Cómo entender tu género. Alex Iantaffi

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Cómo entender tu género - Alex Iantaffi


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De hecho, es una prueba de respetabilidad; cuanto más «respetable» le parezcas a quien tienes enfrente —más de clase media, con mejor atuendo, más decente y formal, más teorizante, con mayor compostura y autocontrol—, más probable será que te crean y, por lo tanto, que te den el visto bueno. Si eres capaz de estar a la altura en esa única ocasión y dar las respuestas que se esperan de ti, más probable será que te aprueben. No hay una puntuación global, nadie hace un seguimiento de tu evolución; es ahora o nunca: hoy, con esa persona extraña, o ya puedes olvidarte. La aprobación es la meta. La desaprobación (o refutación) es el golpe que te devuelve al otro lado de la barrera para intentarlo de nuevo en algún otro lugar, algún día. Tal vez.

      (El relato resulta familiar incluso para aquellas personas que nunca han sufrido pensando qué ropa o qué peinado serán más apropiados para acudir a una de estas citas; como decía Madge en esos anuncios de lavavajillas de los años setenta y ochenta, nos empapa sin darnos cuenta. Todo el mundo sabe, incluso quienes no lo conocen de primera mano, que las identidades de género de las personas trans, queer y no binarias están siempre sometidas a escrutinio, son siempre revocables y siempre, siempre, sospechosas. ¿No me creéis? Entonces, decidme por qué pensáis que la primera pregunta que se le hace a una persona trans cuando se declara como tal es: «¿Ya te has operado?». ¿Qué es eso sino una pregunta para seguir fiscalizando, una oportunidad para que alguien extraño se arrogue el derecho de decidir si cree que eres realmente trans o no; si de verdad mereces los pronombres o el nombre o el tratamiento que reclamas; si tu transición es suficiente para sus intereses? Como lo saben absolutamente todo sobre el mundo trans y son profesoras adjuntas de matemáticas o bibliotecarios o higienistas dentales o estudiantes de instituto, se toman cero segundos para pensar si en realidad saben lo suficiente para interrogarte. Creedme.)

      Durante la mayor parte de los últimos 75 años en América del Norte, esta ha sido nuestra manera de recibir a la gente en el espacio de transición médica. Primero el papeleo, luego la evaluación y después, si te portas bien (como ese «si te has portado bien» de la subdirección o de tu tía más estricta) y si tienes suerte, cierto acceso. Pero mira por dónde, esto no ha sido siempre así. Puede ser difícil explicar a la gente hasta qué punto no siempre ha sido así. La memoria moderna sobre las personas trans empieza con el Centro para la Transexualidad y el doctor Harry Benjamin. Muchas veces me han preguntado cosas como: «¿Por qué empezó a haber gente trans justo en la época de la Segunda Guerra Mundial?» o «¿Qué hacía la gente trans antes de poder operarse?». Este tipo de preguntas siempre me resulta muy alarmante, aunque es perfectamente razonable que haya quien no lo sepa.

      Y no lo saben, por supuesto, porque esa información se ha eliminado a conciencia, de forma sistemática y bastante violenta. La colonización cogió toda esa historia y —literalmente, como hizo Núñez de Balboa en Panamá— se la echó de comer a los perros: a quienes se resistían a la conversión se les ejecutaba, y el cristianismo, tal como se practicaba en aquella época, no daba cabida a nadie fuera del género binario hombre-mujer, a pesar de que antes de la colonización muchas sociedades indígenas tenían palabras neutrales y positivas, roles sociales y normas establecidas para las personas que hoy en día podríamos considerar transgénero en algún sentido. Así que hay un gigantesco vacío sibilante en nuestra historia que recorre enormes regiones del mundo; un vacío que, de otra forma, podría haber dado lugar a cientos de años de costumbres, leyes, ceremonias, ideas e ideales sobre las vidas trans, queer y no binarias. Un vacío artificial, como lo sería si se creara el peor agujero negro que se pueda imaginar: uno que hiciese desaparecer por completo solo aquello con lo que no está de acuerdo.

      En la oscuridad de ese vacío impuesto y planificado, como las personas trans han seguido apareciendo, con empeño, por grietas y rendijas, y al no ser erradicadas ni aplastadas de forma tan categórica, las personas cis se plantean muchas preguntas. Por ejemplo: ¿por qué de repente esto es tan importante? No es de repente, criatura.

