Cómo "hacerse el sueco" en los negocios con éxito. Federico J. González Tejera

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no solo de la motivación y del manejo de las personas de ese departamento, sino también de hacer planes de marketing eficaces para el mercado de los cuatro países nórdicos (Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega).

      Esta responsabilidad me forzó a desarrollar un entendimiento en profundidad de la forma de actuar, no solo de mis empleados y colegas suecos, sino también de los consumidores nórdicos y sus hábitos. A partir de estas dos fuentes de conocimiento, he intentado encontrar lo que está detrás del comportamiento del directivo sueco: cuál es su origen, y cuál la conexión entre su postura y lo que socialmente es aceptado como comportamiento ideal.

      El hecho de que una de las tareas que allí tuve que desempeñar fuese el desarrollar, en la gran mayoría de las marcas de gran consumo que vendíamos, nuevas campañas de publicidad y nuevos planes de marketing, me permitió comprender cómo los consumidores reaccionaban a diferentes tipos de incentivos y de estímulos. El proceso, primero, de captar por qué la mayoría de las campañas que utilizábamos en otros países no funcionaban allí, y, después, ponernos manos a la obra hasta conseguir publicidad que según nuestros tests fuera considerada efectiva, me ofreció una oportunidad adicional y única de aprendizaje.

      Este esfuerzo por entender tanto a mis «consumidores» como a la gente que trabajó conmigo, durante casi tres años, durante sesenta horas por semana, es la fuente fundamental de experiencias y enseñanzas que me gustaría compartir con el lector.

      Vivir allí físicamente esos mil días me brindó la oportunidad de conocer bien otras áreas de la vida sueca, más allá de la estrictamente profesional, lo que me permite añadir a este libro una tercera dimensión de experiencias: una visión social que creo definitivamente complementaria de las ya mencionadas de consumidores y empleados. Y me atrevería a decir que no solo es complementaria, sino también amplificadora, ya que posibilita un encuadre más completo de ambas.

      El hecho de que la mayoría de la información escrita sobre Suecia y los suecos se deba a ellos mismos, y en el mejor de los casos a extranjeros que no han vivido allí durante largas temporadas, fue sin duda uno de los factores que más me influyó a la hora de comenzar a hilvanar las notas originales del libro. Aunque debo admitir que nunca estuve seguro de si el trabajo que inicié en la habitación de algún hotel de alguno de los cuatro países mencionados iba o no algún día a llegar a ver la luz.

      Confieso que cuando comencé a escribir tenía varios motivos desde el punto de vista racional y otros tantos desde el emocional que me impulsaban a volcar en el papel mis experiencias.

      Desde el punto de vista emocional, el primer motivo fueron los propios suecos. Siempre que compartía la idea de escribir un libro sobre ellos, siempre que contaba alguna de las anécdotas vividas, cada vez que mostré alguno de los capítulos a mis conocidos o a mis amigos suecos, obtenía el mismo respaldo, el mismo ánimo para dar cuerpo a estas notas. He de reconocer que, en alguna ocasión, fui alentado con más de una copa, y por tanto los comentarios quizá pecaran de cierta euforia, pero creo que, en general, a todos mis amigos y colegas les gustó la idea y siempre me dieron ánimo para seguir adelante y conseguir que el libro fuese acabado y publicado. Los suecos son diferentes, lo saben y, en el fondo, les gusta. Así que ¿qué mejor que otro libro que hable de ellos?

      El segundo motivo fue el ánimo de Begoña, mi mujer. En las conversaciones que manteníamos al volver del trabajo durante las numerosas «tardes de oscuridad», me empujaba continuamente a que escribiese las cosas que me ocurrían, como una forma de registrar nuestra experiencia. Muchos días, cuando le contaba mis impresiones sobre los suecos, me solía decir: «Fede, tienes que reflejar todo esto de alguna forma; que no se convierta en anécdotas que vas olvidando con el tiempo». Luego, cuando salíamos algún día o venían amigos a casa y yo les contaba alguna de esas anécdotas, me miraba, como diciendo: «Lo ves, tienes que escribirlo, sino lo olvidaremos». La verdad es que no le faltaba razón. Habíamos vivido ya juntos más de seis años fuera de España y experimentado también juntos cuán diferentes son otras culturas, pero la verdad es que el tiempo hace que muchos de los aprendizajes se conviertan en meras anécdotas que se olvidan. Ella —dicho queda— solo me empujaba a que todo aquello no se desvaneciese con el tiempo, y pudiéramos siempre recordar lo aprendido.

