El año de la peste. Enrique Carpintero

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El año de la peste - Enrique Carpintero


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el triunfo del narcisismo, en la invulnerabilidad del yo que se afirma victoriosamente”3. Cuando el yo integra en su orden de significación un posible inconveniente, erosiona las puntas aceradas y lo convierte en victoria. El humor es un remedio contra la resignación, un último desafío, una manera de mantener la frente alta. Penetra en la angustia para desactivar su virulencia, la despoja de los aspectos mortíferos. Se esfuerza en mantener la dignidad personal cuando las condiciones sociales pretenden burlarse de ella. La autocrítica es el arma de los desposeídos que no tienen otros medios simbólicos de hacerse escuchar. El sentido del humor es entonces una parodia de la adversidad, una negativa a hundirse en la tristeza o la lamentación, transforma la amargura en placer, y nos reímos de él para mantenerlo a distancia. El individuo no se deja alcanzar por las puntas venenosas. Se ríe de sí mismo para testimoniar que apenas lo toma en serio y que todavía no está abatido por las circunstancias. Las explosiones de risa son explosiones de vida. Lejos de estar marcada por un intento de desestabilización, la risa hace un desvío hacia una ocasión de autoafirmación.

      Conocemos esas formas del humor propias de ciertas categorías profesionales: el humor de los estudiantes de medicina, el de los que trabajan en las morgues, etc. Envuelven y desactivan los temores inherentes a una profesión o en este caso, a una situación generalizada. Para los cuidadores que en este momento reciben incontables pacientes en los servicios de urgencia, un stock de chistes prefabricados o captados en vivo, disipa las tensiones, aleja la confusión o lo intolerable. Las historias mórbidas con connotación humorística vienen a desarmar el filo de las situaciones apelando a la banalidad de la crueldad o del horror para quienes están confrontados cotidianamente a ellos. El humor es un arma para aguantar el golpe y purificar los eventos macabros u horribles de su potencial poder espantoso burlándose y así obligar al diablo a volver a su botella. Es una goma que borra la dureza de las circunstancias y alberga un segundo aliento. Protege contra el desconcierto y el temor, última elegancia del sentido para no ceder a la gravedad del evento y mantener la conciencia despierta. Contraría lo trágico de la existencia.

      En el contexto del confinamiento, para muchas familias o parejas con dificultades para soportarse a lo largo del día, la risa o los toques de humor son técnicas para reubicarse frente a una situación difícil. Esas salidas incluso desactivan las peores situaciones. La risa es un disolvente de la agresividad, rompe la gravedad aparente de la situación pretendiendo que no hay que tomársela en serio. Da un momento de distancia crítica. La risa se opone a la violencia como una forma inesperada de desarmar al adversario poniendo las risas de su lado. También es una forma de protección, un intento de salvar la piel o de escapar al desprecio. Ritualiza los anudamientos de la relación social. Relaja la atmósfera, generando un clima tranquilo, quien lanza una palabra ingeniosa o una réplica chistosa en un contexto conflictivo o amenazante disuelve la gravedad del momento e induce así la marcha atrás para poder retomar la discusión de una forma más calmada. El humor erige un escudo de significado contra el cual choca la virulencia de los eventos o las rispideces de una relación. Se trata de “quedar bien parado” y salir de la cuestión cambiando de personaje, devolviendo así de rebote la violencia contra el agresor que pierde un poco de su soberbia. Crea las condiciones de un pacto de no agresión. La risa o los toques de humor son técnicas para reencuadrarse frente a una situación difícil. Hacer reír a los demás con uno o de uno se vuelve un principio para morigerar o neutralizar su agresividad. Es difícil atacar a un chistoso o a alguien que ríe y se rehúsa a participar del contexto social de la agresividad, que no juega el juego y parece vivir en otro mundo social. Esta risa que desarma ablanda la situación y a veces lleva al otro a reírse a su vez. Lejos de ser un signo de debilidad, transmite una fuerza interior, una igualdad de espíritu frente a la adversidad y la conciencia aguda de la relatividad de las cosas.

      Este humor ocasional específico del coronavirus rara vez es carcajada, en ese sentido está más cerca de la sonrisa. La línea humorística revela una característica inesperada de la realidad por medio de un desvío, dice las cosas guiñando un ojo, con un tenue velo porque no podría traducirlas de otra manera. Toma al mundo en diagonal y revela las disposiciones ocultas o las posibilidades futuras. Nada en ese momento es tan grave como para que, a pesar de todo, la risa pueda desarmar el filo de la cuestión. Ejercicio de lucidez, desmantela el orden significante del mundo, levanta la máscara y afirma que las cosas no son tan serias como parecen.

      El humor es un ejercicio de atención, una intención de poner en duda la crisis sanitaria y los peligros que no son exactamente lo que pretenden ser. Devela lo no dicho, la formulación improbable de una verdad o de un juicio bajo una máscara más, de manera reconocible. La risa aporta una palabra que de otro modo sería imposible. Si bien el estallido de las risas no mata el coronavirus, contribuye a su manera a aligerar el fardo. Restablece siempre una forma elemental de contacto, es aglutinante. Recuerda que no estamos ni solos ni desprovistos frente a los peligros ambientales. Aun siendo frágil, restaura el vínculo social amenazado. Da testimonio de la lucidez de ser uno mismo y de no poder tomarse completamente en serio.

      Traducción: Carlos Trosman

      * Profesor de Sociología de la Universidad de Estrasburgo. Miembro del Instituto Universitario de Francia. Autor de Rire. Une anthropologie du rieur (Métailié). En español, entre otros: Desaparecer de Sí. Una tentación contemporánea (Siruela); El cuerpo herido. Identidades estalladas contemporáneas (Topía). Conductas de riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir (Topía). Rostros. Ensayo de antropología (Letra Viva). El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión). La piel y la marca. Acerca de las autolesiones (Topía).

      1 Freud, S., El humor (1927), en Obras Completas, Biblioteca Nueva, 1984.

      2 Gary R., Le sens de ma vie, Paris, Folio, 2016.

      3 Freud, S., op. cit

      Una ruptura antropológica importante

      David Le Breton (Francia)

      El suceso catastrófico puede ser el fin de la civilización política, o luso de la especie ‘hombre’. Puede ser también la Gran Crisis, es decir la oportunidad de una elección sin precedentes. Previsible e inesperada, la catástrofe sólo será una crisis, en el sentido literal de la palabra, si cuando golpea, los prisioneros del progreso exigen escapar del paraíso industrial y que una puerta se abra en el cerco de la prisión dorada

      Ivan Illich, La Convivialidad

      La crisis sanitaria recuerda la estrecha interdependencia de nuestras sociedades, la imposibilidad de cerrar las fronteras. La polución, el calentamiento climático con sus desequilibrios nos lo recuerda a diario. El surgimiento del coronavirus es una nueva vuelta de tuerca. Por otra parte, la paradoja es que al reducirse la circulación automotriz y aérea, y detenerse innumerables actividades que producen polución, el virus provee una especie de respiración ecológica para el planeta. Es necesario que los mundos contemporáneos entren en una era postmoderna radicalizando principios que todavía eran potenciales las semanas precedentes. No creo de ningún modo que se trate de cuestionar las medidas de protección, por supuesto legítimas, sino solamente de resaltar la ironía trágica de su subtexto.

      El confinamiento


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