Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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enfermos sucumben siempre al engaño.

      Sólo sabiendo vencer las resistencias emergentes en estos tres casos nos es posible llevar a término un análisis. Conseguimos tal victoria tratando este síntoma, recientemente producido, en la misma forma que los antiguos.

      Primeramente se nos plantea la labor de hacer consciente en la enferma el «obstáculo». Con una de mis pacientes, en la que de pronto comenzó a no obtener resultado alguno el procedimiento de la presión, teniendo ya motivos para sospechar la existencia de una idea inconsciente de las indicadas en el caso 2º, procedí la primera vez por sorpresa. Le dije que, indudablemente, había surgido un obstáculo contrario a la continuación del tratamiento, pero que el procedimiento de la presión poseía, al menos, el poder de hacerla ver cuál era dicho obstáculo. A seguidas, puse en práctica tal procedimiento y la enferma exclamó: «¡Qué disparate! Le veo a usted sentado en esta butaca.» Esta frase me bastó para encontrar la explicación deseada.

      En otra enferma no solía revelarse así el «obstáculo», respondiendo directamente a la presión de mi mano sobre su frente, pero se me descubría en cuanto lograba situar a la paciente en el momento en que dicho obstáculo había surgido, cosa que jamás nos niega el procedimiento de la presión. Con el hallazgo del obstáculo quedaba salvada la primera dificultad, pero aún subsistía otra más considerable: la de hacer comunicar a la sujeto, cuando aparentemente se trataba de relaciones personales, en qué ocasión la tercera persona coincidía con la del médico.

      Al principio no me satisfacía nada este incremento de mi labor psíquica, hasta que comprobé que se trataba de un fenómeno regular y constante, y entonces observé también que tal transferencia no imponía, en realidad, un mayor trabajo. La labor de la paciente era la misma; esto es, la de vencer el afecto displaciente de haber abrigado por un momento un tal deseo, y con respecto al resultado, parecía indiferente que instituyésemos en tema de nuestras tareas analíticas la repulsa psíquica de dicho deseo, en el caso primitivo o en el reciente. Las enfermas aprendían también poco a poco a darse cuenta de que en tales transferencias sobre la persona del médico no se trata sino de una engañosa imaginación, que se desvanece al terminar el análisis. Pero creo que si prescindiéramos de explicarles la naturaleza del «obstáculo», no haríamos sino sustituir un nuevo síntoma histérico, aunque menos grave, a otro espontáneamente desarrollado.

      Creo suficientes las indicaciones que preceden sobre la práctica de tales análisis y lo que en ellos descubrimos. Algunas cosas parecen en ellas más complicadas de lo que realmente son, pues muchas de ellas aparecen claras en el curso de una tal labor. No he enumerado las dificultades de la tarea analítica para despertar la impresión de que sólo en muy pocos casos vale la pena de emprender un análisis catártico. Por mi parte, opino todo lo contrario. No puedo detallar aquí las indicaciones precisas del método terapéutico cuya descripción antecede. Para ello habría de entrar en el tema, más amplio e importante, de la terapia de las neurosis en general. Muchas veces he comparado la psicoterapia catártica con una intervención quirúrgica y calificado mis curas de operaciones psicoterápicas persiguiendo sus analogías con la apertura de una cavidad llena de pus, el raspado de un hueso cariado, etc. Tal analogía encuentra su justificación no tanto en la separación de lo enfermo como en el establecimiento de mejores condiciones de curación para el curso del proceso.

      Repetidamente he oído expresar a mis enfermos, cuando les prometía ayuda o alivio por medio de la cura catártica, la objeción siguiente: «Usted mismo me ha dicho que mi padecimiento depende probablemente de mi destino y circunstancias personales. ¿Cómo, no pudiendo usted cambiar nada de ello, va a curarme?» A esta objeción he podido contestar: «No dudo que para el Destino sería más fácil que para mí curarla, pero ya se convencerá usted de que adelantamos mucho si conseguimos transformar su miseria histérica en un infortunio corriente. Contra este último podrá usted defenderse mejor con un sistema nervioso nuevamente sano.»

      R

      Studien über Hysterie, en alemán el original.

