La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968. vvaa

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La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968 - vvaa


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y parece que se le cayeron los huevillos por el camino. Diaz-Emparanza me dijo un día que para él la ecografía había sido la mayor frustración de su vida.

      Cuando yo me hice cargo de la ecografía ya había aparatos con los que podía verse en tiempo real, pero nos servían de poco porque no teníamos conocimientos sobre lo que significaban las imágenes. El desarrollo de la ecografía ha sido paralelo a mi vida profesional. Según alguien se daba cuenta de lo que significaba una imagen y lo publicaba, los demás lo incorporábamos a nuestros conocimientos.

      Cuando en 1987 tuve la oportunidad de trabajar en el Instituto Dexeus en Barcelona, fue como subir de repente un tramo de escaleras en mis conocimientos y a la vuelta a Cruces empecé el desarrollo de la Unidad, que al principio se llamó de Ecografía, y como se fueron incorporando otras técnicas, se terminó llamando Unidad de Diagnóstico Prenatal.

      Pero tengo que volver a decir cuánto ha evolucionado la Medicina en este tiempo. Cuando diagnosticábamos una malformación fetal por ecografía, luego queríamos comprobarla al nacimiento del feto, fuera recién nacido o producto abortivo. Pero todo eran inconvenientes. Cuando era un aborto, los pediatras no se hacían cargo y el feto se enterraba sin estudiar adecuadamente. Si conseguíamos que se enviara a Anatomía Patológica, el estudio era inexacto, a nadie le importaba. Tengo que contar que en varias ocasiones apareció el informe como “normal” después de que la paciente había interrumpido el embarazo porque le habíamos diagnosticado una malformación grave. La repuesta del anatomopatólogo “de normal”, no tenía mala intención sino desconocimiento de una ciencia que estaba en sus albores en ese momento.

      Sin embargo, en las últimas sesiones clínicas a las que acudí antes de jubilarme, las anatomopatólogas eran capaces de diagnosticar hasta problemas en la migración neuronal. La evolución ha sido increíble.

      Entre las técnicas que se empleaban dirigidas por ecografía estaba la amniocentesis. Como el protocolo que habíamos implementado decía que se podía realizar esa prueba invasiva a todas las madres que contaban con más de treinta y cinco años, y la edad de tener hijos se ha ido retrasando, realizábamos hasta mil amnios al año. El riesgo de que se estropeara el embarazo era solo del uno por ciento, pero la rentabilidad del procedimiento era muy baja. Así es que propuse a la directora médica de Cruces, Michol González, poner en práctica el Test Combinado del Primer Trimestre, que permitía seleccionar mediante un algoritmo en el que se incluía la edad materna, el grosor del pliegue nucal en el feto y la alfa-feto-proteína en sangre materna, el riesgo de que el feto padeciera un Síndrome de Down. Si ese riesgo era mayor de 1/270, se realizaba la prueba invasiva. El Test Combinado evitaba realizar más de las debidas. Instaurar este procedimiento fue muy complicado y se dilató en el tiempo, pero cuando a la Dra. González le hicieron directora médica en los Servicios Centrales de Osakidetza, me llamó y me dijo que hiciera un plan para poner en práctica el Test Combinado del Primer Trimestre en toda la red sanitaria vasca. Se convirtió en un plan que he dejado como herencia y que es, probablemente, lo que más satisfacción me ha producido.

      Aquello resultó también en un impulso enorme para la Unidad de Diagnóstico Prenatal, junto con la acción de mi amigo Txanton Martínez Astorquiza, que sí creía en la ecografía como procedimiento diagnóstico. Se compraron nuevos ecógrafos, se informatizó la Unidad, se ubicó en un espacio mucho más digno y, sobre todo, se contrató personal para la Unidad. Uno de esos contratos que elevó la calidad de la Unidad, fue el de la Dra. Nerea Maiz, que había trabajado con el Dr. Nikolaides en Londres y que comenzó a realizar intervenciones en los fetos, además de ponernos a un nivel superior en nuestros conocimientos de ecografía. Algunos ginecólogos mejoraron su especialización en ecografía y la Unidad empezó a trabajar con tres despachos permanentes. Poco antes de jubilarme se contrató para la Unidad al Dr. Burgos, que aparte de buen amigo, me ha sustituido en todas mis funciones excelentemente.

