Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova

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Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina - Pablo González Casanova


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ocurre en un cuadro de relaciones desiguales entre los países desarrollados y subdesarrollados. Y los motivos o motores de la colonización no sólo son económicos, como es obvio, sino militares, políticos, espirituales. Pero la función económica y comercial de las colonias es inmediata y general, marca un tipo de tendencias, de constantes en el fenómeno colonial, que ya apuntaba Montesquieu cuando daba la razón a quienes afirmaban “que sólo la metrópoli puede negociar con la colonia”, es decir, que es natural que la metrópoli monopolice el comercio de la colonia e impida cualquier competencia, para hacer comercio en mejores condiciones que con sus vecinos e iguales. Merivale lo diría todavía con más claridad en las conferencias que dictó en Oxford sobre la colonización y las colonias: “Para ajustar nuestras nociones económicas sobre las ganancias a un país en particular, las ganancias en cuestión deben ser algo exclusivo y monopolizado”.[12] Este dato es muy importante y no sólo es útil para analizar las colonias típicas, es decir, aquellos territorios que en todo son coloniales, que en todo son dependientes de un imperio, sino para estudiar el grado de dependencia de las propias colonias o de las nuevas naciones, y el problema del colonialismo interno.

      Siempre que hay una colonia se da, en efecto, una condición de monopolio en la explotación de los recursos naturales, del trabajo, del mercado de importación y exportación, de las inversiones, de los ingresos fiscales. No se trata de una afirmación tautológica. El país dominante ejerce el monopolio de la colonia, impide que otros países exploten sus recursos, su trabajo, su mercado, sus ingresos. El monopolio se extiende al terreno de la cultura y la información. La colonia queda aislada de otras naciones, de su cultura y su información. Todo contacto con el exterior y con otras culturas se realiza por medio de la metrópoli. Cuando el dominio colonial se extiende y fortalece es porque se extiende y fortalece el monopolio económico y cultural. La política colonialista —como ha observado Myrdal— consiste precisamente en reforzar el monopolio económico y cultural mediante el dominio militar, político y administrativo.

      En esas condiciones se puede abordar el estudio del colonialismo y la dependencia, por el monopolio que un país ejerce sobre otro. En la medida en que éste se acentúa, se acentúa el coloniaje, y viceversa. Es este monopolio el que permite explotar irracionalmente los recursos de la colonia, vender y comprar en condiciones de desigualdad permanente, privando al mismo tiempo a otros imperios de los beneficios de este tipo de relaciones desiguales, y privando a los nativos de los instrumentos de negociación en un plan igualitario, de sus riquezas naturales y de una gran parte del rendimiento de su trabajo.

      2. La colonia adquiere sucedáneamente otras características de dependencia que facilitan el trato colonial. En el comercio exterior no sólo depende de un solo mercado —el metropolitano— que opera como consumidor final o como intermediario, sino de un sector predominante —el minero o el agrícola— y de un producto predominante, el oro o la plata, el algodón, azúcar, estaño, cobre. Surge así en la colonia una situación de debilidad que proviene de la dependencia de un solo mercado, de un sector predominante o único, o de un producto único o predominante. Todo ello aumenta el poder de la metrópoli y sus posibilidades de negociar en términos de desigualdad con la colonia, impidiendo la competencia de otros imperios, e impidiendo que la colonia compita con la metrópoli. La capacidad de negociación de lo colonia es nula o mínima. El monopolio se establece en los distintos tipos de colonias y de sistemas coloniales —aunque en algunas predomine el monopolio fiscal, en otras el de la explotación de los recursos naturales, en otras el del comercio exterior.

      3. La colonia es igualmente usada como monopolio para la explotación de un trabajo barato. Las concesiones de tierras, aguas, minas o los permisos de inversión para el establecimiento de empresas sólo se otorgan a los habitantes de la metrópoli, a los descendientes de ellos o a algunos nativos cuya alianza eventualmente se busca.

      4. Los niveles de vida de las colonias son inferiores al nivel de vida de la metrópoli. Los trabajadores —esclavos, siervos, peones, obreros— reciben el mínimo necesario para la subsistencia y a menudo están por debajo de él.

      5. Los sistemas represivos predominan en la solución de los conflictos de clases; son mucho más violentos y perdurables que en las metrópolis.

      VI


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