      Algunos hilos y fragmentos de nuestra historia han escapado y sobrevivido —unos cuantos poemas, algunos cuadros, un par de decisiones legales— y los atesoramos. Suponen reafirmación, validez, siempre hemos estado aquí; esto siempre ha sido importante. Puede que la desobediencia de género siga siendo un acto radical, pero es, como escribe j wallace skelton, un acto radical con una larga historia. Durante un tiempo, sin embargo, la supresión de nuestras identidades fue tan constrictiva que nunca tuvimos luz ni aire suficientes para brotar, ni mucho menos para crecer y florecer. Ahora, como flores que reclaman un prado, estamos saliendo por todas partes. Las personas trans, queer y no binarias no son en absoluto algo nuevo. Que ahora sean —que seamos— más visibles que en cualquier otro momento de la historia desde que hay registros es solo el orden natural de las cosas que se reafirma.

      Antes de las barreras, antes de los criterios de Harry Benjamin, antes de la intervención médica, antes de que Piers Morgan gritara a la gente sobre sus genitales en televisión, en muchos lugares era posible hablar del propio género con el resto de la comunidad, con tus mayores y tus amistades. No había intervención profesional, salvo en la medida en que tus líderes espirituales pudieran considerarse personal cualificado y ofrecieran consejo, o incluso dictasen normas, sobre los futuros roles y responsabilidades que correspondían a la persona.

      Lo que más me gusta del libro que tienes ahora en las manos —y me gustan muchas cosas, la verdad— es que parece el principio de un regreso. Un regreso a aquellos días en los que la exploración de nuestro lugar en las bellas y espaciosas galaxias del género era introspectiva y colaborativa, con otras personas que vivían la misma experiencia, no performativa y evaluable con casillas de verificación. Que te guíen, con afecto, por las preguntas y reflexiones sobre el género, que no solo te permitan, sino que te animen a explorar y a jugar como medio de aprendizaje es un gran alivio después de cómo se han hecho las cosas desde hace tanto tiempo.

      Imagina que las personas no sintieran el deber de construir y luego justificar su identidad de género, que pudieran simplemente experimentarla y luego explicarla.

      A menudo me pregunto qué les esperará a tales desobedientes del género en este mundo: qué les depararán los próximos diez años (y a veces qué les depararán los próximos diez días). Espero, más que nada, que se avance hacia la desestigmatización, la desmedicalización y la descolonización del género. Es un alivio empezar a ver herramientas y matrices, conceptos y estructuras que nos devuelven el poder sobre nuestro género junto a personas con nuestras mismas conductas y deseos. Agradezco y aplaudo todos los intentos por permitirnos, como enseña j wallace skelton, ser especialistas en nuestro propio yo, y estoy emocionado por ti, que ahora lees esto, porque tal vez nunca tengas que rellenar un montón de formularios ni gastarte 20 dólares que no tienes en pedir un taxi para asegurarte de no llegar tarde a una cita que no crees poder afrontar. Has hecho bien en invertirlos, en lugar de eso, en este libro y en ti. Sigue leyendo.

      S. Bear Bergman

      Hola y gracias por escoger este libro. Esperamos que disfrutes explorando el género con nosotres en las próximas páginas. Ahora vamos a presentarte las razones por las que lo hemos escrito y te diremos quiénes somos y cómo puedes usarlo. Acomódate, pues en este viaje hablaremos de muchas cosas que pueden parecerte personales, relativas a los sentimientos y potencialmente desafiantes. No te preocupes, te iremos acompañando en la lectura para recordarte que vayas a tu propio ritmo y que utilices este libro como una guía, no como una especie de vara de medir.

      ¿Por qué este libro?

      En los últimos años, el género ha estado muchas veces en el candelero. Por ejemplo, una portada de la revista Time de 2014 declaró llegado el «punto de inflexión del movimiento transgénero» en relación con una historia de personas trans de diferentes edades1. Aquello fue, en parte, el resultado de una mayor representación en los medios de comunicación, que incluía a varias figuras objeto de atención como Chelsea Manning, Paris Lees, Lana —y ahora también Lilly— Wachowski, Fox Fisher, Janet Mock, Rebecca Root, Laverne Cox, Bethany Black, Carmen Carrera, Chaz Bono, Caitlyn Jenner, Annie Wallace, Jack Monroe y Andreja Pejić. También hemos asistido a cambios legales por todo el mundo, como el reconocimiento de un «tercer género» como opción en los documentos de la India, Australia y algunos


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