Cómo "hacerse el sueco" en los negocios con éxito. Federico J. González Tejera

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rico anecdotario recogido en estas páginas es real y responde al conjunto de situaciones en las que una persona perteneciente a otra cultura puede encontrarse con facilidad cuando llega a Suecia.

      ¿Es que los suecos son tan diferentes a los demás europeos? ¿Es que el clima y la propia historia de Suecia han creado unos patrones de conducta tan especiales como para que los extranjeros no puedan traspasar fácilmente los umbrales del entramado de usos sociales de una empresa sueca? En realidad, bien podríamos decir que cualquier sociedad genera un conjunto de reglas no escritas ante las cuales el recién llegado se siente siempre un tanto perdido; pero un poco de pa­ciencia, un poco de observación, y otro poco de sentido común terminan por otorgar la llave de esa particular cultura de forma que no sea ya tan difícil el terminar comportándose como un «nativo». El propio autor, después de «meter la pata» alguna que otra vez, acaba moviéndose como pez en el agua en el mundo laboral sueco, con lo que se demuestra que, más allá de las pequeñas diferencias, todos los pueblos europeos tienen muchas más cosas que les unen que las que les separan.

      De todas maneras, y como guía para moverse en el mundo de la empresa sueca, esta obra resulta de gran utilidad, como podrían atestiguarlo muchas personas que, en la gran cantidad de empresas suecas instaladas en España, han tenido que enfrentarse a realidades como son, sin duda, el muy relevante espíritu consensual de la toma de decisiones o la importancia de valores como el respeto, cuya apreciación es desde luego muy diferente en culturas como las latinas, mucho más ligado a ideas de jerarquía (incluso de edad) que en las nórdicas, donde se vincula a la idea de igualdad y de que nadie debe mostrarse superior a los demás.

      Un aspecto que siempre choca a los españoles en su relación con los suecos es la cuestión del protocolo y las tradiciones, que en los países latinos es mucho menos formal, lo que da siempre origen a situaciones graciosas, como las que se suelen producir en las cenas hispano-suecas. No hay duda de que un brindis sueco resulta una ceremonia muy particular a los ojos de un español, menos acostumbrado a ritualizar la cuestión de la bebida.

      Siempre he pensado que la mezcla de lo latino y lo escandinavo da frutos más que notables. Cuando juntamos planificación y disciplina con imaginación y espontaneidad se consiguen resultados sorprendentes. Nosotros, en Ericsson, tenemos muchos ejemplos que muestran el poder de este cóctel entre lo uno y lo otro. Pero el simple hecho de que podamos considerar este libro como una útil herramienta en la relación hispanosueca nos hace ver el camino que queda por delante para que nos vayamos conociendo mejor.

      Resulta curioso que, después de tantos años de relaciones comerciales, aún haya tantas cosas que desconocemos los unos de los otros. No hace falta que nos remontemos a los vikingos y sus excursiones por el mediterráneo. El comercio hispano-sueco tiene una gran tradición y recientes estudios realizados bajo el patrocinio de la Fundación Berndt Wistedt han mostrado la riqueza y profundidad de estas relaciones, sobre todo en los años culminantes del período barroco. Tampoco hace falta recordar las ya más recientes «invasiones» nórdicas en el litoral español, con su corolario de jubilados que han hecho de España su hogar de una forma permanente.

      La historia de las empresas suecas en España es de una enorme riqueza que ha dado origen a varias publicaciones. De hecho, una empresa como Ericsson llegó a España en 1922 y, como consecuencia, una gran parte de las llamadas telefónicas que se realizan en este país utiliza tecnología sueca con sabor español. Cientos de ingenieros españoles forman parte del sistema mundial de I+D de nuestra compañía y colaboran de una forma directa con otros colectivos suecos o de otros países para crear una tecnología absolutamente multinacional. Todas estas personas junto con otras muchas en empresas como Electrolux, ABB, Volvo, Scandia, Tetrapak, IKEA, etc., etc. han tenido que pasar de una forma u otra por peripecias parecidas a las que relata Federico. También, y de la misma manera, muchos suecos han tenido que vivir la experiencia correspondiente en España o en otros muchos países.

