Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España. Gustavo Forero Quintero

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Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España - Gustavo Forero Quintero


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la Troika impuso medidas de austeridad con la aquiescencia del gobierno presidido por el socialdemócrata Alexis Tsipras, pese a que tales medidas habían sido rechazadas por el pueblo en un plebiscito celebrado ocho días antes, el 5 de julio. De la crisis griega da cuenta una novela como Pan, educación, libertad (2012), última entrega de la trilogía de Petros Márkaris (Estambul, 1937), donde esta crisis se vincula con una historia nacional de revoluciones estudiantiles. Contra los intereses sociales, el capitalismo financiero fue asegurando entonces el éxito de las instituciones bancarias. Y la cuestión no se detuvo ahí: todavía hoy, los bancos siguen obteniendo beneficios y la liquidez que inyectó el BCE no ha revertido en créditos a los ciudadanos ni en su bienestar, como se proponía. El desempleo, la crisis del sector inmobiliario y del sistema financiero son evidencias de la desmejora de las condiciones de vida.

      España también se vio afectada por la crisis financiera, pero a esta se agregó otra: la crisis en la construcción, un sector que había sido el pilar de la economía en la década de 1990 y que hacia 2008 tenía “un peso del 17,9% en el Producto Interno Bruto (PIB) y daba empleo al 13% de la población activa” (González Cuesta, 2018, párr. 1). La conjunción de la especulación inmobiliaria, el hundimiento del sector de la construcción y el colapso del sistema financiero internacional, que redujo drásticamente la liquidez del sector bancario, así como el aumento de la inflación y del precio de los alimentos, precipitaron al país en una crisis de la que en lo corrido del siglo XXI no se ha podido recobrar: “Esto ha provocado el hundimiento del consumo, lo que supone a su vez el desplome del crecimiento de la economía española y con ello la pérdida de miles de empresas y puestos de trabajo” (Ibídem, párr. 7).

      Como consecuencia de esta crisis en España se reactivaron o surgieron movimientos de oposición al capitalismo y al neoliberalismo, hecho que hace parte de lo que en este libro se entiende como anomia positiva, es decir, como una oportunidad para la construcción de un sistema más justo. Así, se han creado o han resurgido movimientos en contra de los desahucios y los alquileres injustos, en contra de los bancos y sus hipotecas; movimientos sindicalistas, anticapitalistas, anarquistas, independentistas y de izquierda.

      Grupos organizados durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) —como es el caso de Defensa Interior, en el exilio; el Primero de Mayo y Acracia de Madrid, de raíz estudiantil; y grupos anarquistas, anarcosindicalistas y anticapitalistas como el Movimiento Ibérico de Liberación de Cataluña— se sumaron a aquellos surgidos en la Transición a la Democracia, período en el que se legalizó el Partido Comunista y se renovó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Plataforma por una Vivienda Digna (PVD), nacido en 2003, por ejemplo, representa el sector de las viviendas en España; y V de Vivienda, surgido en 2006, reúne “a un grupo de jóvenes afectado por el empleo precario y las dificultades para acceder a una vivienda” (Álvarez de Andrés, Campos y Zapata, 2015, p. 254). Asimismo, se pueden mencionar los colectivos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), originada en 2009 en la ciudad de Barcelona, que se extendió a “160 ciudades y ha detenido más de 1.135 desalojos a través de España” (Ibídem, p. 252); y el Movimiento Indignados, el más importante de los movimientos sociales surgidos como consecuencia de la crisis, que emergió el 15 de mayo de 2011, cuyas protestas atraen desde entonces a millones de personas que llenan las plazas y calles de varias ciudades de España. Su popularidad estriba en el hecho de que logra atraer a gente de todo el espectro ideológico, desde socialistas hasta conservadores y cristianos demócratas, lo que confirma el carácter “transversal y plural de este movimiento” (García, 2014, p. 204).