      Me parece más importante hacer hincapié en la evolución de la Medicina que en mis asuntos personales, pero durante este tiempo yo también hice mis pinitos profesionales. Conseguí el rango de jefe de Sección, hice la tesina de licenciatura, los cursos del doctorado y la tesis doctoral y he sido profesor asociado en esa Universidad, ahora, del País Vasco, y no solo de Bilbao, como era al principio cuando formamos parte de aquella primera promoción. Así como vocal de la sección de ecografía de la SEGO y profesor de la Escuela de Ecografía Española.

      También quiero contar que he realizado medicina privada. La cuestión empezó un día que me llamó por teléfono el Dr. Portuondo proponiéndome sustituir en el gabinete, que tenían en la Alameda Mazarredo varios médicos, al Dr. Gabriel Aranguren, que había sido nombrado director de no sé qué en el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco y abandonaba la consulta. Todo fueron facilidades, yo solo me tenía que hacer cargo de los gastos y José Ángel Portuondo me iría presentando pacientes del Dr. Aranguren y a todas las pacientes que acudieran a él y no tuvieran problemas de esterilidad. Mi actividad empezó a desarrollarse poco a poco, pero el Dr. Portuondo falleció en el accidente de avión del Monte Oiz, lo sentí como si se hubiera tratado de un familiar, pero la consulta cambió. La misma tarde que dejó de acudir José Ángel a su despacho me hice cargo de sus pacientes. Entonces la esterilidad no era tan compleja como ahora, pero era muy difícil suplir a Portuondo y propuse a mis compañeros atraer a Olga Ramón, que sí era especialista en esterilidad. Olga vino y volvimos a funcionar de la misma manera que hasta entonces.

      Mi idea de la medicina privada, era que había que cambiar el concepto de ese médico que en una habitación de su casa y con el hall como sala de espera se ponía a ejercer la Medicina sin los medios adecuados.

      Mi filosofía de lo que debía de ser la medicina privada consistía en asociarnos unos cuantos ginecólogos dedicados a diferentes parcelas de la especialidad, montar un sitio dedicado a pasar visita, con tantos medios como contábamos en los hospitales, y tratar de dar a las pacientes lo mismo que en la medicina pública, pero con la cercanía que ofrece el menor número de pacientes que, además, depositan su confianza en ti. Esta idea es difícil de poner en práctica. En Bilbao no existía, aunque el pionero Dr. Gurrea algo de eso estaba creando en la Clínica Euskalduna.

      La oportunidad apareció porque Paco Escudero tenía la misma idea y me propuso hacer un grupo que empezara su desarrollo. Así fundamos El Centro de Estudio de Ginecología y Reproducción, CEGYR. Lo formamos Paco Escudero, encargándose de la Ginecología y la Oncología, José Luis Neyro especializado en la Esterilidad, Gabriel Aranguren de la Obstetricia en general y yo del Diagnóstico Prenatal. Compramos las herramientas que nos parecieron necesarias, para mí adquirimos un ecógrafo Toshiba de última generación, y montamos un laboratorio y un quirófano sencillo para realizar la reproducción, en un piso que estaba situado encima de la cafetería Iruña al que decoramos con todo esmero. Tuvimos muy buenas ideas, como la de que nos asistieran para pasar consulta tres matronas que eran las que nos ayudaban a realizar los partos en la Clínica Guimón. Las pacientes estaban encantadas porque el día que iban a dar a luz a la clínica se encontraban con personal conocido desde el primer momento. Y empezamos a funcionar estupendamente.

      A los cinco años nos dimos cuenta de que en Bilbao la medicina “privada” no existe y el no tener la cobertura de seguros privados es incompatible con alcanzar un número de pacientes suficientes como para poder adquirir los medios necesarios que nos mantuvieran en el primer nivel, que era lo que deseábamos los cuatro socios. Así es que cuando tuvimos la oportunidad de asociarnos con Juan Diaz Emparanza y Ander Mezo no dudamos en hacerlo, ellos tenían un volumen de pacientes muy importante y deseaban dar un salto en la calidad de la Medicina que realizaban, y pertenecían al IMQ, que en Bilbao es imprescindible para tener ese volumen de pacientes necesario.

      Siguiendo con nuestras ideas sobre cómo debía ser la calidad de nuestros servicios, nos trasladamos al antiguamente llamado Palacio del Pino, residencia de ilustres bilbaínos de otra época, ahora edificio emblemático al lado de la Basílica de Begoña, con superficie suficiente como para montar un laboratorio y un quirófano adecuados, y los despachos y salas de exploración que habíamos soñado, teniendo la ventaja de que estaba al lado de la Clínica Virgen Blanca, donde realizábamos los partos y las intervenciones. La filosofía que pusimos en práctica era la de que las pacientes tuvieran todos los servicios que precisaban


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