El rey festivo.. AAVV

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El rey festivo. - AAVV


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referencias concretas a como la pintura debía ser aplicada a los ornatos efímeros no son pródigas en la tratadística y hay que deducirlas de las recomendaciones, como cuando Palomino comenta que el yeso y el temple para las tintas de mármol, de oro o de pórfido son las adecuadas «para las cosas de arquitectura y adornos» (Palomino, 1947, 547-548), práctica que se aplicaba a retablos y a los aparatos provisionales. Es este autor uno de los teóricos que más informaciones da sobre el género efímero y no solo por ocuparse del ornato de la plazuela y fuente que se realizó en Madrid con motivo de la entrada de Mariana de Neoburgo en 1690 (Palomino, 1947, 647), sino por su especial dedicación a la perspectiva, a la delineación de los teatros, altares y monumentos de perspectivas, en cuyas bambalinas y tablados se acometieron pinturas en perspectiva muy próximas a la elaboración de mucha de la arquitectura provisional de los festejos del Antiguo Régimen. Aproximación que puede entenderse en la frase del teórico cuando menciona la «hermosa simetría de un gran arco» con columnas de lapislázuli, basas y capiteles de oro y el resto de mármol. Palomino, como hicieron los autores de las Relaciones de fiestas durante los siglos XVII y XVIII, ofrece detalles de la policromía, pero de un colorido que fue tan breve, tan provisional y efímero como la propia arquitectura que revestía. No así sucedió en otros soportes duraderos, especialmente en los retablos, donde la imitación del jaspe continuó revistiendo superficies como explica un método o receta del siglo XVIII, la del racionero de la catedral de Ciudad Rodrigo (Pasqual Díez, 2011).

      Pese a la importancia que el color, la luz y el brillo tuvieron en la fiesta (Bonet, 1993, Soto-Caba, 2004) y en las producciones que originó, el análisis de la policromía y del colorido que se aplicó en ellas no ha suscitado hoy por hoy una investigación particular y en profundidad. Es evidente que la imagen y el aspecto de muchos de los arcos, templos y otras maquinarias vienen determinados por la estampa y que su condición monocroma, en blanco y negro por así decirlo, ha dado pie a un relato más tendente al análisis de otras cuestiones y factores del arte efímero, quedando relegado el aspecto cromático a un apéndice en función del relato de la crónica. Son escasos los ejemplos de arquitectura efímera coloreada, pese a la preciosidad de las excepciones: trazas y dibujos, realizados por los propios artífices, o iluminaciones de estampas como se hicieron en algunos ejemplares de la famosa edición de la Pompa Introitus del Cardenal Infante en Amberes (1635), un auténtico paradigma para conocer la policromía efímera de manos del mejor taller plástico de la Europa del setecientos [fig. 1].

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      Fig. 1. Ornato efímero iluminado de la entrada del Cardenal Infante en Amberes, en 1635, correspondiente al impreso propiedad de la Biblioteca Nacional de España: Pompa Introitus Honori Serenissimi Principi Ferdinandi Austraci. Amberes, MDCXXXV. <http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000051898>

      Del resto de aparatos y estampas, monocromos, sólo nos cabe estudiar los métodos, a través de los tratados, conocer las circunstancias de contratos con los operarios que pintaron la obra y los pigmentos utilizados a través de los archivos, y también imaginar su color en una propuesta que es la que a continuación exponemos.

      Al igual que algunos estudiosos han intentado reconstruir aparatos y maquinarias efímeros a partir tan sólo de la descripción, al no quedar rastros gráficos (por ejemplo, y entre otros Pizarro, 1987), otros investigadores se han introducido en la recreación cromática del artefacto desde una perspectiva digital, virtual, con las noticias procedentes también de los relatos de las fiestas (Fernández-González, 2016). Nuestra propuesta, como ya se ha indicado al principio, entra dentro de esta última inmersión, recreando virtualmente el color de arcos efímeros y fachadas provisionales de diversas fiestas en unos ensayos que debemos considerar experimentales, en proposiciones de análisis e investigación, y en un intento de aunar el estudio de este aspecto del arte efímero con las recientes Humanidades Digitales (Soto-Caba y Solís-Alcudia, 2019).

      EL DESEMBARCO DE FELIPE III EN LISBOA.

