Activismo, diversidad y género. Laura Raquel Valladares de la Cruz

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Activismo, diversidad y género - Laura Raquel Valladares de la Cruz


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de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas Susana Flores López

       PUEBLOS AFROMEXICANOS: ACTIVISMOS Y REIVINDICACIONES

      Cuerpos jóvenes afromexicanos: entre la invisibilización y la resistencia Maritza Urteaga Castro Pozo y Alejandra A. Ramírez López

      Y si algo no nos parece, ¡gritamos! Mujeres afromexicanas contra las múltiples violencias María José Lucero Díaz y Yolanda Camacho Calleja

      Introducción

      El poderío de las mujeres es ser humanas, y vivir en libertad.

      Marcela Lagarde

      El libro que la lectora o el lector tiene en sus manos tiene el propósito de compartir los resultados de las investigaciones realizadas desde una mirada antropológica sobre las distintas formas y expresiones de las violencias en la vida de las mujeres indígenas, mestizas y afromexicanas en distintos contextos. El hilo conductor que recorre los relatos y reflexiones de las autoras es la violencia estructural que viven las mujeres de distintos sectores sociales, procedentes de diversos pueblos indígenas: zapotecos, mixtecos, mè’phàà, tun savi, tzotziles, triquis, así como entre jóvenes y mujeres afromexicanas y con migrantes hondureñas, en diferentes geografías socioterritoriales y entornos, sea en sus comunidades de origen, en ciudades y/o comunidades a donde las ha llevado la migración o el desplazamiento forzado. Se trata de estudios en donde el sujeto histórico son las mujeres que han enfrentado histórica y sistemáticamente la opresión y la dominación de un sistema patriarcal, pero fundamentalmente se trata de etnografías que buscan dejar testimonio de la agencia de las mujeres en su lucha por enfrentar y confrontar distintas condiciones de vida adversas que las colocan en situaciones de enorme violencia y vulnerabilidad, como es el caso de la prostitución o de violencia política de género, o en la lucha por su autonomía, la de sus pueblos y las disputas por su auto-rrepresentación política.

      Si bien, existen decenas de libros acerca de la violencia y su antídoto, la justicia; nosotras preferimos hablar de violencias en plural, aludiendo a las múltiples violencias que vivimos y nos enfrentamos a diario por el hecho de ser mujeres: en el transporte público, en la comunidad, en la academia, en la oficina, en las fronteras, en nuestras casas, en la tienda de la esquina, mientras caminamos y transitamos en un contexto neoliberal patriarcal caracterizado por una enorme desigualdad socioeconómica, que es una de las causantes del sufrimiento social y de género. También en estos estudios, encontrarán un énfasis en la agencia social y política de las mujeres, como actoras políticas, que con su militancia y activismo social modifican o inciden en las fisuras porosas de las estructuras de la dominación y la subordinación; sea luchando abiertamente por disputar cargos de elección popular, sea participando activamente en las luchas autonómicas de sus pueblos o creando organizaciones de mujeres, con lo que colocan su impronta de género en la construcción de nuevos acuerdos sociales plurales, incluyentes de las diversidades y armónicos en términos del ejercicio del poder y de la equidad de género, entre otras propues tas de horizontes posibles y/o en construcción.

      Coincidimos con Marcela Lagarde cuando afirma que las mujeres compartimos la misma condición histórica, pero diferimos en cuanto a situaciones de vida. Desde el pañuelo blanco que enarbolaron las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en 1977 en Argentina, hasta el pañuelo verde que usamos las mujeres de distintos países en la marcha del 8 de marzo de 2020, y que simbolizó un grito de exigencia por una “educación sexual para decidir”, “anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”, así como una exigencia de vivir “una vida libre de violencia”. De norte a sur, de sur a norte, del centro a la periferia y de la periferia al centro, las mujeres cuestionamos la organización patriarcal del mundo.

