Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho


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si comprendes que devenir no te ha ayudado, entonces, en ese entendimiento, hay algo que se detiene en tu interior. En ese entendimiento hay algo que cae, que suelta, por sí mismo. No es que tú lo sueltes, porque si fuese así vendrías a mí y me preguntarías: «¿Cómo lo suelto? ¿Cómo suelto ese continuo perseguir? ¿Cómo abandono los ideales?».

      No, tú no puedes soltarlo. Si intentas soltarlo, estás otra vez en lo mismo. Tú no puedes soltarlo; debe caer por sí mismo. Tú sólo has de entender, basta con entender; entender es la única transformación.

      Cuando sigues una idea, una ideología, un ideal, una meta, estás abocado a imitar a otros, estás abocado. Estás abocado a seguir a otros, porque ¿de dónde, si no, ibas a obtener pistas? Estás abocado a seguir a Cristo, al Buddha, a Mahavira. Y nunca ha existido un ser humano como tú. Tú eres simplemente único.

      No puedes seguir a un Buddha, no puedes seguirme a mí. Puedes observarme, pero no seguirme. Puedes amarme, pero no seguirme. Puedes comprenderme, pero no seguirme. En cuanto empieces a seguirme, te cegarás aún más. Ahora ya estás ciego. Todas las creencias conducen a la ceguera. Y todas las pistas te alejan de ti mismo. Si tratas de convertirte en un buddha, puedes estar seguro de una cosa: no podrás ser tú mismo. Puedes estar seguro de ello: no serás tú mismo. Y luego viene lo siguiente: nunca podrás ser un buddha, porque tú eres tú y un buddha es un buddha. Si intentas convertirte en un buddha, no podrás ser un buddha; como mucho puedes llegar a ser una imitación, una flor de plástico, pero no una rosa de verdad.

      Puedes imitar, convertirte en un actor, puedes seguir el juego. Puedes seguir al Buddha y puedes crear un personaje, una individualidad, igual que él, pero recuerda: un hombre como el Buddha carece de individualidad. Vive espontáneamente. Es consciencia; no tiene carácter. Responde a la vida en cada momento. No tiene ninguna individualidad, ningún carácter. No sigue al pasado. No sigue ninguna rutina que decidiera en el pasado, ayer. Responde aquí y ahora.

      Un hombre de carácter siempre es un hombre muerto. Un hombre de carácter es quien ha creado una armadura a su alrededor. Ha tomado el voto de no pronunciar nunca una mentira; por eso nunca miente. Quiere mentir, pero no puede a causa del carácter, del ego implicado en ello. Suprime. Nunca puede ser auténtico ni verdadero, y nunca puede fluir ni estar abierto. Está siempre cerrado. Un hombre de carácter lleva la tumba en él. No está vivo. Una capa muerta de carácter le impide aceptar la vida, aceptar la vida aquí y ahora.

      El Buddha carece de carácter, pero si le sigues deberás seguir su carácter tal y como tú lo entiendas. No puedes ver su consciencia, sólo puedes apreciar cómo se comporta, y a través de ese comportamiento extraer pistas. Y te pierdes.

      La única manera de devenir un buddha es siendo tú mismo.

      Será un fenómeno único y totalmente distinto. No va a ser ninguna repetición. La existencia nunca se repite. Es infinitamente original. Nunca repite; no es necesario. Innova nuevas personas, nuevos seres. Nunca volverás a estar aquí; tampoco has estado aquí antes, nunca. Vienes totalmente nuevo y fresco. ¿Por qué intentas echarte a perder?

      Sucedió en un hotel muy conocido. Habían contratado a alguien nuevo. El botones veterano le explicaba los intríngulis del oficio al novato:

      –Este asunto –dijo– no sólo consiste en cargar maletas. En un gran hotel siempre te estás encontrando en situaciones delicadas y es necesario pensar con rapidez. Por ejemplo, tenía que llevar hielo a una habitación en particular y entré en otra distinta por equivocación. La puerta no debería haber estado abierta, pero lo estaba. Dentro de la habitación la puerta del baño aparecía abierta (que no hubiera debido estarlo) y dentro había una gorda dándose un baño. En un minuto supe que la gorda iba a pegar un aullido.

      Las gordas son peligrosas.

      –Pensando con rapidez, dije: «Perdone, señor», y me marché. El “perdone” fue pura cortesía, pero el “señor” fue puro tacto, y eso me salvó el día. Se imaginó que no había permanecido lo suficiente en el baño como para ver nada y se calmó. ¿Lo entiendes?

