Framers. Viktor Mayer-Schonberger

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Framers - Viktor  Mayer-Schonberger


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diferentes, y en consecuencia surgió la doctrina del “separados pero iguales”, las leyes del apartheid y los sistemas sesgados de IA, que a su vez reforzaron todavía más el marco del racismo. Asimismo, el marco de los derechos humanos hizo que los países instauraran cortes de derechos humanos y que esos derechos se enseñaran en las escuelas, lo que a su vez reforzó todavía más este marco. Y lo mismo ha ocurrido con la conciencia ambiental, que logró impulsar leyes contra la polución y subsidios para las energías renovables, que a su vez afianzaron el pensamiento sostenible. Por muy pernicioso que sea alguno de los ejemplos, todos ellos son una prueba del poder que tiene la capacidad humana de enmarcar. Y también ilustran lo difícil que resulta librarse de un marco una vez se adhiere en la sociedad.29

      Los marcos sirven para mucho más que para hacernos tomar mejores decisiones. Nos ayudan a introducir nuestros valores en las decisiones que tomamos y a su vez influencian nuestra manera de ver el mundo, e incluso moldean la realidad. Nuestra relación con los marcos es intensa y multidimensional. Por lo tanto, resulta evidente que hay mucho en juego cada vez que escogemos un marco para una situación en concreto.

      elegir el marco adecuado

      Aplicar un marco es un proceso relativamente estructurado regido por la causalidad, la contrafactualidad y los límites. Pero elegir el marco adecuado es significativamente más difícil.

      Si un individuo tiene un amplio repertorio de marcos le resultará más sencillo encontrar uno que encaje bien con la situación vigente que si tiene un repertorio más escaso o lleno de marcos parecidos. Imaginemos por ejemplo a un músico al que solo se le da bien un género en particular, pongamos que la música country. Siempre se sentirá tentado a cantar una canción deprimente con voz suave sea cual sea la ocasión e independientemente de si resulta apropiada o no. En cambio, es mucho más probable que un músico que tiene un amplio repertorio encuentre la canción que encaje perfectamente con cada momento.

      Sin embargo, no basta con tener un amplio repertorio. También tenemos que conocer las cualidades de cada marco y ser conscientes de sus fortalezas y debilidades. De lo contrario no sabremos qué marco se ajusta perfectamente a nuestros objetivos y el contexto en el que nos encontramos.

      Por ejemplo, los buenos oradores no solamente saben cómo expresar ideas y emociones de distintas maneras, sino que también son capaces de determinar la que se ajusta mejor a cada situación. Hoy en día todavía recordamos el famoso Discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln, el de Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor que pronunció Winston Churchill ante un Reino Unido aterrorizado por la guerra y el de Tengo un sueño de Martin Luther King júnior porque dieron con el tono perfecto; pronunciaron las palabras adecuadas en el momento acertado. Pues con los marcos ocurre lo mismo: si logramos conocerlos y comprender bien sus cualidades distintivas, conseguiremos utilizarlos mejor.

      Sin embargo, el primer obstáculo que nos encontramos para elegir el marco adecuado es que estamos cognitivamente sesgados para ceñirnos a los marcos que ya hemos utilizado anteriormente; tal y como reza el concepto de la ley del martillo, si tu única herramienta es un martillo, todos los problemas te parecerán clavos. Sin embargo, ceñirse a un marco que ya hayamos utilizado y que nos resulte familiar no tiene por qué ser siempre malo. De hecho, ceñirse a un marco que ha demostrado funcionar anteriormente es una buena estrategia. Nos permite tener que pensar menos en lo que tenemos que hacer y aun así obtener buenos resultados. Si aplicamos el mismo marco una y otra vez seguramente aprendamos a utilizarlo mejor, perfeccionemos nuestras habilidades y obtengamos resultados incluso mejores.

      Escoger un marco nuevo es un proceso exigente que requiere mucho tiempo, por lo que solo deberíamos hacerlo cuando sea realmente necesario. Y para complicarlo todavía más, se trata de un proceso en el que nunca podremos mejorar demasiado por mucho que practiquemos, ya que encontrar la respuesta no consiste en intentarlo una y otra vez, sino en intentarlo de manera diferente. Sin embargo, encontrar un marco mejor vale mucho la pena: requiere una inversión cognitiva sustancial y nos expone al fracaso, pero la recompensa es sustancial y duradera.

      Por ejemplo, piensa en algo tan cotidiano y familiar como leer. Aparentemente leer no es más que una técnica para extraer un mensaje codificado en forma de letras y palabras. Pero si lo examinamos más detenidamente, descubriremos que nuestra manera de leer condiciona las consecuencias de nuestra lectura. Un claro ejemplo sería comparar la lectura en silencio y la lectura en voz alta, dos marcos diferentes de un mismo contenido, pero con distintos objetivos.

      Pero la lectura en silencio no remplazó la lectura en voz alta de la noche a la mañana. Ambos marcos coexistieron durante siglos, sobre todo debido a la mecánica de la lectura. Los textos de los libros y manuscritos antiguos no tenían ningún tipo de puntuación al final de las oraciones y a veces incluso ni dejaban espacio entre palabras; eran una retahíla infinita de letras. Eso dificultaba mucho la lectura y provocaba que fuera prácticamente imposible leer en silencio. Leer textos de esas características en voz alta y en grupo era más sencillo, ya que era bastante probable que alguno de los presentes hubiera leído aquel texto anteriormente y recordara cómo leer y entonar las palabras, convirtiéndose en el guía de sus compañeros de lectura. La manera en que los libros estaban escritos condicionaba a los lectores a la hora de escoger un marco. Y casi todos elegían leer en voz alta.

      Alrededor del siglo xi surgió una nueva innovación. Los libros empezaron a producirse dejando un espacio entre las palabras y añadiendo unos rudimentarios signos de puntuación. Aquello facilitó mucho la lectura en general, pero especialmente la lectura en voz baja, ya que esto permitió que un individuo pudiera leer un libro por sí mismo sin necesitar ningún tipo de guía. Esa innovación permitió que los lectores cambiaran su marco de lectura. El contexto había cambiado, aunque fuera solo un poco. Con el tiempo, el efecto que causó fue significativo.

      Cuando en el siglo xvi Martín Lutero tradujo la Biblia del latín, un idioma inaccesible para gran parte de la población, a la lengua cotidiana de los alemanes y abogó por una nueva tradición cristiana de leer las sagradas escrituras individualmente para pensar y reflexionar sobre su significado a nivel personal, también otorgó una nueva función a la lectura en silencio. A partir de entonces se convirtió en la manera en que los creyentes podían acceder a las sagradas escrituras por su propia cuenta. Espoleada por la creciente demanda, la imprenta de Gutenberg produjo en masa millones de ejemplares de la Biblia traducida a lenguas vernáculas con espacios y puntuación para que una nueva generación de lectores pudiera disfrutarla en silencio. El contexto y los objetivos cambiaron, y con ellos el marco. Y ese marco encajó mejor con las sociedades europeas del momento. La lectura en silencio fomentó el pensamiento individual y la originalidad, lo cual transformó el mundo.

      No todos los cambios son siempre monumentales, pero cambiar de marco casi siempre es algo


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