La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968. vvaa

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La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968 - vvaa


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abismal y yo me considero uno de los médicos que ha contribuido, muy humildemente, a ese cambio.

      En esa época los médicos realizábamos nuestra labor como cada uno había aprendido de sus mayores. El trabajo en equipo, la realización de protocolos (empezamos llamándoles “rutinas”), el reunirse los médicos para realizar sesiones clínicas en las que se discutían protocolos y comportamientos con un determinado paciente, la aparición de pruebas diagnósticas que ni nos imaginábamos y la evolución y aparición de medicamentos que no existían, ha hecho que la profesión de hoy en día no se parezca ni remotamente a la de entonces.

      Quizá lo más destacable sea la evolución mental de los médicos, que hemos dejado de considerarnos semidioses, y entender que somos unos profesionales que manejamos una cosa tan importante como es la salud de nuestros pacientes.

      Los descubrimientos que se han producido en todos los campos, gracias a la investigación de millares de profesionales, han sido otro de los pilares de la evolución de nuestra profesión.

      No cabe duda de que también ha cambiado la relación con los pacientes. Pero yo creo que a mejor. Es verdad que hoy en día un paciente enfadado puede incluso agredir al médico y que eso no sucedía en aquel entonces, pero a mí la relación por la cual el paciente consideraba al médico como un ser superior, me molestaba. Yo creo que es mucho más lógico que el paciente se sienta atendido por un profesional que le trata con cariño y que pone todo su empeño en procurar su salud.

      Actualmente los médicos quizá atienden a los pacientes más como un problema concreto que como una persona que tiene una enfermedad, pero yo considero que nuestra generación ha atendido a sus pacientes progresivamente con más recursos profesionales y a la vez dándole la importancia personal que se merecen.

      La evolución técnica de los análisis clínicos y de las pruebas diagnósticas, sobre todo las relacionadas con la imagen, ha sido extraordinaria. Y la seguridad con la que hoy en día se realizan los diagnósticos es relevante. En concreto para mí, la evolución de las imágenes de ecografía y las técnicas relacionadas con los ultrasonidos, como el Doppler, o las tres y cuatro dimensiones han sofisticado mucho las posibilidades diagnósticas de la ecografía.

      Pero la evolución no ha sido solo técnica, sino que los estudios con estas herramientas nos han permitido descubrir muchos procesos que anteriormente nos estaban vedados. Por ejemplo, antes para conocer la anatomía había que realizar la disección de un cadáver, hoy en día gracias a las técnicas de la imagen somos capaces de ver la anatomía e incluso de conocer la función de esas estructuras.

      También ha aparecido el concepto de medicina preventiva. Hoy en día acudimos al médico no solo cuando tenemos síntomas de una enfermedad, sino la mayoría de las veces para realizar pruebas que nos detecten un potencial peligro de caer enfermos en el futuro. Y naturalmente hay medicamentos y se han estudiado cuidados que nos permiten prevenir enfermedades. Fijaos: los medicamentos más vendidos no son los antibióticos, por ejemplo, sino los antihipertensivos y las estatinas para bajar el colesterol (además de los que solucionan la disfunción eréctil).

      Con todo ello se ha conseguido que la esperanza de vida en nuestro país, sea la segunda más elevada del mundo.

      EL OFICIO

      El día que aprobé la Patología Quirúrgica, en septiembre, me puse a trabajar en el Servicio de Urgencias, llamado “las lecheras”, porque las ambulancias en las que nos desplazábamos eran furgonetas 2CV parecidas a las que usaban los repartidores de leche en la época. Este trabajo lo compatibilizaba con el de agregado en Basurto y me ayudaba a sacar unas pesetillas.

      Las cosas eran muy distintas en aquel entonces. Al ir al Colegio de Médicos de Vizcaya, me dieron un número (el 2881) y me preguntaron cuáles eran las especialidades en las que quería apuntarme. Allí me enteré que para sacar el título de especialista, no era necesario más que estar apuntado en el Colegio durante dos años y te expendían el título correspondiente. Naturalmente solo me inscribí en Ginecología. Me parecía que la única manera de realizar la especialidad correctamente era el sistema MIR, que se había instaurado pocos años antes, y he tratado de defenderla siempre.

