Mercados y bienestar. Varios autores

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Mercados y bienestar - Varios autores


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si Gray supone que el tiempo de trabajo contenido en las mercancías es inmediatamente social, está suponiendo que es tiempo de trabajo comunitario o trabajo de individuos directamente asociados. Así de hecho, una mercancía específica como el oro y la plata no podría enfrentarse a las otras mercancías como encarnación del trabajo general, el valor de cambio no se convertiría en precio, pero el valor de uso no se convertiría en valor de cambio, el producto no se convertiría en mercancía, y de este modo quedaría abolido el propio fundamento de la producción burguesa. […] Toda mercancía es directamente dinero. Esta era la teoría de Gray […]. (Marx, 1971, p. 70)[12].

      Es decir, en este caso, una idea de división del trabajo mercantil en la que se piensa que la actividad que la genera es de inmediato trabajo abstracto tendría la misma representación que la pertinente para una división planificada del trabajo, con lo cual se pierde la especificidad del mundo comercial, la existencia de los trabajos inicialmente privados.

      2. LA INEXISTENCIA DE UNA VERDADERA GÉNESIS MERCANTIL DEL DINERO

      Si la dimensión del valor precede lógicamente a la existencia del dinero, la génesis del dinero no es correcta ya que es imposible mostrar que las mercancías generan la mercancía monetaria a partir del supuesto único de las mercancías individuales. En efecto, Marx había planteado respecto a la relación entre mercancías y dinero lo siguiente:

      De lo que aquí se trata es de llevar a cabo una tarea que la economía burguesa ni siquiera intentó, a saber, dilucidar la génesis de esa forma dineraria, siguiendo para ello el desarrollo de la expresión del valor contenida en la relación de valor existente entre las mercancías: desde su forma más simple y opaca hasta la deslumbrante forma de dinero. (Marx, 1975, vol. I, p. 59).

      Esto significa que Marx, suponiendo el valor de las mercancías, intenta al final del capítulo I de El capital deducir la separación de una mercancía como equivalente monetario de las otras siguiendo la secuencia de las formas del valor (I a IV), donde el momento crucial se lograría a partir de la inversión de la forma II para generar la forma III. Sin embargo, una crítica de Benetti (1991) se aplica aquí, la cual nos permitimos resumir. En la forma I (entre dos mercancías) no existe dinero porque no se trata un dinero para todos, sino accidentalmente para una mercancía; en la forma II, según el mismo Marx, tampoco existe dinero porque cada mercancía particular es dinero, y esta pluralidad de dineros niega la unidad y unicidad del representante o equivalente general de los valores. Por tanto, si se invierte realmente la forma II, se tienen otra vez múltiples dineros y no se logra la forma III deseada por Marx, aquella donde debe existir solo un representante del valor, el equivalente general. En realidad, como lo demuestra Benetti, Marx no genera la forma III invirtiendo la forma II, sino que invierte apenas una parte de esa forma, aquella en la cual el lienzo ya es postulado como el único dinero. No se invierte la forma II para hacer aparecer el dinero, sino que se invierte porque allí el dinero ya estaba. Y si el lienzo es ya el dinero en la forma II, es también el dinero en la forma I, la inicial. Marx entonces no puede deducir de un mundo de solo mercancías sin dinero un mundo de mercancías con dinero, sino que está obligado a suponer desde la forma I la existencia del dinero, la representación de lo social frente a lo privado. En conclusión, la lógica hace ver que la teoría de Marx fracasa en deducir el dinero suponiendo el valor como realidad independiente de su representación monetaria. Por estas razones, Benetti concluye que dinero y división comercial del trabajo son dos categorías inseparables y simultáneas para la teoría corregida de la mercancía de Marx13.

