Caída y ascenso de la democracia. David Stasavage
Читать онлайн книгу.Sobre la idea de que la democracia es una circunstancia común en las sociedades humanas, véase Goody, 2006 e Isakhan y Stockwell, 2011. Esta idea también guarda una estrecha relación con lo que Roger Congleton (2001) llamó el “modelo del rey y el consejo”. Véanse también Muhlberger y Paine, 1993 y la exploración de la gobernanza colectiva y autocrática en las sociedades humanas a cargo de Blanton y Fargher, 2008 y 2016. Los académicos dedicados a la democracia griega clásica a veces también hacen hincapié en que muchas sociedades no griegas también tenían formas de régimen consultivo. Véase como ejemplo Lane, 2014.
6 El trabajo canónico de donde procede esta idea es de Margaret Levi (1988 y 1997).
7 Abundaré en esta idea en el capítulo iii. Para una explicación formal, véase Ahmed y Stasavage, 2020. Este resultado es una ejemplificación de la idea general de que el acceso diferencial a una información puede crear una diferencia entre la autoridad oficial y la real en el seno de las organizaciones. Sobre esta cuestión, véanse Aghion y Tirole, 1997; Baker, Gibbons y Murphy, 1999, y Barzel, 2002 y 1997.
8 Véanse el argumento original en Blockmans, 1998, y la evidencia empírica en Stasavage, 2010.
9 El argumento que planteo aquí está estrechamente relacionado con el ya expuesto en Mayshar, Moav y Neeman, 2017.
10 Jared Diamond (1997) hizo mucho hincapié en la influencia del entorno natural sobre el desarrollo de los Estados y las sociedades. En lugar de en si se forma o no un Estado, me concentraré en qué tipo de regímenes existen dentro de un Estado. Stephen Haber (2012a y 2012b) ha recalcado hace poco el efecto del entorno sobre el desarrollo de la democracia. Véase Goldstone, 2009 para leer una explicación concisa sobre cómo el entorno natural, y en particular uno poco propicio para la agricultura, influyó en el desarrollo político y económico de Europa.
11 Véase el marco teórico y la evidencia expuesta por Sandra Vehrencamp (1983). Aporto una explicación más detallada sobre esto en el capítulo iii.
12 Esta tendencia a distinguir entre el uno, los pocos y los muchos estuvo muy extendida entre los escritores griegos y no era específica de Aristóteles, aunque sea famoso por esta distinción. Véase un repaso en Hansen y Nielsen, 2004, pp. 80-86.
13 Ibíd.
14 Sabemos esto por los testimonios de los misioneros franceses jesuitas, como se explica en el capítulo ii.
15 Mi relato sobre Mari se deriva de Fleming, 2004, y se trata en profundidad en el capítulo ii.
16 Esta afirmación es de Hansen y Nielsen (2004, p. 84).
17 Aristóteles, 1946, libro IV, cap. 9.
18 Véase en Boserup, 1965, un ejemplo canónico sobre el uso de este término. Como explicaré en el capítulo iii, la agricultura intensiva no implica necesariamente que sea más productiva en términos de la productividad total de los factores (la proporción del producto respecto a todos los insumos, y no solo la tierra).
19 Véanse las tres contribuciones clave de Scott relacionadas con este tema en Scott, 1999, 2009 y 2017. Véase el trabajo de Nichols (2015), que plantea este argumento en relación con la Mesoamérica antigua.
20 Weber, 1978, p. 987. El reciente trabajo de los economistas provee un marco teórico para respaldar la aseveración de Weber. Tim Besley y Torsten Persson (2011) han mostrado que la construcción de capacidad estatal conlleva un importante mecanismo compensatorio intertemporal. Los gobernantes necesitan diferir el consumo actual (los ingresos) con el fin de invertir en el desarrollo de la capacidad estatal.
21 Al centrarme en la fortaleza o la debilidad relativas de los Estados y actores sociales, el análisis que pretendo realizar aquí se relaciona con el de Daron Acemoglu y James Robinson (2019). También debo recalcar que existe una larga tradición académica que sostiene que gobernar de forma conjunta con asambleas representativas permitió a los gobernantes europeos alcanzar unos mayores niveles de extracción de ingresos y de acceso al crédito de lo que habría sido posible de otro modo. En este libro haré hincapié en que esta fue la opción lógica en un entorno de debilidad estatal. En otras regiones, como China y Oriente Próximo, los gobernantes tuvieron otra opción: gobernar mediante una burocracia y prescindir de la necesidad de una asamblea representativa. La fortaleza estatal hizo esta última opción posible, y se relacionaba con unos niveles sustancialmente mayores de extracción de ingresos. A propósito del caso europeo, véanse varios ejemplos en Bates y Lien, 1985; North y Weingast, 1989; Dincecco, 2011, y Stasavage, 2011. Para leer una crítica de esta literatura, véase Boucoyannis, 2015a y 2015b. Sostiene que las asambleas representativas surgieron cuando los gobernantes obligaron a sus súbditos, y en particular a las élites, a asistir a las asambleas y a pagar impuestos. Este argumento encaja bien con mi interpretación del caso inglés, como explicaré en los capítulos v y ix. Sin embargo, también argumentaré que Inglaterra fue una excepción entre las partes europeas en este aspecto.
22 Al hacer hincapié en la importancia de la caída de Roma, iré en paralelo a la reciente contribución de Walter Scheidel (2019), aunque él se centra sobre todo en el efecto de la fragmentación política, mientras que yo lo hago en la debilidad estatal.
23 La figura muestra los ingresos totales estimados en proporción con el PIB y para cuatro Estados distintos: China con la dinastía Song en el 1086 d. C., el sur de Irak con el califato abasí sobre el 850 d. C. y Francia con Felipe el Hermoso sobre 1300 d. C. e Inglaterra con Eduardo I sobre 1300 d. C. La cifra de ingresos correspondiente al califato abasí se basa en los datos aportados en Waines, 1977, donde los cálculos sobre el PIB per cápita son de Pamuk y Shatzmiller (2014), los datos de población de Allen (2017) y los tipos de cambio de Zarra-Nezhad (2004). Allen (2017) reporta una cifra de ingresos ligeramente inferior para el año 846 d. C. que implicaría una tasa de extracción del 6,2%. La cifra de ingresos correspondiente a Francia es de De Swarte (1885, p. 326). Esto incluye una estimación de todos los “cobros extraordinarios” de Felipe, que se pueden considerar impuestos. Felipe también recibió “cobros ordinarios” de aquellos dominios de los que poseía título, los cuales no se incluyen en la figura porque es cuestionable que se puedan llamar impuestos. Si los incluyéramos, entonces tendríamos que deducir los gastos en los dominios reales para hallar la cifra de los cobros ordinarios netos. Si lo hiciéramos empleando la cifra de los cobros ordinarios netos aportados en Swarte, 1885, p. 325, entonces los ingresos franceses serían el 0,54 del PIB, en lugar del 0,49% reportado en la figura 1.1. Si utilizáramos la cifra de los cobros netos reportados en Clamageran, 1867, p. 323, entonces los ingresos franceses serían el 0,73% del PIB –así que aun así seguiría siendo inferior al 1%–. La cifra de los ingresos franceses se expresó en relación con el PIB convirtiendo las livres tournois en plata, empleando el cálculo de la población francesa realizado por Dupâquier (1988) y los datos del PIB francés de Ridolfi (2016). La cifra de ingresos correspondiente