Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio

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Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot - Antonio Tomarchio


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demostrado siempre tener la cabeza bien plantada sobre los hombros a pesar de su juventud.

      Cenaron y se fueron a la cama. Joshua no conseguía conciliar el sueño, continuaba pensando en lo que había sucedido, en la responsabilidad que había asumido al no advertir a las autoridades. Pensaba en las consecuencias, incluso penales, que su gesto comportaba y qué podría suceder si fuese descubierto, pero era demasiado tarde para dar marcha atrás y, sobre todo, no quería renunciar a la sensación de poder que su nuevo robot le transmitía.

      Intentó ponerse en contacto con él, sentía que la conexión estaba todavía activa a pesar de la distancia.

      «Raptor, ¿estás durmiendo?» preguntó.

      Enseguida, la voz cavernosa del robot, resonó dentro de su cabeza.

      «No, comandante, yo no duermo jamás.»

      « ¿Cuántos hay como tú en la tierra?»

      «Yo soy el primero, pero muy pronto habrá otros.»

      « ¿De dónde venís?»

      «Yo he sido construido en la tierra.»

      « ¿Quiénes son esos seres parecidos a lagartijas que te han construido?»

      «No lo sé, Comandante, toda la información sobre ellos ha sido borrada en el momento de la desconexión.»

      « ¿Cómo os desconectáis?»

      «Sólo la muerte del comandante puede permitir la desconexión, o también una excesiva distancia entre nuestras mentes.»

      « ¿Cuál es la distancia máxima?»

      «Con el comandante anterior la conexión no era buena, su mente no le permitía alejarse más allá de los veinte centímetros.»

      « ¡Por esto el alienígena estaba obligado a permanecer dentro del robot, no podía manejarlo desde más lejos a causa de la poca potencia de sus ondas cerebrales!» pensó el chaval.

      « ¿Ente nosotros cuál es la distancia máxima?» preguntó, cada vez más curioso.

      «Tu capacidad telepática es enorme, tus ondas cerebrales son muy fuertes, la conexión es excelente, puedo estimarla en más de unos cientos de kilómetros, aproximadamente.»

      « ¿Me eres fiel o todavía estás conectado a tus constructores?»

      «Mi mente es una extensión de la tuya, yo no existo sin conexión, tú eres el comandante, tus enemigos son también los míos.»

      «Gracias Raptor, ahora intentaré dormir. Buenas noches»

      Le hubiera gustado continuar haciendo preguntas, pero se dio cuenta que tenía todo el tiempo del mundo para aclarar cualquier duda, mientras que la necesidad de procesar la información recibida era más urgente.

      Continuó reflexionando sobre las respuestas recibidas del robot. Él era el primero pero habría otros, así que dedujo que todavía los estaban construyendo. Había sido fabricado en la tierra, por lo tanto los alienígenas debían tener una base en nuestro planeta en la que poder construir los robots.

      Pensó que, en efecto, para transportar unos autómatas tan grandes necesitarían unas astronaves enormes, muy fáciles de identificar por los radares militares, mientras que, dadas sus pequeñas dimensiones, los alienígenas podrían descender sobre la Tierra en pequeñísimas naves espaciales sin ser observados. Podían haber llegado a nuestro planeta hace muchos años sin ser vistos por nadie. Había lugares inexplorados en los que podían refugiarse y vivir sin entrar jamás en contacto con un ser humano.

      «Entonces, ¿por qué construir unos robots? ¿Cuáles son sus intenciones? Seguramente no son buenas» pensó.

      «Construyen robots para enfrentarse a los humanos, en caso contrario la lucha sería desigual. Quizás no se contentan con ser unos huéspedes, quieren dominar el planeta, eliminar a los principales competidores por la comida. Yo represento, por lo tanto, una amenaza para ellos, soy el único que conoce su existencia y sólo con mi muerte podrían recuperar el robot.»

