La Trinidad explicada hoy. Giulio Maspero
Читать онлайн книгу.ser fiel para siempre, es decir, la capacidad de no dejar nunca de serlo, a pesar de las traiciones del pueblo. Dicha idea se ve reflejada, por ejemplo, en la misión de Oseas, llamado a casarse con una prostituta para comunicar el mensaje de que Dios continuará siendo fiel al pueblo elegido a pesar de su idolatría.
Estos atributos que Israel va descubriendo en toda su profundidad a medida que interactúa con Yahvé y lo va conociendo cada vez más, empujan hacia una concepción concreta, en la línea de una plenitud fontal. Dios no tiene vida, sino que es la Vida misma, porque es la fuente de toda vida. De este modo la eternidad no es el simple hecho de ser desde siempre, sino una posibilidad de estar siempre presente. En este sentido se aproxima a la omnipresencia, fundamental para el clan nómada y para el pueblo en el exilio. La facultad de estar siempre cerca va unida a la espiritualidad de Dios, cuya comprensión viene sin embargo obstaculizada por la tendencia del pueblo a querer localizarlo, a quererlo tocar, como ocurre en el episodio del becerro de oro durante el éxodo (cfr. Ex 32).
Asociado a la omnipresencia y a la omnisciencia está el hecho de que Dios conoce cada cosa, hasta el corazón de los hombres y las intenciones más secretas (Jer 11, 20; Sal 139, 1-4). La referencia a la interioridad humana es de suma importancia, porque el mundo hebreo no se rige por la necesidad, como en el caso de los griegos, donde todo se somete al destino, sino que el hombre, como imagen de un Dios que tiene voluntad y que ama, tiene una interioridad, un «interior» que se caracteriza por la libertad y no por la necesidad, que solo el Creador puede conocer. Por lo tanto, si te encuentras con Dios, como les ha sucedido a los patriarcas, lo puedes reconocer precisamente por el hecho de que Él conoce los secretos de tu corazón, lo que te has dicho a ti mismo estando solo, en el ámbito inaccesible a todos los demás que es tu conciencia.
De este modo, para Israel, los atributos de Dios son extremadamente concretos y todos reconducibles a la relación que Dios ha establecido con el pueblo y a la capacidad absoluta de relación que le caracteriza. El Creador saca de la nada a sus propios interlocutores, junto a todo el universo por medio de la Palabra, realidad en sí misma relacional. La eternidad es la capacidad de estar siempre y no dejar nunca de estar, así como la omnipresencia y la omnisciencia nacen de la posibilidad de permanecer siempre en relación. Esta capacidad relacional se ve como una fuente de vida y de ser.
Por lo tanto, las categorías de la Sabiduría y de la Palabra de Yahvé, que en sí mismas indican la actividad divina, se irán personificando cada vez más en la reflexión hebrea hasta convertirse en figuras de mediación. El ser persona de Dios se refleja en su obrar hasta el punto de que la propia relación con Él se personifica. Se trata de un artificio literario que revela sin embargo una concepción profundamente personal y prepara en cierto sentido el paso neotestamentario a la identificación de la Sabiduría y la Palabra con Cristo.
La lectura relacional de los atributos es importante porque señala la diferencia respecto al mundo filosófico y pagano, caracterizado por la necesidad. Dios no es eterno en el sentido de que todo lo que ocurre está determinado. La libertad del hombre es auténtica, como auténtico es su pecado. Pero Dios es eterno en el sentido de que tiene una plenitud absoluta de vida, por lo que puede también afrontar cada nueva negación del hombre hacia Él. El Creador es creativo y continúa ejercitándose, porque es tan grande que puede correr el riesgo de la libertad humana. La historia no está predeterminada, sino que es un auténtico diálogo.
Esto explica cómo en Israel la percepción de los atributos divinos ha llevado a profundizar cada vez más en la dimensión moral. De modo que la verdad, en cuanto característica propia de Dios, se lee concretamente como fidelidad que viene a menudo acompañada por la bondad. La misma justicia divina que a veces castiga duramente, se concibe en términos de misericordia y no de proporción necesaria —a lo que hacía referencia el símbolo tradicional de la balanza—, porque el castigo de Dios acaba por alejar al hombre del mal. La identificación del Creador con la fuente de la Vida y de cada bien implica que el alejamiento de Él se identifica con el mal, así como apartarse del calor lleva a percibir el frío. Desde esta perspectiva es comprensible que justicia y misericordia se reclamen la una a la otra: Yahvé es un Dios que ama, con la ternura de una madre (cfr. Is 49, 15), y que ama especialmente a los pobres y a los débiles.
Pero para comprender este amor es necesario percibir primero que Dios es omnipotente, de otro modo el don no se puede reconocer. Dios no ama a su pueblo porque lo necesite. Se trata de un pueblo nómada que no tiene nada que ofrecer. Israel no debe olvidarlo, porque de otro modo se desprende de la relación con el Creador y, por lo tanto, pierde el contacto con la fuente de la vida. La omnipotencia permite precisamente leer la relación como don y, por lo tanto, a Dios como amor.
A lo largo de su historia los hebreos profundizan cada vez más en los atributos de Yahvé espiritualizándolos, comprendiendo su conexión intrínseca hasta considerarlos como si fueran Dios mismo y, por lo tanto, hacerlos coincidir entre ellos. Utilizando una comparación física, es como si cualquier atributo fuese uno de los colores de la luz del sol, que al ojo le parece blanca, pero que pasando a través de un prisma se descompone en sus elementos. Dios es uno y se identifica con sus atributos, con todos ellos, pero la perspectiva del hombre, nuestro ojo, los descompone, distinguiendo omnipotencia y eternidad, justicia y misericordia.
De este modo, a lo largo de su historia, el pensamiento teológico de Israel se ha ido desarrollando cada vez más, llegando a un grado de refinamiento y elaboración únicos, gracias a la relación continua con Yahvé. Y así, a través de la comprensión cada vez más espiritual de su Palabra y de su Sabiduría, de su omnipotencia y de su misericordia, el pueblo elegido se ha ido preparando para abrazar y tocar al mismo Verbo de la vida, Jesús el Hijo de Dios.
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