Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho


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lucha, y si la gente llega a enterarse de que eres un memo, te apretarán las clavijas. ¡Mantente firme y planta cara! No seas escapista.

      Si te enfureces, la mente no deja de repetir: «Eso está mal. La cólera es inconsciencia. Es irreligiosa. Una persona religiosa como tú… ¿Colérica?». Eso no encaja con tus ideales. No encaja con tu imagen. Atesoras una bonita imagen de ti mismo: sereno, calmo, recogido como un buddha… Claro, como un buddha de piedra… Imperturbable, centrado.

      Las religiones han creado esquizofrenia; uno no sabe cómo hacer algo totalmente. Y ésa es la locura básica de la humanidad: todo el mundo está dividido.

      ¿Cómo puedes disfrutar dividido? ¿Cómo puedes celebrar dividido? Una parte de ti está siempre contra ti, como si una de tus piernas fuese hacia la derecha y la otra contra ti continuamente. Estás de pie sobre dos barcas que se alejan en direcciones opuestas, diametralmente opuestas. Ésa es tu ansiedad.

      Así que muchos son los que llegan ante mí y me dicen: «¿Cómo puedo deshacerme de la ansiedad?». No saben lo que implica esa palabra, “ansiedad”. Creen que algo como la meditación trascendental… Que con sólo cantar un mantra desaparecerá su ansiedad. Son simplemente estúpidos. Las cosas como la meditación trascendental sólo tienen atractivo a causa de la estupidez de la gente, porque andan buscando atajos, algo que sea fácil de hacer. Como el café instantáneo: lo haces… ¡Y se acabó!

      La ansiedad es un problema muy profundo. El problema es la esquizofrenia. Estás dividido, luchando siempre contigo mismo. Eres dos, no uno, y esa tensión crea ansiedad. Ahora bien, repetir un mantra no te va a ayudar de ninguna manera. Tal vez te ayude a dormir más profundamente, quizá te ayude a estar un poco más unificado, pero no mucho más. Tu división sigue ahí, y tarde o temprano te das cuenta de que ahora el truco ya no funciona. Hay que soltar la esquizofrenia mediante una profunda comprensión. No luches contigo mismo. Y recuerda siempre que el triunfador se equivoca. Recuerda siempre que lo sencillo es más verdadero. Siempre que exista un conflicto sigue lo natural. Si existe un conflicto entre amor y celibato, sigue al amor… Y hazlo totalmente. Ya sé que hay un día en que aparece el celibato, pero también sé que proviene de una profunda experiencia de amor. Surge brahmacharya, pero se trata del florecimiento del amor profundo, de un amor sentido tan profundamente que se torna brahmacharya, se torna inocencia, se torna virginidad.

      La virginidad no tiene nada que ver con el cuerpo, tiene que ver con el amor profundo. Llamas virgen a una mujer porque todavía no ha hecho el amor. No la llames virgen. Llama virgen a una mujer que haya trascendido el amor, que haya amado tan profundamente que esa profundidad se haya convertido en una trascendencia.

      Yo llamo virgen a un hombre que ha amado profundamente y que a través del amor se ha tornado tan uno que ahora no tiene necesidad… No necesita depender del otro. Se siente agradecido hacia el otro porque ese otro le ha ayudado a ser tan independiente. La virginidad no está al principio; está al final. Los niños no son vírgenes. Sólo esperan a ser violados. Así lo he escuchado:

      Tres niños se hallaban sentados en las escaleras de una casa, y uno jugaba con coches de juguete, otro con un cohete espacial y un tercero leía un jugoso número de la revista Play Boy. Pasó un hombre. Echó una mirada a los tres críos. Le preguntó al primero:

      –¿Qué te gustaría ser de mayor?

      El primero dijo:

      –Me gustaría participar en carreras de coches. Quiero ser el piloto más rápido del mundo.

      El segundo afirmó:

      –Quiero ser astronauta.

      Y luego le preguntó al tercero:

      –¿Y tú qué quieres ser?

      Miró al hombre y dijo:

      –Adulto, señor. Adulto.

