La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro

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La experiencia del tiempo - Ricardo Gibu Shimabukuro


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su radical falta de reflexión. La posibilidad de los ya abordados emerger y “sumergirse” (Abtauchen) en una actividad no es un suceso incidental, sino, más bien, una expresión esencial de este. Esta heterogeneidad altamente perceptible y singular (entre vivencia temporal y reflexión) hace comprensible por qué nos genera tantos problemas la “aclaración” de la experiencia temporal (San Agustín) –y la distinción de Kant entre las dos formas fundamentales de representación (es decir, de la relación con el objeto) no es la presuposición, sino, más bien, la consecuencia de esta oposición no superada–.

      Constatamos, así, para el tiempo vivido la multiplicidad de las formas de aparición, la temporalidad propia de cada ente y la falta de reflexión.

      Tiempo fundado: aun cuando el tiempo vivido está ligado de manera indisociable al modo de existencia viviente, cada vivencia se lleva a cabo aparentemente “también” (y manifiestamente de manera necesaria) en un marco “temporal” “asubjetivo”. Visto desde el punto de vista del tiempo mensurable, dos vivencias pueden transcurrir “más o menos” “al mismo tiempo”. Para poner freno a esta vaguedad, la humanidad ha fundado desde tiempos inmemoriales un tiempo homogéneo que funciona como medida para la medición cotidiana del tiempo. Se trata de una forma de temporalidad que nos es, por un lado, muy cercana, y, por otro, muy alejada: cercana, puesto que ¿qué nos es más fiable que el tiempo que medimos cotidianamente?; lejana, puesto que el tiempo mensurable (fundado) nunca es propiamente vivenciado.

      El tiempo fundado se caracteriza por ser de común acuerdo (einig) (a pesar de su desmoronamiento de jure en infinitos “sistemas de referencia”). No se trata únicamente de un atributo provisional, y esta unidad no es en absoluto de naturaleza empírica; uno “tropieza” con esta unidad, más bien, si solo se reflexiona sobre el tiempo. En otras palabras, la reflexión funda esta unidad o acuerdo, mientras que en la práctica el tiempo nunca puede ser medido “exactamente”.

      Construir fenomenológicamente quiere decir recurrir a una forma de la autodación que no remita ni a una existencia puramente pasiva, ni a una inclusión de la espontaneidad en una dimensión temporal-sensible. ¿Frente a qué tipo de temporalidad nos hallamos aquí, si es que no se trata claramente ni de un tiempo vivido, ni de un tiempo fundado? En otras palabras, ¿cómo es posible descubrir el carácter temporal tanto del tiempo vivido como del tiempo fundado de manera constructivo-fenomenológica (es decir, no únicamente “constitutiva”, la cual queda reducida a una fenomenología de manual)? El primer punto concierne al estatuto “ontológico” de lo construido en esta construcción fenomenológica. El constructo fenomenológico se lleva a cabo de acuerdo con un movimiento en zigzag que oscila de aquí para allá entre los fenómenos que no pueden ser más aclarados de manera descriptiva y lo que habrá de construirse. Así, entran en juego “fenómenos” que son independientes de la división entre lo que es y lo conocido, y que remiten a “estructuras preintencionales” al mismo tiempo. ¿Cómo se lleva a cabo esta construcción de manera concreta?


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