Holocausto gitano. María Sierra

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Holocausto gitano - María Sierra


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de derechos legales, los destinos comunes en la deportación a guetos y campos de concentración —señaladamente hacia el muy simbólico de Auschwitz—, el fusilamiento de judíos y gitanos por los Einsatzgruppen (las unidades móviles especiales de acción que acompañaban al ejército alemán en su avance hacia el este), etc. No es extraño que muchos historiadores que han abordado el análisis del genocidio romaní provengan, de hecho, del campo de estudio del holocausto judío, pues en los mismos archivos que trabajaban con este último fin encontraron evidencias del destino parejo de los romaníes europeos. Esta disposición a la comparación y a la comunicación entre casos no conlleva un borrado de las diferencias ni una negación de las singularidades. Como ha planteado Weiss, no se trata de pesar el número de víctimas en una comparación burda, sino de enfocar la investigación de manera que permita una contextualización constante de los nuevos datos y un estudio global de la política racial nazi.

      En el estado de la cuestión que se ofrece en la Parte I de este libro se ha procurado atender a este consejo, reparando tanto en las semejanzas como en las diferencias que permite la comparación (Capítulo 2), rastreando precedentes a largo plazo de los procesos estudiados (Capítulo 1) y reflexionando sobre el agravamiento de las secuelas de la persecución nazi debido a la desconsideración posterior de sus víctimas romaníes (Capítulo 3). En la redacción se han evitado las notas a pie de página, con el objeto de hacer la lectura más ágil, pero se ha indicado siempre el origen de los principales datos e interpretaciones manejados, proporcionando el nombre de los autores (y las fechas de sus aportaciones en el caso de emplearse varias) para remitir con ello a una bibliografía final que, por su extensión y carácter comentado, pretende ofrecer al lector interesado una guía de lecturas para profundizar en el tema. En la Parte II se han empleado un conjunto de memorias de supervivientes que se detallan tanto al principio de esta sección como en la misma bibliografía final, y a las que se hace igualmente referencia precisa a lo largo del texto. Las traducciones de las citas que originariamente estaban en inglés y francés son de la propia autora, quien agradece la ayuda de Gloria Rodríguez Tur y Virginia Maza para las citas en alemán.

      Como se observará, este libro también emplea material gráfico procedente de diversos archivos. El esfuerzo realizado para localizar y reproducir estas imágenes tiene en sí mismo una historia que merecería ser contada. Quedará para otra ocasión, pero sí es preciso decir aquí que esta historia sería un buen complemento del Capítulo 3, especialmente para la cuestión de cómo la investigación y la divulgación intervienen en el conocimiento público y la conciencia social en temas tan relevantes cívicamente como este: el contacto directo con los varios centros documentales en los que se conservan estas imágenes demuestra que hay instituciones que realmente cumplen con la labor declarada de ayudar a difundir la historia y la memoria de los holocaustos, mientras que otros defraudan la esperanza de los supervivientes y sus familias como donantes de documentos personales. Al final de este libro se ofrece un listado de las imágenes empleadas, con todos los detalles de referencia y localización posibles. Como autora de estas páginas, animo a una lectura crítica también de esa parte de mi discurso: como dice Susan Sontag, las fotografías nunca representan sin más una realidad supuestamente objetiva, sino que la interpretan e incluso crean [Il. 1]. La selección de imágenes que aquí se presenta, en parte mediada por las posibilidades documentales aludidas, no deja de ser eso, una selección, que forma parte del conjunto de opciones realizadas en este libro.

