Déjame en paz…, y dame la paga. Javier Urra
Читать онлайн книгу.participar en redes sociales—. Un trece por ciento muestran una clara dependencia comportamental en su empleo. Un veintitrés por ciento, una conducta abusiva. Un treinta y uno por ciento, señales de riesgo. Casi un cuarenta por ciento cabe calificar como problemático. Un veinticuatro por ciento mostró riesgo en los videojuegos. Pero hay más, y tiene que ver con el control. El cuarenta y uno por ciento de los jóvenes revisan el móvil de sus parejas, vigilan todo lo que hacen. El treinta y nueve por ciento dicen que han oído a algunos de sus conocidos que pegan a sus parejas. Todas estas formas de violencia son más reconocidas por las chicas que por los chicos.
El nueve por ciento de las chicas de catorce años admite haberse emborrachado en los últimos treinta días. Mientras que la cifra de chicos de su misma edad es del seis por ciento.
TIEMPOS DE INSEGURIDAD E INCERTIDUMBRE
Para los varones el principal peligro es verse inmersos en peleas, en robos, etc., mientras que para las chicas el principal peligro y miedo es el sexual, expresamente la violación o cualquier tipo de abuso o agresión. Consideran que hay libertad de expresión y formas de mostrarse, pero que «tecnológicamente dejan huella». Entienden que están comprometidos con la lucha de igualdad de género, la conciencia medioambiental y la asunción de la diversidad, con independencia de la coherencia o no.
En las relaciones sentimentales expresan que no tienen ni voluntad ni preparación para asumir compromisos, y se manifiestan a gusto con vínculos de experimentación, libertad y diversión. El noventa y seis por ciento de los adolescentes de quince a diecinueve años sostienen que nunca ha tenido una pareja.
Verbalizan que les cuesta hablar de sentimientos —ellas lo hacen mucho más—, y que cuando lo hacen pueden ser observados con extrañeza. El sesenta por ciento ha mantenido relaciones sexuales completas antes de los veinte años. Y la primera se tiene de media a los diecisiete. El ochenta y cinco por ciento afirma haber utilizado algún método anticonceptivo o profilaxis en su última relación sexual completa —el anticonceptivo más utilizado es el preservativo—. Y el cinco por ciento confiesa haber tenido algún embarazo no deseado.
El veintiuno por ciento de las adolescentes ha sufrido violencia de control de pareja o expareja en los últimos doce meses.
Ven el futuro con optimismo un sesenta y siete por ciento. El noventa por ciento usa a diario internet para comunicarse, obtener información, jugar o descargar juegos, películas o música.
El sesenta por ciento de los jóvenes aceptaría cualquier tipo de trabajo, dato significativo que nos señala la mala situación en que se encuentra este colectivo. Además, solo el veintidós por ciento están emancipados. Y el noventa y uno por ciento de los adolescentes de quince a diecinueve años no lo están. Los que cuentan con un nivel educativo más bajo tienden a abandonar el hogar de origen antes.
Estudiar en España es comparativamente más caro que en la mayoría de los países de la Unión Europea, y el Estado ofrece menos ayudas que otros de nuestro entorno.
Los propios adolescentes confirman que colaboran poco en casa, y la mayoría no participa en las tareas domésticas, se implican cuando abandonan el hogar.
Al noventa por ciento lo que más les gusta es salir con amigos, escuchar música, usar el ordenador y viajar. El ochenta por ciento ven televisión habitualmente, un consumo de unas tres horas al día. De media disponen de treinta y un euros semanales, y las compras se centran en ropa, calzado, videojuegos, imagen y cuidado personal.
El cuarenta y siete por ciento salen por la noche, casi todos los fines de semana. De ellos, el treinta y siete por ciento regresan a casa entre las tres y las cinco de la madrugada.
En la adolescencia, el ocio nocturno se interpreta como ausencia de control adulto y goce personal.
El primer lugar de causas de muerte corresponde a tumores; el segundo, a lesiones autoinfligidas y suicidios; y el tercero, a accidentes de tráfico.
