Los años que dejamos atrás. Manuel Délano
Читать онлайн книгу.Sus dos sectores, los almeydistas y los renovados, que después de polemizar durante la década de los ochenta habían convergido y se reencontraron para apoyar el No a Pinochet, resolvieron el 29 de diciembre de 1989 coexistir bajo la bandera de la colectividad que habían fundado en 1933 Marmaduque Grove, Óscar Schnake, Eugenio Matte y Eugenio González, al calor del influjo de la efímera República Socialista que gobernó Chile en 1932 en medio del caos económico y político post Gran Depresión, acogiendo a amplios sectores de la izquierda no comunista.
Las luchas intestinas y fraccionales que habían caracterizado al PS en toda su historia eclosionaron con vigor después del bombardeo de La Moneda. Con buena parte de sus dirigentes asesinados, encarcelados, asilados o en la clandestinidad, el partido se fracturó entre la dirección interna y la externa, con análisis diferentes sobre las causas de la derrota y estrategias distintas sobre cómo luchar contra la dictadura y qué alianzas establecer. La detención, tortura y desaparición de sus principales dirigentes clandestinos durante los años setenta por parte de los aparatos represivos, en especial de la DINA, por un lado, y la influencia del socialismo y socialdemocracia europeas, contribuyeron a ahondar las distancias internas.
Pero el escenario era otro después del triunfo del No y de la victoria opositora en las elecciones presidencial y parlamentaria de 1989. Aunque habían comenzado antes, los pasos concretos hacia la unidad los dieron con un intercambio de cartas Clodomiro Almeyda y Jorge Arrate, que encabezaban el PS Almeyda y el PS renovado, respectivamente. Los unía el anhelo histórico de la reconstrucción del partido de Allende, pero con perspectivas de poder, ahora que se iba a reiniciar la democracia. Tras la ceremonia en el hotel Tupahue, Almeyda quedo encabezando el PS y Arrate como el secretario general. Al año siguiente hubo un congreso de unidad.
A la unificación se sumaron los dos Mapu. El Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu) era una escisión de la DC que, en 1969, desencantada con las insuficiencias de la “revolución en libertad” del gobierno de Eduardo Frei Montalva, se sumó a la Unidad Popular. Durante el gobierno de Allende se dividieron en dos partidos, el Mapu Obrero Campesino (MOC), que encabezó Jaime Gazmuri, de tendencia más de centro, y el Mapu que conservó el nombre, cuyo secretario general fue Óscar Guillermo Garretón, situado más a la izquierda.
Las vertientes socialistas que se unificaron no tenían el mismo peso. Los almeydistas eran la mayor parte de las bases socialistas, tenían el acervo de la tradición y los símbolos partidarios, mientras que los renovados predominaban entre los intelectuales y los cuadros dirigentes. Sin embargo, en las elecciones para el estreno del Congreso en 1990, los renovados a través del PPD, al ir en la lista de la Concertación, habían triplicado a los almeydistas, que fueron con el PC en el partido PAIS. El sector de Arrate requería recuperar a sus militantes que eran la mayor parte de las filas del naciente Partido por la Democracia (PPD), de carácter instrumental.
De alguna forma, el PPD pagó un tributo para la unificación socialista. La derrota de Lagos los debilitó. Desde el PPD, Lagos sintió este proceso como un error histórico. El sueño de quienes estaban con él era el de una fusión de todo el progresismo situado en la izquierda no comunista.
Ricardo Lagos admite que se deprimió después de su derrota en las urnas del 14 de diciembre. “Fue un mazazo como nunca lo había sentido”, describe en sus memorias”4.
El peculiar sistema electoral chileno implicaba que si un pacto obtenía un 62% y otro un 32%, ambos elegían un parlamentario.
–Yo nunca le eché la culpa al sistema –dice Lagos–. Hay que ser hombrecitos. Esas eran las reglas del juego.
Para eso diseñó estas reglas la dictadura, sostiene: “Para ganar”.
Tras la derrota, Lagos partió a descansar en la casa de un amigo en Pirque, Patricio García.
