El pequeño libro del lenguaje. David Crystal
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Los adultos están encantados de que sus hijos hayan llegado a esta etapa, porque, hasta ese momento, la comunicación había sido un poco azarosa, y podían pasar cosas como la siguiente: recuerdo que, cuando mi hija Sue tenía unos dieciséis meses, entró tambaleándose en la habitación con su su osito de peluche favorito. Se quedó delante de mí y dijo «empuja». Pensé por un momento en lo que podría querer decir, y le di un empujoncito juguetón. No era eso. Puso cara de enfadada y dijo: «¡No! Empuja», así que lo intenté otra vez y le dije: «Vale , vamos. Empújame», y esperé. Tampoco era eso. «¡¡No!! ¡Empuja!»
Yo estaba confuso y ella se dio cuenta, así que me cogió de la mano y me llevó a la otra habitación, donde había un columpio de juguete. Colocó a su osito en el asiento y se volvió hacia mí: «¡Empuja!». De eso se trataba: tenía que empujar a su osito de peluche en el columpio.
«¿Por qué no me lo has dicho desde el principio?», le pregunté, y recibí una fría mirada a cambio de todos mis esfuerzos. Sé lo que estaba pensando. Sería algo parecido a: «Mira, no he cumplido ni siquiera un año y medio y únicamente sé decir oraciones de una sola palabra. ¡No he aprendido nada de gramática! ¡Déjame en paz!».
Definitivamente, mi hija habría tenido que saber un poco más de gramática para dejar claro lo que quería decir. Si hubiera querido decir lo primero que supuse, habría tenido que decir algo como «empujar mí» o «tú empujar yo». Si hubiera querido decir lo que supuse la segunda vez, habría tenido que decir «yo empujar» o «yo empujar tú». Al final, lo que ella quería decir era: «tú empujar osito» (o, incluso, «ven conmigo a la otra habitación y empuja a mi osito en el columpio»).
Todo esto estaba completamente fuera de su alcance a sus dieciséis meses, pero las cosas iban a cambiar muy pronto. Unos cuantos meses después ya sería capaz de decir «empújame». Y al poco tiempo de cumplir los dos años podría decir «empuja osito». ¿Y la versión larga? Esa llegaría algún tiempo después de su tercer cumpleaños, cuando hubiera aprendido a manejar palabras de enlace tan importantes como y.
Entonces, ¿qué es esta gramática que está descubriendo? ¿Qué es la gramática? Piensa otra vez en «empuja». ¿Qué era lo que no iba? Que no tenía sentido. Yo sabía lo que significa la palabra, pero no captaba dónde quería llegar. Esto es lo primero que tenemos que entender de la gramática: a través de la gramática dotamos de sentido a las palabras. Sin gramática solo hay vaguedad.
El problema con las palabras es que la mayoría de ellas tienen más de un significado —son ambiguas—. Se puede comprobar esto de inmediato al consultar un diccionario. La mayoría de las entradas proporciona más de un significado. Analiza, por ejemplo, la palabra banda. Es posible pensar que su significado es obvio: ‘un grupo de música’, pero ese es solamente uno de ellos. Puede referirse también a un grupo de gente armada. O a una tira o pieza alargada de algo. O al lado de algunas cosas, como un campo de fútbol. Si buscamos la palabra banda en un diccionario, descubriremos que tiene más de una docena de significados. ¿Cómo sabemos cuál es cuál?
La respuesta es simple. Insertamos la palabra en una oración y utilizamos la gramática de la oración para saber qué significa. Por ejemplo:
• Un periodista en la televisión nos dice: «Los soldados han combatido contra una banda de rebeldes en el sur del país». Aquí se tiene que estar refiriendo a un grupo armado. No sería posible que estuviera hablando de un grupo de música.
• Un DJ en un programa de radio dice: «La banda ha sacado un nuevo sencillo este mes». Aquí hablamos del grupo de música.
• Un dependiente nos da a escoger: «La banda en la manga de la chaqueta viene en rojo o verde». Se tiene que estar refiriendo a una tira de tela.