El cuarenta y tres por ciento consideran que el valor más importante es la igualdad. Los que creen que es la libertad alcanzan el cuarenta y uno por ciento. Mayoritariamente consideran que es el Estado el principal responsable y garante del bienestar colectivo.
Con respecto al asociacionismo de los adolescentes, tiene que ver con la participación en grupos deportivos, y a mucha distancia aparecen las organizaciones de carácter lúdico, cultural o de ocio.
Lo que los padres consideran problemático son los horarios nocturnos, el alejamiento de los adolescentes, la falta a veces de respeto, de obediencia, las exigencias económicas, las malas compañías, la forma de vestir, el desorden en el hogar, la falta de higiene personal y de cuidado, las broncas con los hermanos, la escasa colaboración en las tareas del hogar y la actitud de pasotismo. Y lo que más les preocuparía sería tener que afrontar el embarazo de una hija adolescente, la pertenencia a una secta y el consumo de drogas.
Los adolescentes viven en una situación en la que se habla de que los jóvenes sufren de paro laboral, este es un gran problema. Otro tema es el de una socialización que en gran medida se realiza de manera virtual a través de las nuevas tecnologías. No olvidemos que hay muchos entornos familiares donde el adolescente vive en una situación, califiquémosla, de «en precario».
Señalemos que la sociedad hace omnipresencia de los valores materiales en detrimento de los valores espirituales. Asimismo, no obviemos la aceleración del tiempo cronológico, que exige tomar decisiones con inmediatez, con escasa reflexión. Y las relaciones de género con un repunte de nuevo de un machismo en algunos adolescentes.
2
CARACTERÍSTICAS DISTINTIVAS DE ESTA ETAPA VITAL
Dejemos a nuestros hijos lo mejor que hemos heredado,
y démosles la libertad para que ellos descubran
otros aspectos esenciales que donar.
La adolescencia no es una etapa necesariamente conflictiva; en general, los adolescentes se sienten bien. Por eso nunca han de ser estudiados como entes solitarios, sino formados en una realidad espacial y temporal, y que alrededor, sin duda, está su psicohistoria, su familia, su contexto. Hay que hacerles ver su importancia, su irrepetible unicidad, pero al mismo tiempo su insignificancia global, como cualquiera de nosotros frente al universo.
Es muy difícil, muy difícil, descifrar a los adolescentes, y más su silencio. Decía Chesterton: «La adolescencia es una cosa compleja e incomprensible. Ni habiéndola pasado se entiende bien lo que es, un hombre no puede comprender nunca del todo a un chico aun habiendo sido niño». Esta etapa de cambios físicos, sociales, psicológicos y emocionales se adelanta en la edad a la par que, como hemos visto, se prolonga.
Los bebés son marcadamente dependientes, y es desde ahí y, aun antes de nacer, cuando se genera un vínculo, un apego entre padres e hijos. Después el niño empieza a gozar de alguna autonomía en la escuela, con los amigos, que desemboca en la adolescencia, una época siempre definida como tortuosa donde la necesidad de los demás es total.
El adolescente depende en gran medida de la aprobación de sus iguales, pero por otro lado tiene cuestionamientos íntimos, personales, no comunicados.
Todo ello debiera ensamblarse con las expectativas del colegio y de los padres. Digamos que el adolescente ha abandonado la niñez, pero no alcanza a ser adulto. Está desclasado, está desnortado, está, por tanto, desubicado, enfadado con el mundo, a veces consigo mismo. Vive con pasión, gusta de correr riesgos, en ocasiones es egocéntrico y sus reflexiones se basan en su corta experiencia.
Los adolescentes en dificultad social —por ejemplo, jóvenes extutelados, etc.— tienen un tránsito todavía más difícil a la edad adulta. Resulta entonces imprevisible para sí mismo, y cuanto más para los otros.
Seguramente has observado que tu hijo pasa del bostezo y estar «tirado» a la acción frenética. De la alegría irrefrenable a