Besos de seda. Verity Greenshaw

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Besos de seda - Verity Greenshaw


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mejilla en la que tenía lastimado el pómulo con cautela—. Pronto mejorará.

      Bianca elevó la mirada y sus ojos impactaron con los de Hailey.

      Ambas quedaron suspendidas con la fuerza de una conexión distinta. Parecía como si sus almas estuvieran reconociéndose después de una búsqueda que no sabían que hubiera tenido lugar.

      —Lo sé —susurró con el aire atrapado en la garganta. El corazón le iba a mil—. Soy solo una camarera, y hago limpieza. ¿Por qué tomarte la molestia de venir?

      —Haces muchas preguntas —sonrió, Hailey.

      —Tú eres una de las ejecutivas más respetadas de la ciudad y con una agenda, por supuesto, mega complicada. No tiene mucho sentido.

      Hailey se incorporó. Pasó las palmas de las manos sobre la impoluta chaqueta antes de dejar la taza de té a medio acabar sobre la mesita.

      —Quería ofrecerte un empleo —dijo.

      Bianca la observó con incredulidad. Dejó la taza sobre la mesita y cruzó los brazos, mirándola desde el sofá.

      —¿Cómo sabes que poseo la cualificación que buscas?

      —Ese es el segundo motivo por el que estoy aquí. —Sonrió—. Háblame al respecto, porque entiendo que todos los Levesque reciben educación en Harvard, Yale e incluso Wharton.

      Bianca soltó una exhalación. La mujer la descolocaba con su interés que parecía demasiado genuino. Después del golpe que implicó que su propia familia la despreciara, la idea de poder confiar le resultaba demasiado difícil, salvo por Jennifer.

      —No soy una Levesque desde hace ocho años. —Hailey no quiso hacer preguntas, y Bianca continuó—: Imagino que lo notaste al revisar mi archivo, y si Gregory no hubiera abierto su bocaza ni llegado a la fiesta, no lo sabrías tampoco.

      —Correcto.

      —Estudié a distancia Artes y Ciencias en una universidad europea. No es una Ivy League, pero al menos tengo un grado académico. —Que le había costado muchísimo obtener, en especial porque tenía que pedir prestado siempre un ordenador para poder estudiar y estar al día, además de mil malabares para generar ingresos.

      —Vamos a abrir una nueva línea de negocios, así que, tu grado académico es bienvenido, pero existe un entrenamiento. —Sonrió—. En Jupiter Resources yo ejerzo como vicepresidenta de comercialización y mercadeo. Una de las nuevas líneas de negocios que vamos a implementar consiste en instalar sistemas de riesgo especializado para huertos familiares. La onda fitness, así como la de productos orgánicos, está cobrando más fuerza en el mundo. Necesito que una persona se entrene para coordinar los procesos de instalación en conjunto con especialistas: arquitectos, agrónomos, interioristas, decoradores, en fin…

      —¿Lo que quieres es una coordinadora de gestión, enfocada en estructurar una cadena de trabajo, y que aprenda los procesos y variantes de las ofertas que pretende ofrecer tu compañía?

      Hailey asintió.

      —Solo para esa rama de negocios, porque, como ya sabes, Jacynth es mi asistente personal para todo en Jupiter Resources. La idea es que, con el paso del tiempo, redirecciones a los clientes con el equipo adecuado, según el tipo de necesidad. La implementación tomará al menos dos años, porque estamos en los procesos preliminares de estudio de mercadeo, pero el resto está dado. Necesitamos empezar lo antes posible. Esta es la primera línea de expansión de negocios.

      Cuando Hailey le dijo el salario, Bianca la miró ojiplática. Con esa paga podría cubrir sin problemas un nuevo sitio para vivir, buscar una nueva casa de cuidados para sus abuelos, y darse, por primera vez, el lujo de comprarse ropa nueva.

      —¿Por coordinar me vas a pagar todo eso?

      Hailey se rio. Bianca empezaba a descubrir que era un sonido que le gustaba.