      Por su parte, numerosas corrientes anarquistas ilustran vertientes diferentes del pensamiento libertario. Desde el anarco-comunismo (de Embat, de Cataluña, y Apoyo Mutuo, de Madrid) hasta los insurreccionalistas que “viven la anarquía ahora”, no evitan el conflicto con las fuerzas del orden y se forman en el momento que así lo amerita para una determinada acción, pasando por los anarcosindicalistas constituidos, los anticivilización o primitivistas, derivados del ecologismo radical, el anarco-veganismo, el anarquismo nihilista, el posanarquismo, crítico del anarquismo moderno, hasta el anarco-independentismo, con municipios o comunas libres en Cataluña o el País Vasco, el neorruralismo, el anarco-feminismo, el Queer o, incluso, el anarcocapitalismo derivado del liberalismo y el nacional-anarquismo de carácter fascista. A estos movimientos, se agregan varias organizaciones federales o coordinadoras como la Confederación General del Trabajo de España, el mayor sindicato anarcosindicalista del país, con unos 80.000 afiliados y presencia en empresas importantes como RENFE o Correos; la Federación de Estudiantes Libertarixs, la Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas (FIJA), la Federación Anarquista de Gran Canaria, la Cruz Negra Anarquista, que lucha contra las cárceles, y algunas coordinadoras libertarias como Euskal Herrietako Libertarioak (EHKL), Nafar Libertarioak (Navarra), la Coordinadora anarquista de Mallorca o la Federación Anarquista de Catalunya. A estos grupos anarquistas, se vinculan asociaciones de cooperativismo libertario como las de Sants Cooperatiu y Gràcia Cooperatiu en Barcelona, la Federación de Proyectos Autogestionados en Madrid, el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA), dedicado a estudiar la economía desde una perspectiva libertaria; y cooperativas integrales que buscan garantizar las necesidades básicas (vivienda, salud, educación, alimentación, ropa, trabajo, etc.) en una misma organización económica. También, multitud de colectivos donde confluyen grupos e individuos: los Ateneos libertarios, las distribuidoras contrainformativas, los Centros Sociales Okupados, numerosos grupos de música y bibliotecas sociales. En general, hay personas que trabajan en distintos frentes o desde sindicatos como el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en Andalucía o la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC). El espectro ideológico de la Izquierda es múltiple, aunque, de acuerdo con lo señalado antes en este trabajo, la cuestión de la lucha de clases contemporánea, donde multitudes cada vez más pobres se oponen a élites cada vez más ricas, se mantiene como constante transversal de los distintos discursos. La previsión de un mundo más justo, sin represión militar y policiva, sin jerarquías, en igualdad, con redistribución de recursos, trabajo digno, renta mínima, seguridad alimentaria, aire puro o agua potable para todos, surge como utopía.

      Esta oposición de variado matiz social y político parte de una desconfianza radical hacia el Estado, que se erige como protector del capital por encima del ciudadano. Dentro de estos movimientos, resaltan para efectos del análisis aquí propuesto los grupos anarquistas —que tienen a su vez una amplia gama de matices, que van desde los pacifistas hasta grupos denominados “terroristas”—, quienes buscan la desaparición del Estado y defienden la libertad del individuo por encima de cualquier autoridad. Su importancia radica en que reconocen y confrontan la anomia existente, abogando por un sistema sin instituciones represivas en el que el individuo sea eje ético y moral. Su cercanía con la visión optimista de la anomia social en la novela de crímenes actualiza, por tanto, el anarquismo como utopía libertaria y el anticapitalismo como una opción posible para la vida social, tal como se verá en las novelas que serán analizadas.

      Desde una perspectiva sociológica, el concepto de anomia se utiliza generalmente para referirse a situaciones de desgobierno, ya sea por la carencia de leyes, su falta de aplicación o mal funcionamiento. En tal contexto, la teoría de la anomia positiva constituye aquella vertiente discursiva que valora con optimismo esta ausencia de un riguroso marco legal, pues en principio se opone a todo ordenamiento social basado en una moral o regla externa que pretenda imponerse obligatoriamente. Así lo planteaba, hace años, el anarquista ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) en su texto Anarchist Morality, en el que cuestionó la validez de una moral universal inapelable: “Why should I follow the principles of this hypocritical morality? […] Why should any morality be obligatory?” (1897, p. 4). Efectivamente, para Kropotkin y quienes desde entonces comparten su punto de vista, la anomia es el principio con base en el cual se deben articular las sociedades, pues es la moral del futuro. En la misma línea, según Jean-Marie Guyau (1854-1888): “[L]a variabilidad moral que por tal motivo se produce, la consideramos […] como la característica de la moral futura; esta, en gran cantidad de puntos, no será solamente αυτονομος (autónoma), sino ανομος (anómica)” (1905a, p. 6). Y aunque en general ha predominado


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