Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova

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Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina - Pablo González Casanova


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país mestizo son los indígenas: Cuauhtémoc —que luchó contra el conquistador español— y Juárez, que de niño sólo hablaba zapoteco, una lengua indígena, y que era “indio de raza pura”. En las escuelas y cultos cívicos los héroes indígenas son objeto de veneración, y el valor simbólico que tienen, aglutinante, corresponde a una sociedad mestiza, sin prejuicios raciales en la órbita nacional y en la ideología nacional. El problema indígena de México se contempla —en los círculos gubernamentales e intelectuales— como problema cultural y no racial, y ligado a la ideología de la revolución se atribuyen al indígena innumerables valores positivos, orgullo de una política “indigenista” y “nacionalista”.

      El “problema indígena” sin embargo subsiste: el número de habitantes de cinco o más años que no hablan español por hablar sólo una lengua o dialecto indígena es de más de un millón en 1960, es decir, de 3.8% respecto de la población nacional de cinco o más años; el número de habitantes que hablando una lengua o dialecto indígena chapurrean el español es de casi 2 millones en 1960, es decir, el 6.4% del total. Enmarcado desde un punto de vista lingüístico, el problema indígena comprende un poco más del 10% de la población; pero si se toman otros indicadores, no menos importantes para definir al indígena, y ampliamente utilizados por los antropólogos —técnicas de trabajo, instituciones, etc.—, el número de indígenas “crece hasta llegar al 20% o 25%”, esto es, a más o menos siete millones de habitantes.

      Ahora bien, la situación de estos habitantes, y en particular de los menos aculturados, presenta muchas características típicas del colonialismo, de un colonialismo interno, y esto ocurre no obstante la antigüedad de la independencia nacional, la Revolución, la reforma agraria, el desarrollo sostenido, la industrialización del país, la simbología cívica y las ideologías indigenistas.

      Las formas que presenta el colonialismo interno y que registran los antropólogos, en forma constante aunque no sistemática, son las siguientes:

      1. Lo que los antropólogos llaman el “centro rector” o “metrópoli” (ciudades de San Cristóbal, Tlaxiaco, Huauchinango, Sochiapan, Mitla, Ojitlán, Zacapoaxtla, etc.) ejerce un monopolio sobre el comercio y el crédito indígenas, con relaciones de intercambio desfavorables para las comunidades indígenas, que se traducen en una descapitalización permanente de éstas a los más bajos niveles. Coincide el monopolio comercial con el aislamiento de la comunidad indígena respecto de cualquier otro centro o mercado; con el monocultivo, la deformación y la dependencia de la economía indígena.

      2. Existe una explotación conjunta de la población indígena por las distintas clases sociales de la población ladina. Dice un antropólogo, refiriéndose a un centro rector o metrópoli:

      La explotación es combinada —mezcla de feudalismo, esclavismo, capitalismo, trabajo asalariado y forzado, aparcería y peonaje, y servicios gratuitos—. El despojo de tierras de las comunidades indígenas tiene las dos funciones que han cumplido en las colonias: privar a los indígenas de sus tierras y convertirlos en peones o asalariados. La explotación de una población por otra corresponde a salarios diferenciales por trabajos iguales (minas, ingenios, fincas de café); a la explotación conjunta de los artesanos indígenas por la población ladina (lana, ixtle, palma, mimbre, cerámica); a discriminaciones sociales (humillaciones y vejaciones), lingüísticas (“era gusano hasta que aprendí el español”), por las prendas de vestir, jurídicas, políticas, sindicales, con actitudes colonialistas de los funcionarios locales e incluso federales y por supuesto, de los propios líderes ladinos de las organizaciones políticas.

      3. Esta situación corresponde a diferencias culturales y de niveles de vida que se pueden registrar fácilmente según sea la población indígena o ladina.

      Así, entre las comunidades indígenas se advierten hechos como los siguientes: economía de subsistencia predominante; mínimo nivel monetario y de capitalización; tierras de acentuada pobreza agrícola o de baja calidad cuando están comunicadas, o impropias para la agricultura (sierras) o de buena calidad pero aisladas; agricultura y ganadería deficientes (semillas de ínfima calidad, animales raquíticos de estatura más pequeña que los de su género); técnicas atrasadas de explotación, prehispánicas o coloniales (coa, hacha, malacate); bajo nivel de productividad; niveles de vida inferiores a los de las regiones no indígenas (mayor insalubridad, índices más altos de mortalidad general e infantil, analfabetismo, raquitismo); carencia acentuada de servicios (escuelas, hospitales, agua, electricidad); fomento del alcoholismo y la prostitución por los enganchadores y ladinos; agresividad de unas comunidades contra otras (real, lúdica, onírica), cultura mágico-religiosa y manipulación económica (economía de prestigio) o política (vejaciones, voto colectivo). Estas manipulaciones corresponden a estereotipos típicamente coloniales, en que los indios “no son gentes de razón”, son “flojos”, “buenos para nada” y en que la violación de las reglas estrictas de cortesía, lenguaje, vestido, tono de voz por parte de los indígenas provoca reacciones de violencia verbal y física en los ladinos.

      4. Aunque el desarrollo del país, la movilización, el incremento de las comunicaciones y el mercado nacionales han permitido una salida a los mejores y más agresivos miembros de estas comunidades indígenas, y aunque una vez que visten como mestizos, hablan español y participan en la cultura nacional, las condiciones de los indígenas corresponden a los distintos estratos que ocupan en la sociedad —por lo que el problema no es un problema racial a nivel nacional— hay dos hechos que sí tienen importancia en todo México:

      b) Si todas las características anteriores, típicas del colonialismo interno, se dan integralmente en una población que sólo comprende el 10% del total —en las fronteras del México ladino e indígena—, este hecho guarda una natural interacción con el conjunto de la sociedad nacional, en la que hay un continuum del colonialismo desde la sociedad que reviste íntegramente las características de la colonia, hasta las regiones y grupos en que sólo quedan resabios y formas paralelas discriminatorias, o de manipulación paracolonialista, observable sobre todo en el terreno jurídico-político.

      Reparando en el caso de México, vemos que el colonialismo interno tiene varias funciones explicativas y prácticas, cuyas tendencias y desviaciones ameritan ser analizadas como hipótesis viables en instituciones similares:

      1. En las sociedades plurales las formas internas del colonialismo permanecen después de la independencia política y de grandes cambios sociales como la reforma agraria, la industrialización, la urbanización y movilización.


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