Platón en Anfield. Serafín Sánchez Cembellín

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Platón en Anfield - Serafín Sánchez Cembellín


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esto en cuenta, el planteamiento de Hegel parte de la tríada Idea, Naturaleza y Espíritu, a partir de la que el sistema se divide en Lógica Naturaleza y Espíritu.

      La Lógica es como la partitura de la sinfonía que constituye el proceso dialéctico, es el logos, el orden racional y las leyes que guardan el sentido de dicho proceso. Se ocupa de la Idea antes de cualquier tipo de manifestación de la misma.

      La Lógica de Hegel es al mismo tiempo una ontología, ya que en su idealismo, pensar y ser son la misma cosa en la medida en que lo racional es real y lo real es racional.

      La Filosofía de la Naturaleza se ocupa de la Idea en cuanto que esta sale de sí misma, en cuanto que se pierde y aliena para plasmarse en la exterioridad de la propia naturaleza y sus leyes.

      La Filosofía del Espíritu representa el momento en el que la Idea retorna, vuelve sobre sí, y acaba tomando conciencia de ella misma por medio del pensamiento humano.

      Fabricando Wolkswagen; el sistemático rodillo de la Mansschaft

      Tendréis que perdonarme esta árida charla sobre la sistematicidad de la filosofía alemana, pero pienso que ha sido necesaria no solo para familiarizarnos con la segunda línea de trabajo, la de sistema, sino también para comprender mejor cómo, en virtud de la concepción dialéctica, los alemanes han sido tradicionalmente capaces de conciliar los opuestos en una unidad con la propiedad de superarlos.

      Y es que ahora ya no vamos a referirnos a la concepción vitalista de Nietzsche, y también por qué no del Romanticismo, sino a la de un planteamiento que nos remite a una visión más mecanicista del asunto, una disposición en la que cada elemento se limita a cumplir su función con extraordinaria y silenciosa precisión dentro del sistema. Futbolísticamente hablando esta idea ha estado muy vinculada a la Mansschaft, es decir, El equipo, la selección alemana.

      No es habitual presenciar estridencias en el combinado alemán. El concepto de sistema se ha impuesto muy a menudo en su forma de hacer fútbol, y por eso la idea de orden y organización suelen tener un papel predominante en sus equipos. Hablamos de orden y no exactamente de estrategia, que es un concepto tal vez más italiano. Así, cuando nos referimos al orden queremos aludir a la organización y sentido que surge del rigor y la férrea eficiencia con la que cada jugador se limita a cumplir con su función para el beneficio del equipo.

      Parece como si esa eficiencia organizativa que muestran en sus trabajos, negocios y empresas, la aplicaran a la forma de jugar al fútbol, y así se llevaban la victoria sin prisa, pero sin pausa, con la misma fiabilidad y eficacia que hacen los Wolkswagen.

      En el fondo es el concepto de máquina, de rodillo. Un concepto que remite a la sensación de estar luchando contra un Panzer o contra ingenios mecánicos de tanta confianza o solvencia como los camiones Man o Mercedes. Vamos, algo que aunque no parezca muy espectacular es seguro que no te va a fallar porque es un sistema perfecta y silenciosamente organizado. Un sistema que, por lo mismo, está preparado con creces para cumplir su misión,

      Si uno piensa en el prototipo de jugador alemán, tiene que reconocer que si hablamos en términos de motores, son como los diesel, por cierto que Rudolf Diesel, el inventor de este tipo de motores era alemán a todas luces aunque naciera en París. Decía que los futbolistas alemanes tal vez no hagan jugadas grandiosas muy a menudo, ahora, los tíos no paran de correr y hasta tal punto les dura el «combustible» que acaban con el rival a fuerza de puro agotamiento.

      Es evidente que ha habido innumerables jugadores espectaculares que han vestido la camiseta alemana, pero no era esa su esencia, sino el trabajo y la brega constante no exenta, por supuesto, de calidad, como cualquier producto típicamente alemán. Ahí están por ejemplo gente como Uli Stielike, Lothar Mathäus, Paul Breitner, Matthias Sammer, Jürgen Kohler, Andreas Brehme, Felix Magath, Hans-Peter Briegel..., es evidente que me dejo algunos a propósito porque, tal vez, destacaban más de la cuenta como Beckenbauer, Rummenigge o Müller.

      En cualquier caso creo que el prototipo de jugador alemán es el que he tratado de describir. Futbolistas que, a diferencia, por ejemplo, de los argentinos, no tienen la intención principal de guisárselo y comérselo individualmente como Maradona, Messi o el Burrito Ortega. Su forma de comportarse es distinta, es la del tanque poderoso e incansable que sabedor de cuál es su misión, la cumple, dentro del sistema, con fuerte y obstinada determinación, la misma con la que Wolff trató de educar a los pensadores alemanes.

      Así pues hemos tratado de buscar la esencia del fútbol alemán a través de dos líneas básicas de trabajo como han sido el vitalismo y lo instintivo junto a lo más racional y sistemático. Además, hemos visto como esta gente con su capacidad organizativa y sintetizadora, propia de la dialéctica, ha sido capaz de integrar ambas dinámicas en su carácter y forma de entender la vida. Sin embargo, esta hipotética esencia del fútbol germano, al igual que la inglesa, se va diluyendo en base a una multiculturalidad cada vez más evidente y a una mayor profesionalización del fútbol que minimiza extraordinariamente las diferencias físicas.

      Ya sabemos que Heráclito dictó sentencia cuando dijo que todo cambia y nada permanece. Hasta tal punto tenía razón que su afirmación también es ley para el fútbol. Y es que actualmente los alemanes han perdido, en buena medida, ese predominio y poderío que les caracterizaba; por eso, aunque siempre están ahí, no acaban de tener la contundencia necesaria para hacerse con los títulos. Una contundencia que por otros medios se ha aliado últimamente con mi querida España.

      A pesar de todo, pocas cosas sigue habiendo mejores que ver un partidazo de la Bundesliga mientras te tomas una buena cerveza alemana.

      10

      De todos es conocido que Grecia no es una potencia futbolística, sin embargo, hace relativamente poco tiempo, 2004, que fueron campeones de Europa. Además, la historia convirtió a Grecia en el lugar elegido por el destino para que la filosofía apareciera como intento racional de abordar el ser. Por lo tanto, parece que estamos obligados a reflexionar sobre cómo la idiosincrasia griega se plasma en un campo de fútbol.

      De repente y sin que nadie sepa muy bien por qué, resulta que Grecia es campeón de Europa en 2004, y lo es derrotando en la final contra todo pronóstico a la selección anfitriona: Portugal.

      El entrenador de ese equipo era Otto Rehhagel y parecería que, en un momento dado, se hubiera planteado las siguientes cuestiones: ¿Qué voy a hacer con esta gente? ¿A qué, y cómo voy a jugar? ¿Qué es lo que mejor saben hacer estos helenos? Pues bien, Rehhagel dio con la clave; y lo hizo porque al equipo que tenía le hizo jugar tal y como nos dice la historia que los griegos afrontaban la existencia.

      El orden o la falange espartana


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