Purgatorio. Divina comedia de Dante Alighieri. Franco Nembrini
Читать онлайн книгу.por un hado despiadado, su sombra es condenada a vagar a las puertas del Hades por toda la eternidad, y la voluntad del hado no puede verse tocada por las súplicas humanas; la muerte de Jesús «en rescate por muchos» abre un espacio de amistad entre Dios y los hombres, en el que la muerte ya no es la última palabra: Dios escucha las oraciones de los hombres.
Y escucha también su grito de queja cuando se sienten abandonados. Hasta el punto de que el mismo Jesús, clavado en la cruz, grita ante el silencio de Dios: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34), que son, por otro lado, las mismas palabras del salmista (Sal 22,2). Por ello también nosotros podemos alzar con Benedicto XVI nuestro grito a Dios: ¿dónde estás? ¿Dónde estabas cuando sucedía esto?
Para situarnos de forma adecuada ante esta pregunta y el modo en que Dante la plantea, hemos de tener presente que no se pueden separar los dos tercetos de los que surge la reflexión, sino que hay que leerlos juntos. Entonces caemos en la cuenta de que no es que Dios no escuche nuestras oraciones, sino que nos concede ver el bien que siempre nos prepara a través del dolor.
Ciertamente, se trata de un gran misterio. ¿Cómo es posible que un mal como la guerra, las luchas fratricidas de la Italia de entonces o de hoy, sea la ocasión de un bien? No tengo la pretensión de responder a esta pregunta; sin embargo, me gustaría ofrecer, como punto de partida para la reflexión, las palabras de una entrevista que me deslumbró cuando la leí.
La entrevistada era una mujer egipcia, viuda de un hombre asesinado el domingo de Ramos mientras trataba de frustrar el enésimo atentado contra la comunidad copta. La entrevista se emitió en un telediario egipcio en 2017.7
«Hijo mío», dice la mujer dirigiéndose al asesino de su marido, «te estás equivocando. Créeme, no tengo nada contra ti. Mi marido ya no está, se ha ido. Y le pido a Dios que os perdone, que os permita recapacitar. Tenéis que pensar si lo que hacéis es justo o está mal. Nosotros no os hemos hecho ningún daño. Que Dios os perdone, como os perdono yo. Habéis llevado a mi marido a un lugar que no habría podido imaginar. Creedme, estoy orgullosa de él y habría querido estar a su lado. Os doy las gracias». En ese momento el presentador, uno de los periodistas más famosos de la televisión egipcia, musulmán, se queda sin palabras. Después de doce segundos de silencio —un tiempo interminable para una transmisión en directo, observa la comentarista italiana— respira hondamente y dice: «¡Los cristianos egipcios son de acero! Desde hace cientos de años soportan atrocidades y desastres y aman profundamente a esta tierra. Lo soportan todo por la salvación de esta nación. Pero, sobre todo, ¡qué grande es la capacidad de perdón que tenéis! Esta gente está hecha de una pasta distinta. Egipto sigue adelante gracias a la perseverancia y la paciencia de esta gran mujer».
Si esto no es un comienzo de paraíso, un bien nuevo que asoma de forma gratuita en medio de nuestro mal…
Antes de dejar este canto, retomemos por un momento la reflexión sobre la relación entre sus dos partes. Ya hemos observado que, a primera vista, parece que se yuxtaponen sin más —la primera con el tema de la oración, la segunda con la diatriba sobre Italia—, pero en realidad presentan nexos importantes partiendo del paralelismo entre Palinuro y Jesús. Bajo esta perspectiva, percibimos también otros elementos de continuidad desde los tercetos iniciales, que proponen el juego de la zara8 —a propósito del tesoro de las oraciones— y, una tras otra, una serie de víctimas de las luchas fratricidas que ensangrentaban la Italia de esa época.
Entonces, ¿qué quiere decir Dante al poner juntas la comunión de los santos y la diatriba política? Creo que está diciendo que la alternativa se da entre aceptar el milagro de la unidad que nace de la pertenencia a un único Señor, a un único Origen, a un único Destino, o seguir matándonos unos a otros.
