Caída y ascenso de la democracia. David Stasavage
Читать онлайн книгу.La persistencia de la autocracia
La segunda predicción que hicieron algunas personas sobre la democracia en 1989 afecta a China, y también resultó ser errónea. Algunos se preguntaron si el desarrollo económico impulsado por el mercado conduciría necesariamente a la liberalización política y a que China empezara a parecerse más a Occidente. Se pensaba que, a medida que la sociedad se enriqueciera, el pueblo estaría en una posición más fuerte para exigir la democracia. También se pensaba que el crecimiento solo podría mantenerse con la liberalización política. Ninguna de estas predicciones ha resultado cierta, al menos hasta ahora.
Las lecciones de la historia nos ayudan a entender por qué ha persistido la autocracia en China. Durante el largo periodo de los dos últimos milenios, China fue más rica que Europa, a pesar de que su Estado era autocrático y burocrático, mientras que los gobernantes europeos tenían que gobernar por medio de asambleas. A menudo se le atribuye a la Revolución Comercial de la Edad Media el mérito de impulsar el avance de la democracia temprana, pero veremos que China también tuvo su propia revolución comercial medieval. Esto se asoció con unos niveles más altos de renta per cápita que en la Europa occidental, pero no sirvió para alejar a China de la autocracia, por tanto, ¿por qué deberíamos esperar que el crecimiento chino, en épocas más recientes, vaya a producir un resultado distinto?
El otro hecho clave para comprender el caso de China tiene que ver con el orden de los acontecimientos. La autocracia es una forma muy sólida de desarrollo político si surge antes el Estado. Con esto no estoy diciendo que la experiencia previa con una burocracia estatal haga imposible un cambio posterior a la democracia moderna, ni que la ausencia del desarrollo estatal garantice el de la democracia moderna, solo que es mucho más probable.41 En Europa, el patrón fue muy distinto, ya que las formas de gobierno de la democracia temprana habían existido durante siglos antes de que se desarrollaran las burocracias.42 Al final, en vez de considerar China como una desviación de una vía estándar para el desarrollo político establecida por los europeos, hemos de verla como una vía alternativa para la gobernanza que, además, es muy estable.
El futuro de la democracia estadounidense
Las lecciones de la historia pueden, por último, decirnos algo sobre el futuro de la democracia en Estados Unidos. Según cierto punto de vista, Estados Unidos ha sido una democracia dinámica gracias a la Constitución que nos proporcionaron los padres fundadores, pero, de repente, hemos perdido el rumbo. Lo que pensábamos que eran unas normas inviolables de decoro y decencia han sido quebrantadas de pronto. Al mismo tiempo, la confianza en muchas de nuestras instituciones se encuentra en sus mínimos históricos o los roza. La trayectoria de otras democracias fallidas hace pensar que este es el punto en el que se producen las transiciones a la autocracia. Una mirada más profunda a la historia de la democracia nos revela que aún podemos tener motivos para el optimismo, pero solo si comprendemos lo que ha permitido sobrevivir a la democracia estadounidense: las inversiones continuas para mantener a los ciudadanos conectados con un Estado distante.
La Constitución de 1787 estableció el Estado en un gran territorio, mucho mayor de lo que era habitual en las democracias tempranas, y esto fue parejo a una forma de participación amplia, pero también episódica. Sin embargo, la Constitución no resolvió por arte de magia el problema de la escala. Apenas tres años después de la adopción de la Constitución, el propio James Madison, en un ensayo titulado “Opinión pública”, haría hincapié en que en cualquier república que abarque un vasto territorio es preciso realizar inversiones concretas para garantizar que la opinión pública pueda informarse sobre la administración del Estado. Por tanto, apoyó las iniciativas del Congreso para subvencionar la distribución de los periódicos. Algunos consideran que esto ayudó a estabilizar la república en sus inicios por los mismos motivos, lo cual dio origen al movimiento common school (‘escuela común’).