      —El departamento de recursos humanos se encargará de hablarte de las bonificaciones por cumplimiento de metas. —Bianca abrió y cerró la boca—. Solo tengo una condición para darte el empleo.

      —Es la entrevista de trabajo más rara de mi vida —dijo sonriendo por primera vez, a pesar del dolor que implicaba hacerlo por el labio magullado—. ¿Qué condición es la que tienes pensada?

      —Te tomarás una semana para organizarte.

      —Okey…

      —Las reglas son sencillas. No admito faltas. Si quieres mantener tus otros empleos no es mi problema, pero en el momento que afecten tu desempeño, entonces tendremos inconvenientes severos. Las segundas oportunidades no existen en mi entorno. Exijo lo mejor, y por eso la paga es alta. Quiero ayudarte, aunque jamás haría algo que beneficie solo a otros sin pensar en la compañía a la que represento.

      —¿De qué modo puedo beneficiar a tu compañía? —preguntó Bianca incorporándose. No quería seguir mirando a Hailey desde el sofá.

      —Eres una Levesque, aunque no lleves el apellido. El público objetivo de esta nueva rama de negocios implica que conoces lo que buscan y prefieren, porque naciste en su entorno. Este es un negocio elitista, porque los huertos familiares instalados en los penthouse, lofts, dúplex, etcétera, de Nueva York resultan más bien un lujo que una necesidad, en especial considerando que nuestra ciudad está sobrepoblada y lo que se requiere es más espacio y menos complicación. Pero ¿quién entiende a los millonarios? —preguntó riéndose de sí misma—. Ocho años o uno no hacen la diferencia en un conocimiento que se lleva en el ADN, para bien o para mal, Bianca. Y sé que tú conoces muy bien cómo funciona la clase alta de Manhattan.

      —Lamentablemente —murmuró Bianca—. No quiero que nadie sepa que soy una Levesque en la compañía. ¿Puedes garantizarme eso?

      —Asumo que estás aceptando el empleo.

      —Sería tonta al no hacerlo —replicó Bianca.

      —Estoy de acuerdo —dijo Hailey—. Tu trabajo es con mi empresa. Lo que hagas fuera de ella, lo que decidas en relación a tu identidad o con quiénes te vinculas, no es mi asunto. Tu identidad es la que decidas. Ahora, existen políticas internas que te serán informadas a tiempo. Todo lo que ocurra en la empresa es confidencial.

      —Entiendo…

      Bianca se preguntaba cuánto tiempo llevaría Hailey con el hombre con el que acudió a la fiesta. ¿Serían pareja? Tan solo cuestionárselo era ridículo. No entendía cómo podía interesarse en una mujer heterosexual. «Dios, mi radar está atrofiado».

      Así de jodida era su existencia, aunque al menos iba, al parecer, a cambiar en el ámbito financiero. Resultaba imposible tenerlo todo en la vida y ella había aprendido a contar sus bendiciones, elegir sus batallas y decidir cuándo avanzar o retroceder. Este era el momento de aceptar la oportunidad, y hacer lo mejor de ella. Un lado optimista a considerar, en especial después del asalto de Chandler Hyatt.

      —Te veo en una semana —dijo Hailey borrando por completo la calidez de su tono—. Jacynth te contactará para darte todos los detalles, incluido el horario.

      —Quizá que Gregory se hubiera presentado revelando que soy su hermana no sea tan desastroso —expresó en tono teatral.

      —Nada es tan bueno ni tan malo como parece —replico Hailey cerrando la puerta tras de sí, dejando un halo de intriga en sus últimas palabras.

      Cuando Bianca fue hasta su habitación se dio cuenta de dos cosas.

      La primera, que tenía los pezones erectos contra la blusa y que lo más seguro era que Hailey los hubiera visto, ¿qué habría pensado? ¿Qué la excitaban las propuestas de trabajo? «Trágame tierra». La segunda, que iba a tener problemas para tratar de asimilar que su nueva jefa no solo era la única capaz de humedecerle las bragas sin saberlo, sino que, estaba segura, a Hailey solo le interesaban los hombres.

      ***

      La biblioteca era inmensa y fabulosa. Lo que más le atrajo,


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