Adopciones. María Federica Otero

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Adopciones - María Federica Otero


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la/o escucha y responde dándole de comer. Al articular las demandas en palabras, se introduce otra cosa que causa una escisión entre la necesidad y la demanda; junto a la demanda que articula una necesidad, también hay una demanda de amor. El objeto que satisface la necesidad, que es suministrado por Otro, adquiere la función adicional de dar prueba del amor del Otro. El Otro, su presencia, simboliza el amor, creándose así una relación de dependencia. Así pues, la demanda cumple una doble función: expresa una necesidad y se convierte en una demanda de amor.

      Entonces, en tanto la necesidad se nos presenta como universal, la demanda es subjetiva y se encuentra muchas veces escondida detrás de cada necesidad no satisfecha. La necesidad es utilizada generalmente para hablar de derechos. ¡Y eso sería correcto! Sin embargo, a veces podemos invisibilizar la demanda. Y ahí habría una nueva falla.

      Advertimos que, en ocasiones, frente a la práctica concreta respecto a los procesos adoptivos, nos ocupamos solo de la protección y la restitución de la necesidad y no de la restitución de la demanda.

      Además, en general, las/os NNA que se encuentran en situación de cuidado alternativo han vivenciado un pasaje de la dependencia absoluta a la autonomía, con muchas deprivaciones. Así, vemos a menudo cómo, en grupos de hermanas/os, la/el mayor del grupo actúa inconscientemente haciéndose cargo de esa función de cuidado que estuvo ausente en las niñeces del grupo. O las/os NNA de más de diez años que, al incorporarse a una nueva familia a través de la adopción, presentan algunas conductas que podríamos denominar regresivas como, por ejemplo, querer dormir en la cama con las/os guardadoras/es como si fueran NN de una edad mucho menor.

      Entonces, de lo que tenemos que ocuparnos es no solo de esas necesidades universales no satisfechas, sino también del modo en que esa insatisfacción se inscribió particularmente en esa/e NNA, configurando su demanda.

      Por su parte, Marchant (2014) entiende que la/el NNA en situación de cuidado alternativo se encuentra en doble situación de vulnerabilidad. La primera se relaciona con aquella vivida en su contexto familiar, y la segunda, como consecuencia de la separación afectiva de sus vínculos primarios. Dicho de otro modo, no solo se trata de NNA que han sido vulneradas/os en sus derechos, sino que al mismo tiempo han de vivir una segunda vulneración asociada a las consecuencias psicológicas derivadas de la separación afectiva.

      De allí que toda decisión de aplicar una medida de protección excepcional requiere de un análisis previo –si bien ágil–, básicamente transdisciplinario, que busque y logre la protección necesaria del/de la NNA, para garantizarle, al mismo tiempo, acciones y abordajes que minimicen el riesgo de provocar mayores y nuevos daños en el sujeto. Sin esta garantía, entonces, con nuestra práctica estaríamos consiguiendo justamente lo contrario de lo que buscamos.

      Es por ello que la protección del/de la NNA, mientras dure la medida excepcional, no debería estar de ninguna manera basada solamente en cuestiones normativas, sino acompañada y fundada principalmente en un abordaje integral de cuidado real y simbólico, que garantice un ambiente de protección, atención y acompañamiento, sea que la/el NNA se encuentre en un dispositivo de cuidado alternativo institucional o en un dispositivo de cuidado familiar transitorio (Otero, 2018).

      Así, las medidas de protección excepcional deberían garantizar que toda/o NNA tenga la posibilidad de construir nuevos vínculos, nuevos apegos, reelaborar las pérdidas y con ellas desplegar duelos esperables y no patológicos, frente a futuras pérdidas inevitables de la vida.

      Si el Sistema de Protección es incapaz de garantizar lo antedicho, entonces la misma medida de protección excepcional no solo no logrará cumplir con su cometido de proteger al/a la NNA, sino que lo/a revictimizará, imposibilitando el resurgir de un ambiente facilitador de nuevas experiencias saludables.

      Por otra parte, para Pichon-Rivière (1982) se es sujeto en tanto emergente de un sistema vincular, a partir de un interjuego entre la necesidad y la satisfacción. Se conforma así una dialéctica entre el sujeto y la trama vincular en la que las necesidades cumplen su destino vincular, gratificándose o frustrándose.

      En este sentido, las y los NNA sin cuidados parentales han sido en su mayoría deprivadas/os de ese interjuego que describe Pichon-Rivière y, además, han perdido el amor de las figuras principales de sostén, lo que produce un proceso complejo al que proponemos denominar proceso de (des)calificación narcisista.

      En conclusión, teniendo en cuenta todo lo explicitado en este apartado, los interrogantes que surgen ahora son: ¿están preparadas y preparados en general las/os inscriptas e inscriptos en los registros de adoptantes de nuestro país para empatizar y reconocer esta demanda? ¿Estamos capacitados las y los profesionales y funcionarias/os judiciales y administrativos para captar y descifrar esta demanda en las y los NNA? Y, más aún, ¿cómo se piensan a sí mismos las y los NNA luego de experiencias de separación, rechazo o negligencia? ¿Qué implica, desde lo psicoafectivo y social, ser un sujeto en pleno desarrollo y crecimiento y estar deprivado de las necesidades afectivas y materiales? ¿Qué precisa esa/e NNA? ¿Qué reclama del Sistema de Protección de derechos?

      De ello, nos ocuparemos seguidamente.

      LAS NECESIDADES Y LA DEMANDA EN PRIMERA PERSONA

      Una vez más, si realmente entendemos al/a la NNA como sujeto de derecho cuya participación y voz son fundamentales, entonces, ¿qué mejor que escuchar a él/ella?

      Es por ello que, a continuación, transcribimos las palabras de Luciano Salvador, un joven estudiante de Derecho de veintiocho años de edad que, en el marco de unas Jornadas sobre adopción (“Ser familia por adopción”, 2012), con mucha valentía, señaló:

      Quisiera contarles que estar institucionalizado significa ser marginado de la sociedad. Me parece que cuando un niño cae en un Hogar ya no es visto por la sociedad, por los jueces, por los asistentes sociales; no es más visto por la legislación, por nadie. Los niños caemos al vacío. No tener una familia significa después presentarse a un mundo que te come, que te absorbe; a un mundo en el que un niño que esta institucionalizado no sabe manejarse, no comprende lo que es el valor de una familia. Que una familia te ayude, te apoye en los momentos difíciles, te enseñe los valores que todo niño necesita. Solamente quisiera pedir, y a partir de esto, que de alguna manera empecemos a cambiar esto, que los niños pasen mucho menos tiempo en los Hogares. No tendría que pasar más de un año, me parece que todas las partes nos debemos poner las pilas y trabajar, trabajar realmente, ponerse la camiseta y que nuestro legajo no sea un papel metido en un cajón, ¿sí? La familia… Todos tenemos que comprender que la familia forma al niño, a la persona, para el resto de su vida…(…) Yo viví desde adentro la institucionalización y creo que hoy estoy representado a los diez mil niños (…) que están esperando una familia…

      Una mañana me levanté como siempre, fui hasta la puerta para ir a hacer los mandados y me quedé sorprendido porque ya los tenía identificados. Les avisé a las tías, las personas que nos cuidaban, y cuando volví al hogar me dijeron que me venían a buscar a mí.

      Luciano aclara que su mamá, muchas veces, remarca la dureza y la desconfianza con la que la miró en ese primer momento.

      Quizás ella esperaba que yo me le colgara,


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