Género y juventudes. Angélica Aremy Evangelista García
Читать онлайн книгу.géneros, sin embargo, son aportaciones de gran valía para la construcción y uso de la perspectiva interseccional en lo juvenil. Encontramos viejos problemas con miradas frescas que orientan la agenda de trabajo, como la sexualidad, el noviazgo, el amor romántico y las violencias. Una tarea pendiente consistirá en esbozar y colaborar en líneas específicas de investigación, por ejemplo, la de estudios juveniles transgénero, transexuales, intersexo, homosexuales, bisexuales y otros, no sólo desde las caracterizaciones que otorgan las categorías sociales de edad y sexo, sino desde las prácticas juveniles, corpóreas y erótico-sexuales que dan sentido a la identificación/diferenciación, capturando así culturas desde la complejidad. Llevar el análisis a la vida cotidiana, a los territorios juveniles, como Urteaga los llama, es dar voz y sentido a los actores con quienes escribimos nuestra historia desde las visiones y sentires más subjetivos, para intentar así contrarrestar la reproducción de explicaciones y discursos hegemónicos. Si los espacios están genéricamente definidos y la sexualidad controlada, ¿cuáles son las formas de resistencia y acomodo ante estas normas socioculturales?
Comité editorial del libro Género y juventudes.
San Cristóbal de Las Casas, agosto, 2016.
I. Géneros y juventudes. Pistas para la trama de sujetos etariamente (a)sexuados
Tania Cruz Salazar
Angélica Aremy Evangelista García
Ramón Abraham Mena Farrera
…la sociedad tiene un libreto que debe ser aprendido y ese aprendizaje garantiza la reproducción de un orden de género sin fisuras (Bonder, 1998: 31).
RESUMEN: Este capítulo revisa académica y fílmicamente trabajos sobre identidades juveniles y de género a lo largo de cincuenta años. Nos preguntamos sobre cómo lo juvenil reacciona frente a los mandatos sociales y culturales desde las luchas sociales y las reivindicaciones por lo distinto y subalterno. Desde una postura crítica nos proponemos reflexionar sobre cómo el ser mujer, el ser varón, el ser joven, el ser intersexo, el ser homosexual, el ser transexual u otra identidad sexo-genérica se ha invisibilizado no sólo en lo social sino en los estudios y en la producción cinematográfica. Apostamos por un análisis que intersecte ambas condiciones para abonar a este fértil campo de estudio.
PALABRAS CLAVE: normas sociales, preceptos culturales, identidades juveniles, identidades de género.
Introducción
Con el título y la palabra “(a)sexuados” queremos mostrar nuestra crítica a la producción académica y social en materia de género y juventud, y denunciar la invisibilidad de las jóvenes en las reflexiones sociales, así como su ocasional nombramiento como personas asexuadas por el miedo a reconocer sus prácticas eróticas y libertarias. En cuanto a los jóvenes con otras preferencias sexuales, de quienes tampoco se habla mucho, la (a) previa a la palabra sexuados insiste en las innombrables formas de sexualizar los cuerpos abyectos. En este texto hacemos una revisión cronológica (1950-2007) de textos académicos apuntalada en ciertos momentos por material cinematográfico en torno a género(s) y juventud(es) con el objetivo de dilucidar las representaciones sociales que norman lo juvenil reconociendo tiempos y quiebres en la historia, suscitados por los movimientos sociales que reivindicaron el ser mujer, el ser joven y el ser otro sexo-género.1
Consideramos importante revisar los acercamientos clásicos y reflexionarlos a la luz de los procesos actuales para entender cómo las situaciones juveniles requieren de perspectivas transdisciplinarias que miren a las juventudes en sus contextos locales y en procesos diacrónicos. Estudiar las continuidades y transformaciones juveniles en relación con el género exige una postura crítica, pues vemos que los estudios de juventud poco lo han usado como unidad de análisis o perspectiva. Encontramos una desarticulada trayectoria en este sentido relacionada con la historicidad de ambos campos de estudio; esto es, a sus preguntas y prácticas indagatorias y a los entornos en los que mujeres y jóvenes articularon demandas de reconocimiento y derechos en distintas épocas.