      También seguí yendo al Servicio de Ginecología como agregado, lo que me permitía aprender como si fuese interno, pero sin cobrar. A mí no me convencía nada la manera de trabajar de los ginecólogos del Hospital de Basurto. Cada uno hacía lo que le habían enseñado en diferentes centros hospitalarios. Todos se criticaban entre sí profesionalmente y yo no veía qué criterios eran los correctos. Además, la figura del jefe era por un lado criticada, pero por otra venerada, hasta el punto de que el Dr. Valverde le hizo a Usandizaga padrino del hijo que nació en aquella época.

      Un día me encontré con Luis Renedo, que había estado en Basurto y luego se trasladó a Cruces para hacer la especialidad y me dijo que intentase hacerla en Cruces como residente, para lo que había que presentarse a un concurso que se hacía en cada hospital en el que se solicitara el puesto. Me invitó a ir al Departamento de Ginecología de Cruces cuando él estuviese de guardia para enseñarme las instalaciones. Coincidí con el Dr. Anza como jefe de guardia y entre los dos me convencieron de que mi porvenir era mucho mejor en ese Departamento que en Basurto.

      Cuando salió la convocatoria de plazas de interno-residente me presenté a interno (consistía en un año rotando por los principales Servicios del Hospital) y a residente. Me recorrí España haciendo exámenes y entrevistas y me dieron plaza en Bilbao, La Paz (Madrid), La Fe (Valencia) y Santander. La primera opción era ir a La Paz, que entonces estaba considerado el mejor hospital de España, pero el sueldo era de 13600 pesetas y como queríamos casarnos y a Marije en el único sitio en el que no le dieron plaza fue en Madrid, decidimos quedarnos en Bilbao y hacer la especialidad en Cruces.

      Me presenté al Dr. Rodríguez Escudero, que era el jefe del Departamento desde hacía solo seis meses y tenía treinta años, y me dijo que primero hiciera el rotatorio porque me daría una base para poder hacer luego la especialidad. Así que durante un año roté por Cirugía, Pediatría, Medicina Interna, Traumatología y Ginecología. Cuando terminaba mis obligaciones en el Servicio en el que rotaba me iba a Ginecología y allí me fueron conociendo antes de entrar a formar parte del Departamento de una forma oficial.

      El recuerdo que tengo del periodo de residente es que aprendí mucho y me divertí más todavía. La medicina que se hacía en Cruces era distinta a la de Basurto, los médicos que eran mis jefes discutían los casos, pusieron en marcha los protocolos y trataban al residente como a un igual, la relación era muy buena y, aunque en aquella época no estaba el Departamento muy bien organizado, todo el mundo tenía ganas de mejorar. El espíritu era mucho más abierto que en Basurto y, en definitiva, yo me encontraba mucho más a gusto.

      MI VIDA PROFESIONAL

      En 1979 conseguí la plaza de médico adjunto del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital de Cruces. Para mí fue un logro muy importante. Me gustaba la medicina hospitalaria y llegar a ese puesto era mi primera meta profesional.

      Empecé trabajando en la Consulta de Embarazo y allí estuve dos años. Después pasé a la Sección de Partos, donde me acompañó Andrés Benito, al que tengo que agradecer lo mucho que me enseñó, tanto desde el punto de vista de la Obstetricia, como desde el punto de vista humano. Era una gran persona. Es una pena que falleciera joven debido a la enfermedad de Niemann-Pick. Lo sentí mucho desde que empezó a comportarse de una forma extraña dos años antes de morir.

      Me gustaba mucho más la Obstetricia que la Ginecología y el puesto de trabajo era muy interesante, pero la sala de partos era de mucho estrés. Así es que cuando el Dr. Escudero, Paco de aquí en adelante, me propuso hacerme cargo de la ecografía, me pareció todo un reto. Paco no creía mucho en ese procedimiento diagnóstico, pero sabía que podía ser una prueba con un gran porvenir. Cuando yo llegué al Departamento había un ecógrafo estático (había que recorrer con el transductor la zona del cuerpo a explorar y salía en la pantalla una imagen fija de lo que había debajo). Este instrumento se utilizaba para colgar las batas blancas cuando nos marchábamos a casa. Nunca nadie supo manejarlo, ni se pudo realizar ningún diagnóstico con


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