      Tanto en el ámbito nacional como en el internacional, el acceso a las redes sociales ha facilitado que las mujeres de todas las geografías del planeta se interconecten y se vinculen para expresar sus críticas, y confronten las violencias estructurales. También las redes sociales han sido un espacio privilegiado para denunciar a acosadores, hostigadores y, en general, a los agresores de las mujeres. Allí se han expuesto los nombres y rostros de hostigadores, secuestradores, violadores y asesinos y en múltiples casos las denuncias en redes sociales como #MeToo, se han constituido como redes potentes para exponer las violencias y en su caso judicializar las denuncias o, por lo menos, provocar la expulsión de los agresores de los espacios laborales desde donde perpetraban sus agresiones. Sin embargo, el acceso a las redes sociales no es igual para todas las mujeres, ni en todas las geografías; quienes trabajamos o vivimos en comunidades indígenas o afromexicanas sabemos que se carece, en gran medida, de acceso a esas redes sociales, conocemos que las mujeres no tienen la posibilidad de denunciar y visibilizar las violencias en las redes, pero se encuentran y conforman redes de mujeres en donde se expresan, intercambian agravios, denuncian las violencias de las que son objeto y reflexionan sobre los caminos posibles para detener estos embates que agravian sus vidas, las de sus familias y comunidades de origen.

      En sintonía con estas experiencias, los capítulos que integran esta obra colectiva tienen como objetivo contribuir a la visibilización, los entramados de la violencia estructural (Galtung, 2003) y su contraparte, la resistencia. En los contextos rurales e indígenas la realidad tiene sus particularidades y complejidades, pues en la mayoría de los casos comparten condiciones de precarización y marginalidad; por ello, pensamos que no podemos romantizar o invisibilizar los entramados comunitarios en donde prevalecen violencias hacia las mujeres que se expresan en insultos, tortura, violación, prostitución de niñas, acoso sexual, infanticidio; violencias emocional, psicológica o física; matrimonios forzados y arreglados, violencia política, etcétera. Situaciones que han documentado las propias mujeres indígenas que se articulan en múltiples organizaciones comunitarias o regionales, así como en otras de carácter nacional e internacional, tales como la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) en México o en el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), entre otras muchas.

      Otra de las problemáticas que ha sido ampliamente estudiada y reflexionada por la antropología es la situación que guardan los derechos humanos de las mujeres, así como el impacto de la cultura de los derechos humanos en sus propias vidas. En la última década se ha enfatizado en la rica fertilización que han tenido los debates feministas en los mundos indígenas. Sin embargo, no podríamos argumentar que ser feminista, o defensora de los derechos de las mujeres, debe pasar por un conocimiento de los hitos históricos que han significado un parteaguas en la historia contemporánea, pues desde Abya Yala las mujeres indígenas han construido propuestas epistémicas situadas en el sur global desde sus culturas, y cosmogonías que dan sustento a sus proyectos de futuro, tanto en el nivel comunitario como en el nacional y mundial. Estos planteamientos y experiencias son una de las aristas que hemos buscado testimoniar, junto con las propias actoras sociales que construyen estas nuevas narrativas sobre los derechos, la justicia, la democracia y la equidad de género.

      Ahora bien, en las comunidades en donde se han realizado las investigaciones compiladas en este libro, existen esfuerzos organizativos vigorosos que nacen de la identidad de género, así como étnica y política, comprometidas con la construcción de mundos mejores. Es por esta razón que ha sido con los lentes de género con los que miramos e interpretamos estas realidades, pues nos permiten develar aquello de lo que no se habla cotidianamente, pero que está presente en la vida de las mujeres. En este sendero se encuentran, por ejemplo, las terribles violencias que nos relata Cristina Hernández y que suceden en la Montaña de Guerrero, en donde reflexiona sobre el papel que tienen la discriminación y la exclusión para accionar mecanismos a través de los cuales las violencias no se cuestionan, tanto por estar naturalizadas, como porque las propias mujeres desconocen sus derechos fundamentales. O las experiencias del trabajo sexual entre las mujeres tseltales y tsotsiles en las calles y bares de San Cristóbal de Las Casas, en el estado de Chiapas, documentadas por Susana Flores, así como las distintas formas en que viven la violencia de género la gran mayoría de las mujeres que incursionan en el campo del poder


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