      En el encuentro celebrado el pasado noviembre de 2018 en la Universitat Jaume I, con el título de El Rey Festivo. Palacios, Jardines, Mares y Ríos como escenarios cortesanos (siglos XVI-XIX), presentamos los resultados de una inmersión digital sobre los arcos de triunfo que se levantaron en Lisboa en 1619, con motivo del viaje de Felipe III a Portugal y su desembarco en la ciudad, unas reconstrucciones que llevamos realizando desde hace unos años. Dado, el laborioso y lento proceso y método del trabajo infomático, en estos momentos contamos con la recreación de cuatro –y un quinto en proceso– del total de los 11 arcos que se estamparon en la crónica oficial del acontecimiento, publicado años después, en 1622: Viage de la Catholica Real Magestad del Rei D. Filipe III N.S. al Reino de Portugal. Su autor, Joao Baptista Lavanha, describe la jornada y el paso del séquito por las ciudades portuguesas de Elvas, Extremoz, Évora, Almada hasta el Monasterio de Belén, donde se aposentó el monarca con parte de su séquito a la espera de realizar el desembarco en el Terreiro do Paço y la consiguiente entrada triunfal en Lisboa. Lo que nos interesa de este relato es que describe con bastante pormenor la policromía de los arcos, al menos con mucha mayor información que la crónica antecesora de la entrada de Felipe II en Lisboa, en 1581, un acontecimiento que serviría de modelo celebrativo para la de 1619. Este último daría lugar a numerosas crónicas y a una abundante producción literaria (Sanz Hermida, 2003, Rivero, 2013), por lo que nos hemos apoyado también para la recreación polícroma en la crónica manuscrita sita en el Archivo de la Catedral de Granada (Gan, 1991), así como en la última parte del texto de Juan Sardino Mimoso, Relación de la Real Tragicomedia con que los padres de la Compañía de Jesús... recibieron a la Magestad Católica de Felipe III de Portugal, y de su entrada en este Reino, con lo que se hizo en las Villas y Ciudades en que entró, ya que en ambas y en ciertos detalles se menciona el colorido de los ornatos. Todos estos relatos nos han proporcionado la suficiente información, aunque con desajustes y contradicciones entre una crónica y otra, de la posible imagen polícroma que tuvieron los arcos: del color de los jaspes, preferentemente «colorados», del fingimiento del mármol blanco, de la cera imitando al marfil o la madreperla, del color bronce de esculturas y bultos, del dorado de basas y capiteles, del carmesí de doseles y de los perfilados de oro y plata.

      Sin embargo, hay una fuente primordial para este análisis que podemos calificar de excepcional: un lienzo datado en 1613 y, por tanto, anterior a la entrada y desembarco de Felipe III, que ilustra la representación de una naumaquia festiva, en plena desembocadura del Tajo, frente al Terreiro do Paço, lugar donde aparecen tres arcos triunfales [fig. 2]. El lienzo fue descubierto por Andreas Gehlert en el año 2008 y se encuentra en el castillo alemán de Weilburg (Gehlert, 2008, García, 2008). Como ya se ha indicado en otros estudios, la datación de este cuadro plantea un sugerente conflicto al no determinar de forma cronológica y exacta el acontecimiento o la fiesta que celebra (Soto-Caba y Solís-Alcudia, 2018). Está claro que refleja una naumaquia, como la que formó parte de la entrada de Felipe II en la ciudad en 1581 (Fernández-González, 2015), o como las que se celebraban con motivo de las entradas o recepciones de reinas en Lisboa durante la primera mitad del siglo XVI (Alves, 1989, Gschwend, 2010), pero un lienzo que por su fecha anterior a la visita de Felipe III, bien pudiera haber servido como proyecto de plantilla o maqueta para la aprobación real en relación al desembarco del monarca –a quien los lisboetas llevaban años esperando –, una práctica que no podemos asegurar que fuera habitual, pero sí la noticia que el historiador Fernando Bouza ofrece al res pecto: los cuadros que Felipe II se llevó consigo a su regreso a Castilla en 1583 y entre ellos una pintura con «los quince arcos triunfales que en su honor alzara Lisboa» (Bouza, 2016, 58-59). En cualquier caso, no hay que obviar otras opiniones con respecto al lienzo mencionado, pues uno de los últimos trabajos que prologan la edición facsímil de la Jornada de 1619, data el cuadro en esta última fecha (Ceballos-Escalera, 2016, LII), una aclaración que sólo un análisis de laboratorio podrá corraborar.

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      Fig. 2. Anónimo, Vista de Lisboa, 1613. El lienzo se encuentra en el castillo alemán de Weilburg. <http://www.patrimoniocultural.gov.pt/pt/agenda/exhibitions/joyeuse-entree-vista-de-lisboa-do-castelo-deweilburg/>


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