Vemos que los estudios contemporáneos sobre juventudes manejan un lenguaje binario o hacen referencia a muchachas y muchachos creyendo hacer un análisis de carácter integrativo, obviando el género como enfoque o categoría analítica y careciendo de una metodología acorde. Las condiciones de clase y edad fueron marcajes en los análisis de lo juvenil sin ver los sistemas de opresión basados en las diferencias sexuales, en las formas desiguales de relación por género o en las normatividades corpóreas y las prácticas socioculturales inequitativas por ser mujer, varón, homosexual, intersexo, transexo o transgénero. Creemos que esto obedece a: 1) un asunto cronológico —por lo tanto, generacional— ya que el movimiento feminista antecede al movimiento estudiantil, así como los estudios de la mujer anteceden a los de juventud unos treinta años. Aunque los estudios de género más tarde empatan con los de juventud, el “supuesto” declive del patriarcalismo desde 1950 da por sentada su erosión en lo social, además de en lo académico, y se observa el desuso de las teorías del patriarcado, lo que invita a pensar en la creencia innecesaria del enfoque de género. Aproximaciones más recientes lo confirman al “no demostrar cómo las desigualdades de géneros estructuran el resto de las desigualdades, o en realidad, cómo afecta el género a aquellas áreas de la vida que no aparecen conectadas con él” (Scott, 1990 en Lamas 1996: 275). También obedece a que: 2) los estudios de juventud nacen con una visión androcéntrica, clasista y occidental (Elizalde, 2006) sin mayor reflexión sobre la composición por sexo, género, etnia, comunidad o territorio de los jóvenes. Así, el sujeto-objeto de estudio, “el/la joven”, ha sido representado bien por un varón de clase social media, principalmente urbano, con acceso a la escuela y al consumo, o por un varón de clase social baja habitante de las calles, las esquinas y las noches, ambos seres movilizados, unos incluidos en las estructuras escolares y familiares —espacios privado-público— y otros excluidos de éstos y apoderados del espacio público —la calle, la ciudad, el inmobiliario urbano—; así se establecen las grandes líneas de investigación que petrifican a los integrados o normales, los no integrados o patológicos y los alternativos —a veces productores culturales, artistas o disidentes y vandálicos—. Lo anterior marcó una línea divisoria entre las mujeres y los hombres jóvenes: ellas de inicio ausentes, invisibilizadas, después consumidoras pasivas, reproductoras de la cultura del “cuarto” (Duits, 2008) —uno de los espacios más privados en la estructura familiar—, y ellos como productores activos, hacedores de la historia juvenil documentada por los estudiosos. Esta visión binaria estigmatizó y generalizó a unas y unos, mientras que invisibilizó a otros.
Sujetos juveniles sexuados: su abordaje académico y sus correlatos en lo fílmico
Alexander (2000, en Vera y Jaramillo, 2007) observó la presencia de por lo menos dos crisis que en los años sesenta cambiarían el escenario de la ciencia social. Con la crisis de la teoría de la modernización se empezó a desconfiar de las grandes teorías que explicaban las estructuras sociales sin tomar en cuenta el horizonte hermenéutico de las acciones y significaciones humanas; y con la crisis existencial surgida de la posguerra se promovió una ciencia social que reflexionaba teóricamente sobre un mundo diferente y mejor en donde se deconstruyeran conceptos y categorías que superaran, entre otros, los posicionamientos funcionalistas dominantes. Surgió así la necesidad y el interés por estudiar los movimientos sociales del ambiente político y social en tensión, visibilizados en “las distintas revoluciones campesinas a escala mundial, los movimientos nacionales negros y chicanos, las rebeliones indígenas, los movimientos juveniles […]” (Vera y Jaramillo, 2007: 244).
Dichos antecedentes explican la reorientación epistemológica y el posicionamiento crítico ante la comprensión de las culturas y de las estructuras de dominación, un marco de producción analítica acorde con uno más de nuestros objetivos, a saber, empatar las luchas sociales —estudiantil, homófilo y lésbico-gay— con las búsquedas y lecturas alternativas.
Una de las lecturas alternativas a esta