Cómo vivir bien 100 años. Felipe Larraín

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Cómo vivir bien 100 años - Felipe Larraín


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este grupo bordea el 20% de la población total. En 2030 este porcentaje estaría en torno a un cuarto del total. Esto obviamente nos invita a estudiar con más detalle las necesidades de este grupo tan relevante. En este capítulo nos centramos en el estudio de los hábitos de consumo y de las presiones del aumento de precios que enfrenta este grupo de personas. Como se explica, es determinante conocer el costo de vida de este segmento de la población para poder mejorar las políticas públicas orientadas hacia el adulto mayor.

      Existe una diferencia significativa entre el gasto total por hogar cuando se compara hogares con personas que se encuentran en plena actividad laboral con aquellos con personas en jubiladas (cerca de 30%). Sin embargo, cuando se analiza el gasto (equivalente) por persona la diferencia se reduce a solo un 5%.

      Más allá del nivel de gasto por adulto, que puede no diferir considerablemente, lo que sí difiere es el tipo de consumo. Por ejemplo, la división de Educación representa en promedio para el total de la población un 8% de su presupuesto, motivado por el gasto que los hogares realizan desde la sala cuna hasta la educación universitaria. En tanto, en el presupuesto de los adultos mayores la educación representa menos del 1% (solo 0,4%).

      Por otro lado, la importancia en el cuidado de la salud se incrementa por el desgaste natural del ciclo de vida. Los datos reflejan que se pasa de otorgarle un 6,4% del total de presupuesto a un 12,1% cuando se llega a la vejez.

      También se encontró evidencia de la vulnerabilidad de algunos adultos mayores. En esos casos, sus bajos ingresos los obligan a sacrificar otros bienes y servicios por alimentación y servicios básicos.

      Más allá de las diferencias mostradas en las divisiones de Educación y Salud, para el grupo de adultos mayores vulnerables, las divisiones de Alimentos y Bebidas no alcohólicas y Vivienda y Servicios básicos representan una mayor importancia en la vejez. El promedio de los hogares de nuestro país gasta un 19,1% de su presupuesto en alimentación, mientras que los adultos mayores vulnerables destinan un 35,1% de sus presupuesto. De forma similar, el gasto en Vivienda y servicios básicos pasa de 13,8% a un 23,1% en los ancianos vulnerables.

      Finalmente, el ejercicio de estimación de los gastos en los 20 productos con mayor ponderación nos muestra cómo se ve afectado el poder de compra de los adultos mayores vulnerables ante variaciones de precios. Claramente los incrementos de precios en electricidad, pan y agua potable son los principales ítems que afectan el costo de vida de los más vulnerables.

      Referencias

      Centro Latinoamericano de Políticas sociales y Económicas (CLAPES UC), Informes mensuales del IPC-AM y el IPC-AMV. www.clapesuc.cl

      Instituto Nacional de Estadística (2013), Manual Metodológico, Índice de Precios al Consumidor Base anual 2013. http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/estadisticas_precios/ipc/base_2013/antecedentes_metodologicos/manual_metodologico_IPC_base_2013.pdf

      Instituto Nacional de Estadística (2013), Metodología, Séptima Encuesta de Presupuestos Familiares 2013. http://www.ine.cl/epf/

      Valdés, Gonzales y Kutscher (2016), When does redistribution to the elderly increases inequality? Documento de trabajo Clapes UC.

      1 Se optó por utilizar la escala de equivalencia uniparamétrica que emplea el Ministerio de Desarrollo Social igual a 0.7 para todos los miembros del hogar. El valor de este coeficiente puede variar entre 0 y 1. Si la elasticidad de equivalencia toma el valor 0, se supone que las economías de escala son absolutas, por lo que el indicador de bienestar utilizado es el gasto total. En cambio, cuando no existen economías de escala en el hogar, este coeficiente toma el valor 1, y el indicador de bienestar es el gasto per cápita.