      En tercer lugar, nuestro tercer hijo, Federico, nació en Suecia. Y aunque, por causas legales, no tendrá la nacionalidad sueca, tanto a Bego como a mí nos gustaba la idea de que en el futuro mantuviese una relación estrecha con su país de origen. Y en este sentido, el libro podría ayudarle. También podría ayudar a Bego Jr. y a Mayte a recordar su grata experiencia.

      Desde el punto de vista racional, también hubo motivos de peso. ¡Otra vez tres!

      En primer lugar, creí y aún creo que hay muchos elementos positivos en los valores suecos, tanto de la vida en general como de los negocios en particular, de los que podemos aprender en otras culturas.

      Suecia se ha convertido en uno de los países de Europa occidental de mayor éxito económico en el último siglo y es miembro destacado en los foros internacionales. Hay muchos aspectos de esos valores a los que aludo, que si se entienden bien y se reaplican de forma adecuada, pueden ser tremendamente eficaces para otras culturas de negocio,

      En segundo lugar, pensaba que un libro de estas características podría ayudar a toda una generación de no-suecos que posiblemente esté en el futuro trabajando para compañías de ese país o con colegas suecos en compañías multinacionales. Podría ayudar, sí, a todos aquellos que quisiesen entender lo que las compañías suecas hacen y por qué lo hacen. Además, esas companías y sus dirigentes tienen un papel destacado en lo que se puede llamar la revolución de la tecnología de la información, y en internet. Y yo creo que su expansión va a continuar, si bien posiblemente con precios más bajos y razonables en la bolsa, en los próximos años. Lo cual puede hacer que el número de no-suecos trabajando para ellos aumente.

      En tercer lugar, pensé que los propios suecos podrían aprender algo de este libro. Aunque parezca arrogante por mi parte decirlo así, creo que podrían extraer conclusiones interesantes sobre cómo algunos de sus comportamientos son percibidos por otra cultura tan diferente como la mía.

      Existen tres públicos objetivos en lo que he mencionado con anterioridad a los que me gustaría referirme de forma explícita. El primero está formado por los profesionales de cualquier nacionalidad, excluyendo los suecos, que en el futuro vayan a enfrentarse con la posibilidad de trabajar con o para suecos o de hacerlo en compañías de ese país. El segundo lo componen aquellos ejecutivos suecos que estén interesados en entender cómo otras culturas perciben sus comportamientos en el mundo de los negocios. El tercero y último lo integra cualquier persona que desee averiguar qué hay detrás del estilo de management sueco y que eventualmente pretenda reaplicar alguno de los principios o elementos del mismo.

      En el caso del primer grupo, este libro les puede aportar información sobre cómo los traba­jadores y las compañías suecas actúan, por qué lo hacen así, y finalmente ideas y sugerencias de cómo relacionarse con ellos con alguna garantía de éxito.

      En el caso del segundo, lo que van a leer les puede facilitar una visión, espero que clara, sobre cómo otras culturas perciben elementos de su comportamiento que, siendo para ellos obvios, pueden resultar a veces controvertidos y, cuando menos, sorprendentes.

      En el caso del tercer grupo, el libro les mostrará una perspectiva elocuente sobre cómo llevar su negocio de forma diferente y, en muchos casos, de forma más exitosa.

      Por último, antes de terminar este preámbulo, me gustaría detenerme en un punto que no por evidente merece menos atención. Yo soy español. Y es fundamental que cualquiera que lea este libro lo asimile, para así encajar mis cometarios y apreciaciones en la dimensión adecuada. Si bien es cierto


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