      3. M-D-M NO ES EL CICLO ADECUADO PARA LA REPRESENTACIÓN DEL PROCESO ECONÓMICO DE LOS PRODUCTORES COMERCIANTES

      Tres razones nos pueden convencer de lo anterior. Primero: considerar que las mercancías solo se producen con trabajo es una idea muy inadecuada para representar la producción de mercancías, puesto que hace creer que para producir un bien en el cual se ha especializado el productor, también allí se producen sus medios de producción de tal manera que esta se puede hacer sin intercambios previos. Segundo, si cada mercancía se toma como algo que posee un valor previo y dado antes del intercambio, la circulación del valor incorporado no permite integrar en el análisis al trabajo privado y descentralizado, pues lo supone de inmediato como social y así se impide hablar de la sanción mercantil o el “salto mortal” de la mercancía, sobre la incertidumbre en la actividad del productor de mercancías. Tercero: con este esquema no podría entenderse cómo entra en el sistema comercial el dinero que debe comprar las mercancías. En efecto, si la división del trabajo es entre productores de mercancías, todos ellos entonces producen bienes particulares desplegando su trabajo, y como para todos ellos las ventas preceden a las compras, ninguno tiene dinero para comprarles los bienes a los otros productores. Marx se da cuenta de este problema e intenta resolverlo diciendo que el productor de oro, cuando se supone que esta mercancía es la dineraria, “tiene que ingresar por algún punto cualquier del mercado [y que este punto] está en su fuente de producción, donde, como producto directo del trabajo, se intercambia por otro producto laboral de valor idéntico” (Marx, 1975, vol. I, p. 133), es decir, que el productor de oro compra sin vender, mientras los otros productores compran tras vender. La condición lógica de esta solución es que el productor de oro posea el privilegio de conocer los contenidos de los valores de las mercancías normales como si poseyera una contabilidad centralizada de los contenidos trabajo de cada una de las mercancías de tal manera que pudiera hacer los intercambios iniciales entrando el dinero a la circulación para la posterior realización de las compras de los otros agentes. Otra vez, tal idea implica la hipótesis de una estructura centralizadora y omnisciente previa al mercado que conozca, como un dios omnipotente, la situación social de la división del trabajo, algo que podría remitir a una institución central y no al productor de oro descentralizado. En resumen, M-D-M debe rechazarse como dispositivo adecuado para explicar las transacciones comerciales porque no puede representar el proceso de un mundo descentralizado de mercancías, sino un mundo previamente ya centralizado donde el dinero es pasivo y solo sirve para mover lo que ya previamente está socialmente determinado.

      4. INEXISTENCIA DE LA DESCENTRALIZACIÓN DE LA MERCANCÍA

      Marx planteó (véase capítulo I de El capital) que solo en la economía descentralizada (distinta de la de Robinson Crusoe, de la economía patriarcal o de la economía planificada de una economía socialista) se tendría un sistema en el cual la relación social entre los hombres se convierte en relación entre cosas, entre oro monetario y bienes. De acuerdo con Marx, precisamente la cosificación de las relaciones (en realidad, su monetización) reemplaza otras mediaciones directas, tales como las relaciones personales, la servidumbre o el plan central del socialismo. Las relaciones sociales propias entre cosas es la relación de los bienes con el dinero en una determinada proporción, los precios efectivos de una economía de intercambios. Ahora bien, si en la explicación de la mercancía suponemos que su valor absoluto está dado por los trabajos incorporados, la contabilización centralizada del trabajo contenido en cada bien sería la verdadera mediación de la economía comercial que haría superflua la intervención mediadora del dinero. De esta manera, M-D-M resulta ser la representación de una economía planificada en la que el dinero hace circular lo que fuera de él se ha determinado como ya algo social. Es este resultado que ya Marx había encontrado en sus borradores:

      El carácter colectivo de la producción convertiría el producto desde un principio en un producto colectivo, universal […]. Sobre la base de los valores de cambio, el trabajo es puesto como trabajo general solo mediante el cambio. Sobre esta base [colectiva] el trabajo sería puesto como tal anteriormente al cambio; o sea, el cambio de productos no sería en general el médium que mediaría la participación la participación del individuo en la producción general. Es claro que tiene que haber una mediación. En el primer caso, que deriva de la producción autónoma de los individuos —aunque estas producciones autónomas


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