Repensar la antropología mexicana del siglo XXI. Pablo Castro Domingo
Читать онлайн книгу.el cambio en el lugar que ocupa el sujeto que hoy construye el conocimiento antropológico. La descolonización del conocimiento antropológico, pero sobre todo de su práctica, ha llevado al surgimiento de otras epistemologías que reconocen el papel como etnógrafos y teóricos de la realidad contemporánea, de quienes antes se veían al margen de la disciplina. No solamente me refiero a la creciente diversidad de quienes han egresado de los programas de formación antropológica, o a quienes han sido formados en programas educativos propios (como lo señala en este libro Roxili Nairobi Meneses), sino por el reconocimiento del poder analítico e interpretativo de la realidad que otorga el conocimiento situado y la diversidad de saberes de minorías sociales varias (como lo indica en su colaboración Laura Valladares).
Este cambio epistemológico en la antropología mexicana del siglo XXI, tiene su contraparte en la revisión reflexiva sobre el trabajo etnográfico y teórico disciplinario como nos muestra María Ana Portal en su contribución. Hay en ello un recurso a la nación de simetría, pues entonces el reconocimiento del potencial descriptivo y analítico de quienes se encuentran en los márgenes de la disciplina tiene su correlato en la revisión crítica de las implicaciones que tiene para el conocimiento el lugar que ocupa la o el antropólogo en la academia y en la sociedad. No se trata solamente del lugar de privilegio que ocupen en las universidades e institutos, sino también su posición de subalternidad relativa respecto a las élites nacionales (como lo muestra en su contribución a este libro José Antonio Melville); así como su posicionamiento y experiencia en la sociedad como nos mues tra Margarita Zárate en su discusión sobre la violencia en su estado natal y el papel de sus propios afectos en el proceso de comprensión de dicho fenómeno.
La antropología en general, y la mexicana en particular lleva déca das en revisión. Si en la década de los ochenta del siglo pasado la expresión más usada era la de “crisis de la antropología” (la crisis de la representación, la crisis del marxismo, la crisis de la antropología con sesgos nacionalistas y colonialistas, etc.) hoy se usa el concepto de “giro” para caracterizar las nuevas propuestas. Se habla así del “giro epistémico”, del “giro ontológico” pero también del “giro afectivo” y del “giro de los sentidos” en la antropología contemporánea.
Estos “giros” nos ayudan a ordenar las nuevas estrategias para conocer la realidad (giro epistémico), pero también para enfrentar el hecho de que la realidad ha cambiado (giro ontológico). Un ejemplo de esto último, es el hecho de que hoy en día el “campo” donde se hace investigación incluye no solamente los espacios públicos y los privados, sino también los espacios cibernéticos, como lo explica Angela Giglia en su discusión donde nos invita a repensar aquello a lo que nos referimos con el concepto de “lugar”. Los conceptos básicos que usamos para pensar la realidad, se refieren a una realidad que ya cambió, y los recursos para conocer esa nueva realidad requieren de abrir nuevos sentidos más allá de la “observación participante”, para incorporar el oído, el tacto, así como la memoria y los sentimientos como lo explica Rocío Ruiz.
Repensar la antropología mexicana del siglo XXI es una tarea urgente y necesaria para resituarnos como practicantes de la disciplina en la sociedad contemporánea. Este libro es para ello un recurso fundamental.
Nota
* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztaalapa. Departamento de Antropología.
La antropología mexicana de cara al siglo XXI A manera de introducción
María Ana Portal*
La ciencia es hija de su tiempo, y nuestro tiempo —el de la globalización y el neoliberalismo— se ha caracterizado por grandes y profundas transformaciones en todos los ámbitos de la vida social, lo que nos obliga a enfrentar nuevas realidades, nuevos retos en la construcción del conocimiento y nuevas formas de afrontar los viejos problemas en la investigación social. En ese marco, cuestionarnos cómo estamos produciendo los saberes antropológicos, qué preguntas estamos elaborando y de qué manera estamos haciendo investigación de cara a esas transformaciones, resultan cuestiones muy relevantes de intentar responder.
