Solo otra noche - Enséñame a amar - Una propuesta tentadora. Fiona Brand
Читать онлайн книгу.tres veces más? ¿Cinco veces más?
Él se encogió de hombros.
–¿Ocho?
Él soltó las partituras. Eran papeles que había escrito para los estudiantes.
–¿Diez?
–Te has acercado.
–Vaya. Las canciones de amor se venden bien.
Mucho mejor que esas pequeñas composiciones que hacía para sus alumnos con la esperanza de poner ponerlas en un libro de texto alguna vez…
–La gente quiere creer en un mensaje –dijo Malcolm con acritud.
–Eso suena un tanto cínico. ¿Por qué cantas sobre algo que no aceptas como verdadero? Es evidente que ya no necesitas el dinero.
–A ti te gustaba cuando te cantaba –se volvió en el banco y puso sus manos sobre las teclas del piano.
Empezó a tocar una balada que le resultaba muy familiar.
–Yo fui una de esas chicas ñoñas que se enamoró de ti.
Malcolm continuó tocando otros dos compases más de la melodía de unas de las canciones que le había compuesto cuando salían juntos. Le había dicho que sus canciones eran lo único que podía ofrecerle. Esa en particular se llama Playing for Keeps, y siempre había sido su favorita.
Sus dedos tomaron velocidad, complicando la línea melódica que había creado en un principio. Cuando terminó, la última nota retumbó en la pequeña casa–cochera.
Y también en el corazón de Celia.
Contuvo el aliento. Tenía lágrimas en los ojos.
–¿Era verdadero? ¿Lo que sentíamos entonces?
Él guardó silencio. Se apartó de ella. Parecía que no iba a contestar…
–Fue tan verdadero que sufrimos mucho por ello. Fue lo bastante verdadero como para que este reencuentro no sea una reunión distendida.
–Malcolm, ¿cómo va a ser lo de Europa si ya nos resulta difícil estar sentados aquí el uno frente al otro?
–¿Has decidido venir conmigo? ¿Ya no hay más titubeos?
Celia se puso en pie y fue hacia él.
–Creo que tengo que ir.
–¿Por el acosador?
Celia le sujetó las mejillas con ambas manos.
–Porque ya es hora de dejar atrás el pasado.
Rápidamente, para no arrepentirse, Celia apretó sus labios contra los de él.
Capítulo Cinco
Malcolm no había planeado besar a Celia, pero en cuanto sus labios rozaron los de ella, ya no pudo apartarse. Sabía a tarta de pacana, a sirope y a azúcar. Era mucho más de lo que recordaba, familiar y extraño al mismo tiempo.
El roce de la punta de su lengua había desencadenado un relámpago de deseo que le recorría de arriba abajo. Se había excitado tanto de repente que solo podía pensar en hacerle el amor allí mismo… Pero el beso terminó en un abrir y cerrar de ojos.
Celia se tocó los labios con una mano temblorosa. Tenía las uñas rotas, mordidas. Era evidente que había estado sometida a mucha tensión.
–No es lo más sensato que he hecho. Se supone que últimamente me he vuelto una persona más cabal.
–No siempre queremos lo que más nos conviene.
–Cierto. Me dejé llevar por los recuerdos que suscitó la música. El hecho de que recordaras la canción… Bueno, no tendría corazón si no me conmoviera. Pero la razón se impone. Si hubiera seguido adelante con ese beso, lo de Europa sería una experiencia muy rara y…
–Celia, no tiene importancia. No tienes que darme explicaciones ni decir nada –deslizó el pulgar a lo largo de su boca–. No me voy a volver loco porque no me hayas invitado a tu cama después de un beso.
Ella le miró con unos ojos llenos de indecisión. ¿Realmente estaba considerando la posibilidad? Malcolm sintió que se le aceleraba el corazón.
De repente ella sacudió la cabeza y se apartó.
–No puedo hacer esto –dijo, retrocediendo y huyendo de él.
Sacó sábanas y una almohada del armario del pasillo. Quitó una manta del respaldo del sofá.
–Buenas noches, Malcolm.
Le puso la ropa de cama contra el pecho y dio media vuelta sin darle tiempo a decir nada.
Malcolm aguantó las ganas de ir tras ella. La puerta de su dormitorio se cerró y solo quedó el silencio.
Celia mantuvo los ojos cerrados aunque llevara diez minutos despierta. Había pasado una larga noche de insomnio y estaba agotada. Se escondió bajo las mantas. Solo había sido un beso, pero ya había perdido el control. ¿Por qué no la había presionado para que le invitara a su cama? Eso era lo que más la preocupaba… Pero él jamás lo había hecho, ni siquiera cuando eran adolescentes. Siempre había sido ella la que tomaba la iniciativa, la que le perseguía. Le conocía desde hacía muchos años. Habían tenido la misma profesora de música e incluso habían actuado juntos en algunos festivales del colegio. Pero algo había cambiado aquel verano, justo antes del segundo curso en el instituto.
Malcolm Douglas había vuelto convertido en un joven irresistible. Se había hecho mayor de repente.
Todas las chicas se habían dado cuenta, pero ella estaba decidida. Sabía que era suyo. Nadie le había negado nada jamás y se había propuesto metérselo en el bolsillo. Su propio egoísmo la había hecho perseguirle sin tregua. Pero él insistía en decirle que no tenía ni tiempo ni dinero para salir con ella. Le había dicho que no podían ser nada más que amigos. Y ella le había dicho que no necesitaba un cuento de hadas, que solo le quería a él…
Cuando llevaban cinco meses saliendo juntos, empezó a pensar que le perdía. Su madre había solicitado varias becas para que asistiera a un instituto especializado en Bellas Artes. Celia entendía que Terri Ann Douglas quisiera lo mejor para su hijo, pero parecía que más que darle una educación mejor, lo que realmente quería era alejarle de ella.
Entre las clases y su trabajo, apenas le veía, pero siempre sacaban tiempo para estar juntos, para soñar, para hablar.
Todavía recordaba con todo detalle aquel día, el día en que había perdido su virginidad. Recordaba lo que llevaba puesto, unos vaqueros de color rosa y la camiseta de un grupo de rock. Recordaba lo que había comido, cereales, una manzana y poco más, porque quería seguir cabiendo en esos vaqueros… Pero sobre todo recordaba cómo había sido tumbarse en el asiento de atrás del coche con Malcolm. Estaban aparcados junto al río, por la noche. Ya se había quitado la camiseta y el sujetador, y también le había quitado la camiseta a él. No había nada como rozarse contra su pecho. Con las manos metidas por dentro de sus pantalones, había comenzado a desabrocharle la cremallera. Él hacía lo mismo con sus vaqueros rosa. Habían aprendido a darse placer sin llegar hasta el final.
Pero esa noche Celia estaba más egoísta que nunca. Tenía tanto miedo de perderle… Habían cometido una estupidez. Lo habían hecho sin condón.
Y después había necesitado que la llevara al orgasmo con la mano. La primera vez no había sido tan explosiva como esperaba. Pero tampoco se había quedado embarazada ese día, y eso les había vuelto más temerarios durante las semanas siguientes. Malcolm estaba decidido a darle ese placer arrebatador mientras estaba dentro de ella…
Celia se escondió mejor entre las sábanas, refugiándose en los recuerdos, los buenos, y después en los malos. Había pasado años diciéndose a sí misma que él no la había querido tanto como ella a él,