La lección más general del ensayo de Madison sobre la opinión pública es que en una gran democracia no hay que dar por sentada la idea de que la opinión pública puede mantenerse correctamente informada para confiar en el Estado. Lo estamos viendo hoy en que las democracias más grandes tienden a presentar unos niveles más bajos de confianza en el Estado que las democracias más pequeñas. Lo vemos también en que, en Estados Unidos y otros lugares, los ciudadanos son más propensos a confiar más en los gobiernos locales y estatales que en los centrales, y lo mismo ocurre con los medios de comunicación locales respecto a los nacionales. Al mismo tiempo, también vemos que, si bien una escala grande dificulta el mantenimiento de la confianza, no tiene por qué ser inevitable. Lo que sí significa es que, en una gran democracia moderna, debemos prestar más atención al problema y abordarlo mediante inversiones continuas en la participación ciudadana.
Aparte de por su gran territorio, Estados Unidos también se diferencia de las democracias tempranas por su fuerte Estado central. En las democracias tempranas no había muchas dudas sobre una posible vuelta al autoritarismo, ya que esto solo se podría haber logrado con un poder estatal coercitivo, el cual no existía. Cuando los gobernantes como Felipe el Hermoso de Francia intentaron seguir la senda autoritaria en ausencia de un Estado, se vieron condenados a seguir negociando. Pero ¿qué ocurre hoy con Estados Unidos?
Una posible respuesta es que corremos un gran peligro de deslizarnos hacia la autocracia, porque tenemos un Estado poderoso. La historia apunta a una respuesta más mesurada y sugiere que lo importante aquí es, sobre todo, el orden de los acontecimientos en el desarrollo político. Una vez que los autócratas han construido una poderosa burocracia estatal, es difícil hacer después la transición a la democracia, pero si el Estado –sea su gobierno por consejo o por asamblea– surge primero, y en especial si conlleva acuerdos formalizados que se extienden a un gran territorio, entonces hay más posibilidades de que surja la democracia y sobreviva al desarrollo de una burocracia.43 A través de la práctica de la democracia temprana, los miembros de la sociedad adquieren el hábito de actuar colectivamente, y existe la oportunidad de que los gobernantes y el pueblo se resistan a la autocracia y, en su lugar, construyan de forma conjunta un Estado. En Inglaterra, una larga tradición de acción colectiva ayudó al Parlamento a resistir los intentos de Enrique VIII de legislar por decreto con una burocracia recién creada. Veremos en el capítulo vii cómo este mismo proceso fracasó en Oriente Próximo porque las formas de democracia temprana, adaptadas solo a entornos presenciales, fueron de escasa utilidad para resistir la intrusión autocrática en un sistema de gobierno basado en la escala del califato.
En última instancia, aunque nuestra larga tradición de gobierno colectivo puede ayudar a proteger a Estados Unidos de la autocracia, también debemos distinguir entre la supervivencia de la democracia en general y la de una democracia con la que estemos satisfechos. Si los ciudadanos se sienten cada vez más desconectados y desconfiados, y existe la percepción de que la política democrática está dominada por unos pocos, la supervivencia de nuestra forma de gobierno puede parecer una victoria menor de lo que pensábamos al principio.
1 El pueblo que acabamos conociendo como “los hurones” se llamaba a sí mismo “wendat”. Este relato sobre su gobierno se deriva de los archivos de las Relaciones jesuitas, vol. 10, cap. 7, disponible en inglés en http://moses.creighton.edu/kripke/jesuitrelations/ [consultado el 09/05/21]. Véase una descripción similar temprana de los iroqueses en Colden, 1958.
2 Basado en el testimonio sobre Tlaxcala de Cortés en una carta al emperador Carlos V. Véase el texto en Cortés, 1978.
3 Véase Ober, 2008.
4 Véase Olivier, 1969. Él se refiere a la gobernanza entre los pueblos bantúes, un término que puede adquirir dos significados muy diferentes. En su sentido científico, la palabra se refiere a todas las sociedades que hablan las lenguas de la familia bantú. Este es el caso de todo el sur y el centro de África. En la Sudáfrica de los tiempos del apartheid, la palabra