      El novato lo pilló –y ahí empezaron los problemas–, pues al día siguiente apareció en la enfermería con un ojo a la funerala y varios rasguños. El veterano se interesó:

      –Pero ¿qué te ha pasado?

      El novato contó:

      –Seguí tu consejo. Llevaba hielo y me equivoqué de habitación y encontré a un hombre y a una mujer en el sofá casi desnudos. Así que dije rápidamente: «Perdonen, caballeros», y el tipo saltó del sofá y casi me mata.

      Si aceptas pistas de otro en lugar de tu propia consciencia, te estarás metiendo en una situación muy peligrosa. Te estarás pasando por alto a ti mismo y con ello no obtendrás gran cosa. El coste será muy elevado, y de ello no sacarás beneficio alguno.

      Si sigues a un buddha, te meterás en problemas: hay millones de personas con ese tipo de problemas. Si sigues a Jesús, te meterás en problemas. No tienes más que ver a los cristianos, a los jainistas, a todos los que son seguidores. Están abocados a las dificultades, porque la vida cambia a cada instante, y tú sólo cuentas con principios muertos.

      Recuerda, sólo hay una regla de oro: que no hay reglas de oro. Todas las reglas son arbitrarias. Todas las reglas son arbitrarias; ninguna regla es decisiva o fundamental. Son útiles en una cierta situación, pero no son fundamentales. No resultan de utilidad en cualquier otra situación.

      Lo único que hay que desarrollar es la consciencia. Y la consciencia simplemente llega si vives el momento. Si vives aquí y ahora, respondiendo, te haces consciente. La consciencia no te ha alcanzado hasta el momento porque nunca has vivido el presente. Es una consecuencia de vivir en el presente, llámalo meditación si prefieres. La única meditación que existe es vivir en el presente, vivir en el aquí y ahora.

      Al comer, come. Al caminar, camina. Al sentarte, siéntate. ¡Permanece atento! ¡Disfruta de ello! ¡Deléitate con ello! Al mirar, mira. Al dormir, duerme. Sé ordinario si quieres convertirte en un buddha. Sé simplemente ordinario y tú mismo, dedícate a lo tuyo y no te preocupes de qué hacen los demás, y no intentes seguir a nadie.

      Si estás aquí conmigo, es muy fácil seguirme… Porque un seguidor lanza por la borda la necesidad de ser consciente; dejas de ser responsable. Y cuando digo “responsable”, quiero decir que estás dejando de responder a la vida. Tienes una idea muerta. Consultas esa idea muerta y a continuación la sigues. No miras, no te fijas en la vida. Las situaciones cambian constantemente; se trata de un Ganges que fluye constantemente. Nunca encajará con tu idea. Ese ideal es un producto derivado de cierta situación. Pero esa situación ya no está presente.

      Nunca sigas una idea muerta. Si estás aquí conmigo, no me sigas. Intenta comprenderme. Si me amas, me comprenderás. Si confías en mí, intentarás comprenderme, pero no me sigas. Si me comprendes, lo único que debe comprenderse es que la vida es infinitamente valiosa. No la desperdicies.

      Ningún ideal es valioso, más valioso que la vida. La vida es la única realidad, y todo lo demás no es más que mente. Evita la mente. Sigue la realidad. Y te lleve donde te lleve, acompáñala valientemente, y nunca te equivocarás. Te convertirás en ti mismo. Siendo tú mismo te convertirás en ti mismo. No estoy diciendo que intentes ser tú mismo. Siendo tú mismo en cada momento, te convertirás en ti mismo. Poco a poco se irá revelando, desarrollando el potencial.

      Todas las religiones del mundo han creado un cierto estado esquizofrénico en la mente humana. Han creado una división. La mitad de ti está contra la otra mitad. Nunca eres uno. Al ponerte colérico, nunca acabas de estar totalmente colérico. Salta alguien por un lado y se pone a condenar, diciendo: «¡Eso está mal! ¿Te has olvidado de los grandes maestros? Pero ¿qué haces? ¡Eso está muy mal! ¡No lo hagas!». Al hacer el amor, hay una parte que se alza contra ello y que no cesa de repetir: «El celibato es pureza».

      Hagas lo que hagas… No es cuestión sólo de cólera o amor. Si intentas convertirte en célibe, una parte de ti no deja de decir: «Te estás equivocando». Estés en la situación en la que estés, te hallas dividido.

      Si


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