El 18 de diciembre, cuatro días después de su elección, Aylwin lo invitó a la casa en Lampa donde relajaba las tensiones de la campaña y comenzaban otras actividades, igualmente estresantes: la articulación del primer gabinete ministerial de la democracia, usando sus atribuciones presidenciales, pero con el criterio de evitar que algunos de los socios de la coalición se sintieran menoscabados o en desventaja.
Aylwin le informó a Lagos que ya tenía varias carteras resueltas, en las que no haría modificaciones.
Enumeró. Enrique Krauss, el jefe de la campaña presidencial, sería su ministro del Interior; Alejandro Foxley iba a encabezar el equipo económico desde Hacienda; Enrique Silva Cimma era el próximo canciller.
–Elija usted de lo que queda libre –le planteó Aylwin a Lagos.
–Perdón. Yo soy presidente del PPD y no puedo dedicarme a ser ministro –respondió Lagos.
–Piénselo. El resto está libre…
Lagos recuerda que Aylwin le propuso ser su ministro de Justicia. Cree que lo hizo por su condición de abogado y porque fue profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
–Yo creo que a usted no le conviene –refutó Lagos–. Si tengo éxito y hago justicia, capaz que lo echen a usted. Y si no, voy a ser un ministro que sirve para nada…
–Piénselo y seguimos hablando…
Al día siguiente, Lagos se encontró con Enrique Correa. Le contó su conversación con Aylwin y tras escucharlo, Correa le preguntó si quería ser embajador en París, algo que no estaba en la agenda de Lagos, como le respondió. Recuerda que este le preguntó en qué ministerios había pensado.
–Yo pediría para el PPD el de Obras Públicas. Esa es una gran cartera, porque estos brutos han jibarizado todo –contestó Lagos–, pero lo que queda parado más o menos, en lo que hay un sentido de país, es en Obras Públicas. Ahí se pueden hacer cosas...
En su siguiente reunión, dos días después, rememora Lagos, Aylwin le dijo que le parecía razonable su negativa a Justicia y le ofreció Obras Públicas.
Lagos sonrió.
Nuevamente comprobaba que Correa y Aylwin actuaban en estrecha sintonía.
Respondió Lagos:
–Lo agradezco mucho, pero nosotros tenemos un gran candidato a Obras Públicas, Sergio Bitar. Yo no sé nada de Obras Públicas.
Con seriedad, Aylwin le explicó que Bitar estaba para otras cosas, en Codelco, lo que finalmente no se concretó5. Además, que el ofrecimiento de Obras Públicas era para él, no para su partido.
Agregó el presidente electo:
–Le quiero explicar a usted, que cuando anuncie el gabinete voy a tener que decir que usted no está en mi gabinete porque rechazó ser ministro mío…
A Lagos, que todavía no se acostumbraba a decirle presidente a Aylwin , la respuesta lo desacomodó, confiesa. No se la esperaba.
–Patricio, ¿pero cómo se le ocurre decir eso?
–Pero si usted no quiere colaborar conmigo. Hay dos candidatos que fueron derrotados: Juan Hamilton y usted. Yo a los dos los quiero en mi gabinete. ¿Le queda claro? –recalcó Aylwin.
–Sí –le dijo Lagos.
–Si al de Justicia me dice que no, a Obras Públicas, que según me dijeron usted creía que era un buen ministerio, me dice que no… Usted sabe de mis compromisos, elija un cargo ministerial. Diré que le ofrecí todo, menos Interior, Relaciones Exteriores y Hacienda, porque esos ya están con nombre. ¿Supongo que usted no querrá la cartera de Defensa? –replicó Aylwin con ironía.
“Sinceramente, me encontré ahí sin saber mucho qué hacer. Ahí ya me pareció que tenía que decirle presidente”, rememora Lagos.
–Presidente, si lo pone así, si es lo que usted va a decir mientras anuncia el gabinete… yo puedo ser ministro de Educación.
–¿Educación? Le van a hacer una huelga los profesores –contestó Aylwin .
–Pero es que yo fui secretario general en la universidad –dijo Lagos recordando