      Aunque sean opciones de las que, obviamente, solo soy responsable como autora, quiero agradecer contribuciones, opiniones y compañías de quienes me han ayudado en esta tarea. Todo trabajo académico se gesta en un entorno en el que el intercambio con los colegas siempre enriquece de forma genérica, pero en esta ocasión además he podido contar con el apoyo directo de dos historiadores que conocen muy bien este espacio y con los que he intercambiado ideas o materiales documentales: gracias a Miguel Martorell, generoso compañero de viaje por tierras oscuras, y gracias también a Eve Rosenhaft, por prestarme su conocimiento experto del genocidio romaní de muchas pequeñas maneras. A Carlos Forcadell le debo, hace tiempo, la confianza de saber que es mejor ponerme toda entera en aquello que escribo. También le debo haber conocido a Virginia Maza, con quien he tenido la suerte de cruzarme durante este trabajo en bucles que prometen continuar y a la que quiero agradecer sus regalos en forma de citas de literatura alemana. Puesto que este libro ha supuesto un reto especial por varios motivos, también mi familia ha participado de mis afanes: agradezco a Sara Sierra, Paco Sierra y Sara Trujillo la atención paciente y empática en todas las ocasiones en las que conduje nuestras conversaciones con apasionamiento hacia mi propio universo mental concentracionario. Finalmente, a Juan Pro le toca la difícil suerte de formar parte de ambos círculos, el profesional y el familiar, y de estar implicado en todos mis empeños. Aquí me limito a agradecerle la lectura más atenta que tuvo este manuscrito antes de que Ricardo Artola, entusiasta editor, lo convirtiese en libro.

      NOTA:

      Este trabajo se ha realizado en el marco de los proyectos HAR2015-64744P, PID2019-105741GB-I00 y BESTROM-HERA

Illustration

      1

      Gitanos y antigitanismo:

      historias paralelas

      Como sucede con el caso del pueblo judío, la operación de liquidación sistemática de la población romaní europea que ideó y ejecutó el nazismo solo se entiende cabalmente si se inscribe en la historia del antigitanismo, un fenómeno complejo que tiene una trayectoria tan larga como la historia misma del pueblo roma en el mundo occidental. Este capítulo abordará, en consecuencia, lo que podemos considerar precedentes del genocidio romaní proyectado por el nazismo. Sin restar especificidad a las acciones que tuvieron lugar en etapas históricas anteriores, puesto que responden a distintas mentalidades y formas de entender la organización de la sociedad, lo cierto es que el trato que las naciones europeas han dado a las diversas minorías romaníes ha estado caracterizado de forma persistente por el rechazo, la negación de su cultura, el hostigamiento e, incluso, el intento de eliminación. Por decirlo con otras palabras, las políticas nazis contra los gitanos encontraron el terreno abonado por una larga tradición legal y cultural que había venido estigmatizando a este colectivo, considerándolo extraño y peligroso para la sociedad. Sin ese soporte, difícilmente hubiera sido factible el programa de exterminio de los gitanos ideado por el nazismo.

      El maltrato y la persecución han sido (y son aún) tan persistentes que no debería resultar difícil entender la reacción defensiva de cierre por parte del grupo así interpelado, cuya misma definición es por este motivo problemática. La cuestión de los nombres, a la que se ha hecho referencia en la introducción, es una buena muestra de la complejidad de una identidad contestada como pocas: quienes los llamaron gitanos lo hicieron con intención peyorativa y desde fuera de la comunidad así denominada; quienes fueron llamados gitanos (y maltratados como tales) durante la Segunda Guerra Mundial intentaron luego redefinir su identidad colectiva bajo otros nombres a la luz de la experiencia del holocausto; por último, la memoria de esta experiencia tiene hoy en día lecturas diversas entre quienes se consideran herederos del pueblo romaní o gitano y tienen que seguir luchando contra estereotipos negativos sobre su identidad colectiva.

      Llegar a Europa en tiempos revueltos

      A partir de una reconstrucción realizada a la luz de la filología, los gitanos habrían llegado a Europa procedentes de algún lugar al nordeste de la India, de donde salieron en un momento indefinido de la Edad Media para instalarse en diversos territorios del antiguo Imperio bizantino, primero en Asia Menor y luego en la península balcánica, donde hay ya sí constancia histórica de su asentamiento y actividad económica. Más tarde, en el contexto de otros movimientos de población relacionados con el avance


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