Creo que la gran lección «política» de Dante es que existe una experiencia humana, una visión de lo humano, una concepción del valor de los hombres y de las relaciones entre ellos que se da antes que la política y que la funda. Y, a su vez, que el terreno sobre el que se demuestra que una experiencia humana es buena es el de la política, es el hecho de que construye una convivencia más pacífica, que favorece mejor la vida de todos. Si entendemos esto, podremos comprender por qué los temas políticos vuelven con tanta frecuencia a lo largo del Purgatorio, porque la prueba de fuego de la verdad de una experiencia es su incidencia en la historia. Para Dante, el objeto de la política es trabajar para que la salvación que Dios ha traído al mundo haga más humana la vida de todos. En este sentido, es el lugar donde se verifican la fe, la esperanza y la caridad de los cristianos.
¡Todo lo contrario de una lección trasnochada! En una época de crisis de la política como la actual, actividades como crear un colegio, un centro de formación profesional, una obra para la reinserción de los presos, una de las miles de empresas que tratan de construir o reconstruir espacios de humanidad para todos, lugares de educación, de promoción de lo humano, son precisamente las acciones más «políticas» que pueden llevarse a cabo.
1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, artículo 9, párrafo 5, n. 946-962.
2 Cf. Publio Virgilio Marón, Eneida, libro V, vv. 835-871, y libro VI, vv. 363-376.
3 Ibídem, libro VI, v. 376.
4 Nos atenemos aquí a la traducción de la Divina comedia publicada por la editorial Acantilado (Dante Alighieri, Comedia, Acantilado, Barcelona 2018, p. 343), que se ajusta más fielmente al texto italiano.
5 Benedicto XVI, Discurso durante la visita al campo de Auschwitz, Auschwitz-Birkenau, 28 de mayo de 2006.
6 Publio Virgilio Marón, Eneida, libro V, v. 815.
7 https://www.youtube.com/watch?v=M3CE8RvV1k8
8 La zara es un juego de azar famoso en la Edad Media. Se juega con tres dados que, por turnos, lanza cada jugador a la vez que canta un número entre el 3 y el 18. Gana quien obtiene primero un resultado igual al número cantado.
Quando si parte il gioco de la zara, colui che perde si riman dolente, repetendo le volte, e tristo impara;con l’altro se ne va tutta la gente; qual va dinanzi, e qual di dietro il prende, e qual dallato li si reca a mente;el non s’arresta, e questo e quello intende; a cui porge la man, più non fa pressa; e così da la calca si difende. | Cuando se termina el juego de la zara,1 el que pierde se queda mohíno, repitiendo las tiradas y aprendiendo con dolor. Con el otro se va toda la concurrencia, y cuál delante, cuál detrás, cuál al lado, procuran hacérsele presente. Él no se para; oye a este y al otro; aquel a quien pone algo en la mano, deja de molestarle, y así se libra de la turba. |
Tal era io in quella turba spessa, volgendo a loro, e qua e là, la faccia, e promettendo mi sciogliea da essa. | Tal estaba yo entre aquella multitud compacta, volviendo el rostro acá y allá y librándome de ella con promesas. |
Quiv’ era l’Aretin che da le braccia fiere di Ghin di Tacco ebbe la morte, e l’altro ch’annegò correndo in caccia. | Allí estaba el aretino que de las fieras manos de Gino di Tacco recibió la muerte2 y el otro que se ahogó yendo a caza del enemigo.3 |
Quivi pregava con le mani sporte Federigo Novello, e quel da Pisa che fé parer lo buon Marzucco forte. | Allí oraba con las manos en alto Federico Novello4 y aquel de Pisa5 que hizo brillar la fortaleza del buen Marzucco6. |
Vidi conte Orso e l’anima divisa dal corpo suo per astio e per inveggia, com’ e’ dicea, non per colpa commisa; | Vi al conde Orso7 y al alma separada de su cuerpo por odio y por envidia, como ella decía, no por las culpas cometidas. |
Pier da la Broccia dico; e qui proveggia, mentr’ è di qua, la donna di Brabante, sì che però non sia di peggior greggia. | A Pierre de la Brosse me refiero.8 Y que provea a lo que le conviene la princesa de Brabante9 mientras esté por aquí,10 no sea que se halle luego en peor compañía. |
Come libero fui da tutte quante quell’ ombre che pregar pur ch’altri prieghi, sì che s’avacci lor divenir sante,io cominciai: «El par che tu mi nieghi, o luce mia, espresso |