En cada uno de estos casos, las otras palabras de la oración nos ayudan a descubrir a qué significado de banda se está haciendo referencia.
Esa es la función de las oraciones. Nos ayudan a darle sentido a las palabras. Sin ellas, lo que decimos no tendría sentido. Los niños pequeños tienen que aprender esa lección. Y nosotros también si queremos entender cómo funciona el lenguaje. Necesitamos aprender las diferentes maneras en las que nuestra lengua permite combinar palabras en oraciones. Algunas maneras son posibles:
El perro persiguió al gato.
Y algunas no lo son:
Perro gato al el persiguió.
Intercambiar el orden de las palabras puede modificar el significado:
El gato persiguió al perro.
Como también lo pueden hacer las terminaciones de las palabras:
Los perros persiguieron a los gatos.
Existen cientos de formas de construir oraciones a partir de palabras, y los niños han aprendido la mayoría de ellas para cuando empiezan el colegio. Pueden construir oraciones que describen eventos, hacen preguntas, dan órdenes y muchas más cosas. Pueden unirlas para contar historias, mantener conversaciones y enviar mensajes de texto. Sin oraciones, estarían perdidos.
En resumen, cuando estudiamos un idioma, necesitamos aprender cómo se construyen sus oraciones. Cada lengua lo hace de manera distinta. Algunos idiomas, como el español, cambian las terminaciones de las palabras más que el inglés. Otros, como el chino, ni siquiera tienen terminaciones como las del inglés, y otros, como el galés, combinan las palabras en un orden diferente.
Si queremos entender cómo expresan las personas sus ideas y se entienden entre ellas, debemos estudiar cómo construyen oraciones. El estudio de la estructura de las oraciones es lo que llamamos gramática.
JUGAR CON LA GRAMÁTICAUna de las maneras más fáciles de hacer un chiste es coger una palabra y usar la gramática para jugar con su significado. Los cómicos y las comedias lo hacen todo el tiempo. Dicen algo que nos lleva a pensar en una palabra de una manera, y la siguiente frase va en una dirección completamente distinta. Nos causa sorpresa y nos hace reír, como en el siguiente ejemplo:Los soldados combatieron contra una banda de rebeldes en el sur del país. No les había gustado su último álbum. |
Hay una cantidad infinita de chistes que se pueden crear de esta manera. (¡Ojo, no estoy diciendo que sean buenos chistes!) Aquí va la primera línea de uno. Puedes inventarte el final que más te guste. |
Sharon tenía una brillante banda verde en su sombrero… |
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MANTENER UNA CONVERSACIÓN
¿Por qué necesitamos sonidos, palabras y oraciones? Cuando un niño cumple cinco años, ha estado vivo durante más de cuarenta mil horas, y se ha pasado una gran parte de ese tiempo aprendiendo a hablar. Ha consegido dominar todos los sonidos de su idioma, cientos de maneras de construir oraciones y miles de palabras. Millones de niños han llevado a cabo este trabajo dos o tres veces, pues han crecido hablando más de una lengua. ¿Por qué? ¿Para qué sirve todo este lenguaje?
Usamos el lenguaje por muchos motivos, pero el principal, sin duda, es para poder hablar entre nosotros. Lo empleamos para charlar, jugar a algo, estar al tanto de las noticias, contar chistes, pedir ayuda, insultarnos y para hacer miles de cosas más. Nada de esto podría suceder sin el lenguaje. Su uso cotidiano y más común es sostener conversaciones entre nosotros.
Tener una conversación parece la cosa más natural del mundo. Ahora no nos sorprende, no pensamos en ello, pero no ha sido siempre así. Tuvimos que aprender a hacerlo. Tuvimos que aprender las reglas.
¿Cuál es la regla básica para poder tener una conversación eficaz? Hablar por turnos. Hablo primero yo y después tú, y después yo y después tú otra vez. No hablamos al mismo tiempo. En ocasiones,