      2 Fecha de cierre de este capítulo.

      CAPÍTULO 2

      El rol del Estado y del reparto en la solidaridad entre generaciones

      SALVADOR VALDÉS PRIETO

      La solidaridad intergeneracional

      Este trabajo analiza diversas instituciones sociales que ayudan a cubrir las necesidades de la tercera edad, partiendo por la familia y el esfuerzo personal de ahorro; y pasando luego al Estado y sus múltiples roles. Varias de estas instituciones contribuyen a materializar la solidaridad entre generaciones.

      La solidaridad “intergeneracional” se refiere a los apoyos mutuos entre personas de generaciones diferentes. Este concepto tiene dos dimensiones que conviene distinguir: el apoyo dado a personas en aquellas fases de la vida donde se tiene mayor debilidad, y el apoyo dado a cohortes que en su vida completa fueron infortunados, en comparación con otras cohortes.

      Solidaridad entre personas en distintas fases de la vida

      La primera dimensión incluye el apoyo que los adultos dan a sus padres o familiares en la tercera edad (Fernández y Herrera, 2015, este volumen). La cultura de muchos países con costa en el mar Mediterráneo, de la cual es heredera la cultura latinoamericana y la chilena, prescribe que la tercera edad acceda a una red de apoyo integrada en su mayor parte por sus descendientes adultos, como hijos, yernos y sobrinos (Tsani et al., 2012). Esa red proveerá tiempo, apoyo psicológico y recursos económicos a la tercera edad.

      En un ciclo de vida con tres fases –infancia, adultez y vejez– las personas primero reciben apoyo en su infancia; luego entregan apoyo a sus propios hijos infantes y, al mismo tiempo, a sus padres mayores; y por último reciben apoyo en la vejez. Según algunos autores, los padres “invierten” en criar hijos con el fin de que estos los ayuden en su vejez. Un atributo de esta perspectiva es que la unidad de análisis es una sola fase de la vida, tomada por separado, no la vida completa.

      Esta dimensión de la solidaridad encuentra un sustituto parcial en los esfuerzos personales por cubrir los gastos en la tercera edad, por medio del ahorro y los seguros: para aliviar a nuestros hijos de la obligación futura de sostenernos cuando lleguemos a la tercera edad, podemos sacrificar parte de nuestro consumo durante nuestra adultez con el objetivo de acumular ahorros y seguros que cubran una parte sustancial de nuestras necesidades en la vejez.

      Las instituciones y empresas que ofrecen medios de ahorro y seguros operan de modo impersonal; no parecen estar guiadas por la solidaridad entre generaciones. Sin embargo, los mercados de ahorro y seguros permiten a personas de otras generaciones contribuir a sostener a la tercera edad. Por ejemplo, cuando una persona de 75 años liquida parte de sus ahorros, con el fin de financiar su consumo de ese año, está apoyándose en la voluntad de otras personas, en la práctica más jóvenes, de adquirir ese activo. Esa presencia y voluntad de los jóvenes es esencial para que el ahorro personal sea efectivo. Por eso, detrás del intercambio voluntario en los mercados, en este caso un mercado de activos, existe una disposición a cooperar comerciando de buena fe y con honestidad. Así, las instituciones que sostienen el intercambio voluntario son necesarias para que este modo indirecto de solidaridad entre generaciones se materialice con éxito.

      Sin embargo, esa sustitución es parcial, y por varias razones. Primero, porque muchos apoyos en tiempo y atención no pueden ser adquiridos en un mercado impersonal, menos aún en la calidad requerida. Segundo, por la capacidad limitada de muchos de nosotros para idear, identificar e implementar un plan óptimo de ahorro personal para la vejez. La revisión bibliográfica de Valdés (2002, Cap. 3) muestra que la “imprevisión” es un fenómeno psicológico masivo: una proporción significativa de personas adultas sufre dificultades para incorporar su futura vejez a sus planes, en parte porque pensar en esa fase de la vida no es placentero para los jóvenes. Tercero, porque hay muchos casos en que el apoyo familiar falla.

      Solidaridad de vida completa en personas no contemporáneas

      La segunda dimensión de la solidaridad intergeneracional se refiere a apoyos mutuos entre personas que nunca se conocieron, y que incluso nunca fueron contemporáneas. Aunque no se conozcan, estas cohortes pueden sentirse


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