      Los niños no son vírgenes. Sólo esperan a ser adultos. De hecho, les preocupa la de tiempo que han de esperar, como si se retrasase.

      Leía la autobiografía de un poeta que estuvo de niño bajo la influencia de un misionero cristiano. Debía de tener unos once años. Le impresionó mucho la doctrina cristiana, lo de que el mundo se iba a acabar y Jesús llegaría, lo del “Segundo Advenimiento”. Y se asustó mucho. Empezó a rezar: «Dios, espera un poco. Deja que se rompa mi virginidad, que sea violado. ¡Espera un poco! Sólo dos o tres años más. ¡No acabes el mundo tan pronto!».

      Los niños no son vírgenes. De hecho, los niños no son inocentes, sólo lo parecen. Se preparan para ser corrompidos. Se están preparando para moverse en el mundo. La inocencia verdadera sólo llega al final. Es un florecimiento; no es una semilla. No es el principio; es el final.

      Si el amor se colma, surge brahmacharya. Si has vivido totalmente colérico, llega la compasión. Si te has movido en la vida, de repente tienes una experiencia trascendente. Pero las viejas religiones no han hecho más que crear una mente dividida, una mente culpable, una mente enloquecida…, dividida.

      En una ocasión un gobernador fue a visitar un manicomio. Inspeccionaba el nuevo hospital psiquiátrico financiado por el Estado. Al ser conducido a los pabellones de aislamiento se quedó de piedra al ver que en una celda había un hombre de aspecto distinguido, sentado y leyendo un ejemplar del Wall Street Journal, vistiendo únicamente un sombrero de copa de seda satinada.

      El interno levantó la vista, vio al gobernador y su séquito de médicos y funcionarios. El interno se incorporó, se inclinó educadamente y dijo con voz culta:

      –Señor, percibo que es usted un hombre importante y me imagino que debe preguntarse qué hago aquí sentado desnudo.

      –Bueno, pues sí, así es –dijo el gobernador, con cautela–. Lo cierto es que me lo he preguntado.

      –No encierra misterio alguno –dijo el interno–. La celda tiene aire acondicionado, como habrá notado, y se mantiene a una temperatura de lo más conveniente, y además, yo soy bastante reservado. Como no necesito ropa ni para calentarme, ni por modestia ni adorno, ¿para qué molestarme en vestirme?

      –Es cierto –asintió el gobernador, sorprendido por el raciocinio tan obvio del otro–. Pero, dígame –avanzó–, en ese caso, ¿por qué el sombrero de copa?

      El interno se encogió de hombros:

      –Bueno, siempre puede llegar alguien.

      Ésa es la mente escindida. Ésa es la esquizofrenia básica de la humanidad: nunca es total, de esta manera o de la otra.

      Toda mi enseñanza es ser, hagas lo que hagas.

      No digo que te encolerices. Lo que digo es que si eliges encolerizarte, si pasa, entonces sé totalmente colérico. No digo que seas codicioso. Pero si resulta que eres codicioso, entonces selo totalmente… Porque resulta que sé que sólo trasciendes a través de la totalidad.

      Una personalidad escindida nunca puede volverse “incodiciosa”. Puede intentarlo, pero nunca podrá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la cólera. Puede intentarlo, pero nunca podrá ir más allá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la sexualidad. Puede luchar. Cuántos son los monjes en monasterios que lo intentan. Pero no van más allá de la sexualidad; como mucho su sexualidad se pervierte, su amor se torna ponzoña.

      En cualquier caso, no te estoy diciendo que elijas algo en contra. Sea el caso que sea, sé totalmente con él. Permite que la totalidad sea la única preocupación, porque ésa es la única manera de estar vivo. Y si estás vivo, eres perfecto. Entonces serás con la existencia hoy, no mañana. Porque mañana no hallarás divinidad alguna; siempre es hoy. La divinidad es hoy.

      Mañana es el infierno. El nirvana es hoy.

      Pero la mente no hace más que pensar que incluso el nirvana pertenece al mañana. Entonces el propio nirvana se convierte en una pesadilla. Ahora, la historia zen:

      Date Jitoku, un excelente poeta de waka, quería ser experto en zen.

      Ahí empieza


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