      Lo más curioso tal vez de la sociedad sueca es que en ella coinciden efectivamente los rasgos particularistas que describe Federico, con una decidida vocación internacionalista. Los suecos han tenido que salir de su país desde tiempos inmemoriales, para compensar con el comercio exterior las dimensiones de su propio mercado interno. Hay muchos suecos que, desde la finalización de sus estudios, emprenden carreras internacionales que los llevan no solo a entornos europeos sino asiáticos, africanos, o de cualquier otro sitio, y que tienen ocasión de experimentar a lo largo de su vida profesional cambios de todo tipo en el entorno en el que desarrollan su vida profesional y familiar.

      En un mundo sin fronteras, como es el mundo al que nos dirigimos, más y más personas tienden a vivir experiencias semejantes. También los españoles.

      Después de años de aislamiento, jóvenes españoles están emprendiendo la misma carrera que los suecos llevan realizando desde hace mucho más tiempo y se encuentran ante las mismas situaciones, entre embarazosas y divertidas, en las que nos hemos encontrado muchas otras personas anteriormente. Es una experiencia enriquecedora y que ayuda en todo caso a seguir eliminando las barreras, más bien artificiales, que separan a los seres humanos.

      Yo espero que este libro de Federico J. González sea una lectura tan amena y agradable para el que la emprenda ahora como lo ha sido para mí, y que a aquellas personas que aterrizan en Suecia o en una empresa sueca les ayude a salvar alguna de esas situaciones en las que todos nos hemos visto implicados en alguna ocasión. También espero que sea cada vez mayor el número de españoles que hagan el viaje a Suecia, de forma que consigamos un equilibrio en «esta balanza de pagos» no económica de las personas de uno y otro país, que intercambian su lugar de residencia. Es un hecho que a los suecos nos gusta España y creo, por mi experiencia, que también a los españoles les gusta Suecia. Será porque los extremos se atraen.

      INGEMAR NAEYE

      Consejero Delegado

      Ericsson España, SA

      Cuando comencé a escribir estas notas, a principios del año 1999, todos los libros que había leído sobre los suecos, sobre su estilo de vida o su modo de trabajar, estaban escritos desde su propia perspectiva; ninguno, desde la de un autor extranjero.

      Con el tiempo, según iba investigando, descubrí algunos de estos que habían escrito sobre los suecos y su estilo de management. Pero la verdad es que muy pocos podían hacer gala de apoyarse en una experiencia cotidiana, de más de mil días trabajando con ellos. Y, prácticamente, ninguno, además, había tenido tal experiencia en su entorno, en la misma Suecia.

      También con el tiempo, me fui dando cuenta de que esto era lo que podía hacer de este libro un producto intelectualmente diferente para los lectores, dado que sería capaz de aportar un valor añadido a la discusión sobre el comportamiento empresarial de los suecos. No cabe duda de que existen muchos libros, algunos de ellos excelentes, sobre el estilo del mánager sueco. Pero pocos cuentan con tantos ejemplos, surgidos en el trabajo del día a día, como este. Y hay aún menos que aporten una visión proveniente del choque cultural que resulta de enfrentar la manera latina de hacer las cosas con las maneras suecas.

      Yo llegué a Suecia a principios de 1998, sin tener la más mínima idea de cómo era la sociedad o el pueblo sueco. Desde entonces, he vivido en primera persona los malentendidos y las sorpresas con que puede encontrarse cualquiera que trabaje allí.

      El aprendizaje que se obtiene cuando experimentas por ti mismo, en el propio país, las consecuencias de las diferencias culturales, en el trabajo o en la calle, en la farmacia o en una fiesta, es distinto al que se obtendría en un terreno más neutral.

      Trabajar con ellos es una cosa. Trabajar y vivir con ellos, en su país, es otra. Sufres al día siguiente los errores cometidos en el anterior, y debes adaptarte al entorno para sobrevivir. Estoy convencido de que esto te obliga a interiorizar de otra forma ese aprendizaje que nombro. La experiencia es significativamente más relevante que la que se obtiene de leer un manual sobre uno u otro tipo de management e incluso de la que proviene del solo hecho de trabajar con ellos.

      Durante el tiempo que viví en Suecia, y en el que ocurrieron todos los hechos que luego relataré, yo desempeñaba, desde


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