Consideramos que mientras la sociedad se mueve de manera vertiginosa, la ciencia no siempre lleva ese ritmo de cambio y adaptación conceptual y metodológica. En el caso de la antropología, sus transformaciones se han dado de manera silenciosa, casi sutil. La vigencia de los temas clásicos a los que se ha abocado —cultura, identidad, alteridad, diversidad, etnicidad, entre otros— han favorecido este ritmo tal vez más pausado que en otros campos científicos como la física, la medicina, o la astronomía.
La vorágine social y los ritmos transformatorios de la antropología no parecen haber impactado de manera definitoria en los temas nodales de nuestra disciplina o en su propia existencia. Los temores expresados por B. Malinowski en el “Prólogo” a su emblemático libro Los argonautas del Pacífico Occidental, concebían —de una manera bastante pesimista— la desaparición del “objeto” de estudio de la antropología (y con ello posiblemente de la disciplina misma) a partir del desarrollo del capitalismo:
La etnología se encuentra en una situación tan lamentablemente ridícula, por no decir trágica, que a la hora de empezar a organizarse, a fraguar sus propias herramientas, a ponerse a punto para cumplir la tarea fijada, el material de su estudio desaparece con una rapidez des esperante. Precisamente ahora que los métodos y fines de la investigación etnológica han tomado forma, que personas bien preparadas para este trabajo han comenzado a recorrer los países salvajes y a estudiar a sus habitantes, estos salvajes se extinguen delante de nuestros propios ojos. […] La esperanza de ganar una nueva visión de la humanidad salvaje gracias a los trabajos de especialistas científicos, aparece como un espejismo que se desvanece en el mismo instante de percibirlo. Pues si en el momento actual todavía hay gran número de comunidades indígenas susceptibles de ser científicamente estudiadas, dentro de una generación, o de dos, tales comunidades o sus culturas prácticamente habrán desaparecido. Urge trabajar con tenacidad, ya que el tiempo disponible es breve. Hasta el momento, tampoco el público ha tenido suficiente interés por estos estudios. Hay pocos estudiosos de la materia, y el estímulo que reciben es escaso. Por ello, no siento ninguna necesidad de justificar una investigación etnologica que es el resultado de una investigación especializada hecha sobre el terreno (Malinowski, 1976:13).
Sin embargo, este pronóstico apocalíptico se canceló en la medida en que los antropólogos comprendimos y asumimos, a lo largo del tiempo, que lo que define a la antropología no es sólo un objeto, sino una forma de mirar, de construir y de elaborar conceptual y metodológicamente un problema. La antropología se abrió entonces al estudio de hechos y grupos sociales, de problemas y temáticas diversas, para lo cual ha tenido que repensar tanto las categorías que le son útiles, como las técnicas y métodos que le llevarán a mejores resultados. Esto nos ha llevado a procesos de deconstrucción de las fronteras históricas entre disciplinas, de tal suerte que nos hemos acercado de manera importante no sólo a la sociología, sino a la historia, a la ciencia política, al psicoanálisis, al derecho, a la geografía, al urbanismo, a la ciencia política, entre otras, dialogando —implícita o explícitamente— con otros marcos conceptuales y con otras aproximaciones metodológicas que nos han enriquecido. Este proceso no es nuevo, sin embargo, considero que en la actualidad el acercamiento inter-disciplinar se ha consolidado de manera importante conformándose en un reto metodológico y teórico sistemático.
Para consolidar este proceso reflexivo, es necesario reinterrogar no sólo las construcciones teóricas o los métodos específicos utilizados, sino también sus cruces con otras disciplinas y las implicaciones que ello tiene en nuestro quehacer.
El conocimiento no se reduce a una sola noción, teoría o idea. Son diversas las maneras en que nos podemos aproximar a los fenómenos sociales, así como son diversos los factores que entran en juego en el proceso de conocer. Las rutas que elegimos no son necesariamente tersas y generalmente conducen a más preguntas,