología incorpora aspectos gnoseológicos, ontológicos, axiológicos y éticos.

      De acuerdo con la perspectiva de González, López y Luján (2004), en el análisis sobre las concepciones de la tecnología han prevalecido dos posiciones, una que la considera según un carácter intelectualista y otra que la analiza desde una perspectiva artefactual. La concepción intelectualista de la tecnología la entiende como ciencia aplicada, es decir, como conocimiento práctico que se deriva de la ciencia y del conocimiento teórico. Las teorías científicas son previas a cualquier tecnología, de manera que no existe tecnología sin teoría, pero pueden existir teorías sin contar con tecnologías.

      La concepción artefactual de la tecnología, por su parte, asume la tecnología a partir de un carácter instrumental. En este sentido, las tecnologías son simples artefactos o herramientas construidas para una variedad de tareas. Dentro de esta perspectiva se considera que la tecnología es independiente de cualquier sistema político y social, de modo que esta concepción también plantea que cualquier tecnología puede transferirse de un país a otro sin más dificultad que la concerniente a los financiamientos. No cabe duda de que esta concepción de la tecnología es por demás reduccionista, lo cual impide un análisis crítico al desconocer los intereses sociales, políticos y económicos de aquellos que las diseñan, desarrollan, controlan y financian.

      Hoy en día se está manejando un concepto de tecnología que tiende a dar un mayor realce a los procesos que conducen a la generación de resultados, es decir, a la práctica tecnológica. Este planteamiento se ubica en la perspectiva de los estudios de ciencia, tecnología y sociedad (CTS), enfoque que reconoce la interacción efectiva que debe observarse entre la ciencia, la tecnología y el desarrollo social; por ello se identifica con


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