      El mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos, por Breuer y Freud.

      Escritas por Breuer. No incluidas.

      Cabe aquí una acotación, particularmente destinada a los lectores de habla castellana, respecto del interés inicialmente despertado por el psicoanálisis. La «Comunicación preliminar» de Breuer y Freud fue publicada en la revista Neurologisches Zentralblatt, en sus entregas del 1 y del 15 de enero de 1893. Pues bien: la Gaceta Médica de Granada publicaba la traducción castellana en febrero y marzo del mismo año (vol. XI, núms. 232 y 233, págs. 105-111 y 129-135), con el título Mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos. Este hecho, cuyo conocimiento debo a una comunicación personal de James Strachey, me ha intrigado siempre. ¿Quién pudo interesarse en Granada por un trabajo que, si bien en la perspectiva histórica debe considerarse como hito inicial del psicoanálisis pasó casi inadvertido en su lugar de origen y en la esfera de influencia científica a la cual esta destinado? [T.]

      Las dos aportaciones exclusivas de Josef Breuer -la Historia clínica de Anna O. y Consideraciones teóricas- fueron omitidas en todas las ediciones de Estudios sobre la histeria posteriores a 1922.

      Conferencia en el Wiener Medizinischer Club el 11 de enero de 1893. [Wien. Med. Presse, 34 (4), 121-6 y (5), 165-7.]

      Caso de Anna O. de Breuer.

      Ver caso de Frau Emmy von N., más adelante.

      Ver el caso de Frau Cäcilie M. (Cecilia M.), en estas Obras Completas. (Nota del E.)

      Delboeuf y Binet han reconocido la posibilidad de una tal terapia. Delboeuf, Le magnétisme animal, París, 1889: «On s’expliquerait dès lors comment le magnétiseur aide à la guérison. Il remet le sujet dans l’état où le mal c’est manifesté et combat par la parole le même mal, mais renaissant.» Binet, Les altérations de la personnalité, 1892, pág. 242: «…peut-être verra-t-on qu’en reportant le malade par un artifice mental au moment même où le symptome a apparu pour la première fois, on rend ce malade plus docile à une suggestion curative.» En el interesante libro de P. Janet L’automatisme psychologique, París, 1889, se describe la curación de una muchacha histérica por un procedimiento análogo al nuestro.

      Primer uso del término «analizar», según Strachey. (Nota del E.)

      No podemos separar en esta comunicación provisional, lo que de su contenido es absolutamente nuevo y lo que reproduce de otros autores, que, como Strumpel y Moebius, han sostenido opiniones análogas a las nuestras sobre la histeria. Donde mayor aproximación a nuestros juicios teóricos y terapéuticos hemos hallado ha sido en unas observaciones de Benedikt, de las que ya trataremos en otro lugar.

      Título en alemán: Beiträge zu den «Studien über Hysterie».

      En el original, los cinco subsiguientes párrafos numerados son sólo apuntes condensados al extremo. Se traducen aquí literalmente, pero su significación más completa podrá colegirse con ayuda de las versiones, mucho más explícitas, contenidas en los otros dos borradores. Las palabras del segundo párrafo encerradas entre corchetes se encuentran tachadas en el manuscrito. (Nota de Strachey, 1950.)

      Estas designaciones clínicas de Charcot se hallan en francés en el original. (N. del T.)

      En esta sentencia no se conoce ni la palabra omitida entre corchetes ni su ordenamiento exacto. James Strachey le ha dado el siguiente sentido: «De idéntica manera, en el caso del soñar y de la vigilia -modelo de dos estados psíquicos distintos- no tendemos a establecer asociaciones entre ellos, sino sólo dentro de ellos.» (N. del T.)

      Estas palabras entre corchetes han sido incluidas por los recopiladores de la edición alemana. (N. del T.)

      No se incluye el caso de Breuer «Fräulein Anna O.».

      Este sonido se componía de varios tiempos. Colegas míos aficionados a la caza, que tuvieron ocasión de oírlo, compararon sus últimas modulaciones con el canto del gallo silvestre.

      Las palabras de la enferma constituían, en efecto, una fórmula protectora, cuya explicación


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