      A pesar de todos aquellos pensamientos y un poco de miedo por la incertidumbre sobre su destino, finalmente cayó agotado en un profundo sueño.

      Al día siguiente se despertó temprano y corrió enseguida a ver a su nuevo amigo para jugar con él. Sabían hacer las mismas cosas, lo retó a jugar al baloncesto, al fútbol, pero, por desgracia, no tenía ninguna posibilidad de poder vencerlo, conocía los deportes igual que su comandante pero tenía unas dotes físicas inmensamente superiores. Lo retó, por lo tanto, a una partida de ajedrez y después de unos cuantos empates consiguió vencerle.

      Pasaron así algunos días, la amistad entre los dos crecía y se reforzaba. El muchacho estaba cada vez más encariñado con el robot y Raptor le correspondía sintiéndose cada vez más unido a su nuevo comandante. Joshua se olvidó de los alienígenas, dejó de preocuparse por si su vida estaba en peligro y, sobre todo, dejó de preguntarse cómo no habían aparecido todavía.

      Llegó el día del torneo. Joshua se puso los controladores para fingir que el robot era controlado con el telemando y con la mente le ordenó que subiese al auto de su padre. Lucas no había podido venir porque todavía estaba ocupado con la escuela pero prometió que en cuanto le fuese posible le haría compañía.

      Fueron acompañados hasta delante de la puerta de entrada. Joshua entregó al personal encargado la inscripción a los juegos y un documento de reconocimiento, le dieron entonces la credencial para poder moverse libremente. El muchacho observó enseguida algunos robots adversarios, algunos eran realmente impresentables, otros, en cambio, eran muy hermosos.

      En los años anteriores el éxito en las competiciones había sido siempre privilegio de unos cuantos robots. El japonés había vencido más ediciones que los otros, pero también los chinos, los alemanes, los italianos, los canadienses, los rusos y los ingleses había hecho un buen trabajo, quedando siempre entre los diez primeros.

      El robot italiano había sido fabricado por la famosa marca automovilística Ferrari, era un prodigio de la técnica, con soluciones siempre a la vanguardia. También habían vencido la mayoría de las veces el premio por el mejor diseño.

      El alemán estaba en el límite del reglamento, de hecho, las reglas establecían una altura máxima de 2,10 metros y un peso máximo de 190 kilos y estas eran exactamente las medidas del autómata alemán.

      El robot chino no estaba a la altura del alemán y del italiano, pero lo mandaba un muchacho campeón mundial de kick boxing, por lo tanto era un adversario muy temible.

      No estaban representados todos los países, algún Estado, en cambio, hasta llevaba dos, dependía del éxito obtenido en los años anteriores. Joshua había disfrutado los años precedentes de una wild car2 porque había sido el inventor de la batería que movía todos los robots, pero en la edición anterior había conquistado el derecho a ser “cabeza de serie” al ponerse entre los diez mejores luchadores del torneo.

      El torneo incluía 100 participantes, las primeras diez cabezas de serie se enfrentarían a nueve adversarios cada uno, sorteados entre aquellos menos fuertes. Cada vencedor de estas rondas de clasificación participaría en la ronda final que establecía el enfrentamiento directo entre los primeros diez clasificados. Por regla general los cabezas de serie vencían siempre su ronda, por lo que, habitualmente, eran los mismos diez robots luchando por el título.

      Sobre el panel se veían discurrir los nombres de los cabezas de serie y, en las columnas de abajo, aparecían los nombres de los robots adversarios a medida que tenía lugar el sorteo. El primer adversario de Raptor sería el robot tailandés.

      Joshua esperaba a que la voz de los altavoces lo llamase para comenzar el combate, pero antes debían exhibirse los cabezas de serie, desde el primero hasta el nueve, él era el décimo.

      Asistió con paciencia a los combates de los otros que, como era previsible, no tuvieron ninguna dificultad para desembarazarse de su primer adversario.

      Había


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