Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones. Rolf Lüders

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Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones - Rolf Lüders


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de un proceso de iniciativas descentralizadas, y en este sentido amplio, de una competencia o torneo, un proceso que, al menos en principio, registraría ganadores y perdedores, pero donde, curiosamente, ambos cumplen un rol. Gracias a los esfuerzos de todos estos actores la innovación inicial podrá ser pulida, su argumentación refinada, clarificada su relación con el stock de conocimiento existente, simplemente eliminada, etc. En rigor, se trata de un proceso que no tiene un término establecido, sin perjuicio que de facto exista en cada momento mucha teoría y conocimiento que, y para casi todos los fines prácticos, constituirá el conocimiento establecido.23

      Método económico: Hipótesis general y una ilustración

      El método económico, y aunque esto tenga mucho de simplificación, se asocia a una hipótesis de trabajo de carácter general presente en el trasfondo de teorías e hipótesis específicas; a menudo figura cerca de la superficie y en otras ocasiones está más escondida. Se trata de un instrumento diseñado para explorar y así entender comportamientos, donde estos se visualizan como el resultado de un proceso de decisión. Para visualizar el contexto y el desafío que enfrenta la hipótesis general, se recurre a la caricatura que sigue.

      Una persona va caminando por una larga calle y el observador que sigue su comportamiento desde la distancia percibe que al llegar a cierto punto ella se detiene, un contexto que aquel sintetiza en dos situaciones posibles: en cualquier momento del tiempo la persona en cuestión (i) camina, o (ii) se detiene, situaciones que el mencionado observador asocia a otras tantas interrogantes: en el primer caso ¿por qué continúa caminando?, y en el segundo, ¿por qué se detuvo? El observador es imaginativo y podrá producir una infinidad de respuestas, aunque y dada su actual posición, no ve cómo distinguir una de otra. Así, por ejemplo, se le podrá ocurrir que el caminante llegó a una esquina y que la luz roja lo detuvo (aunque no vea ni esquina ni luz). O bien, el caminante, al percatarse de la presencia de nubes amenazadoras (que no distingue el observador) se detiene para evaluar si resulta prudente volver a casa, o, quizás, para tener mejor vista de una dama que venía en dirección contraria. El punto es que tempranamente la economía comenzó a mirar el mundo en estos términos; por ejemplo, comprar un abrigo, por un lado, no comprarlo por el otro; invertir parte del ingreso en construir una casa o no hacerlo; por otra parte, enviar al hijo al colegio básico u optar por mantenerlo en casa, etc.

      La disciplina también llegó a establecer que la negativa a innovar, esto es, seguir caminando por la calle, no comprar el abrigo, no enviar el niño a básica, puede apreciarse más que en términos de una negación, como una expresión a favor de algo más bien positivo: poder observar a la dama en el caso del caminante que se detiene, eventualmente comprar zapatos en vez del abrigo, poner a trabajar al niño en casa en vez de llevarlo al colegio. El enfoque económico, entonces, observa comportamientos para luego proponer que ellos responden a una elección, es decir, a una decisión.

      Paralelamente comienza a tomar forma la idea de que tales decisiones podían ser conceptualizadas en términos de un proceso de búsqueda de algo que le interesa a todo el mundo, una ventaja personal: la del ente que decide. Entonces, y considerando que más es preferible a menos, podrá haber surgido la noción de maximizar dicha ventaja, o sea, y siguiendo con los ejemplos, el caminante se detuvo para observar a la dama por cuanto esto le genera más beneficio que, digamos, llegar a tiempo a su trabajo (no detenerse). Después de todo, un nuevo par de zapatos, podrá pensar el agente, me reporta más que el abrigo, o tener al niño en casa significaría más beneficio que teniéndolo en el colegio. En esta última circunstancia nótese que el mayor beneficio puede ser tanto el trabajo que el niño realizará en casa, por ejemplo, cuidando ovejas, las que el padre después venderá para gastarse el producto en la taberna, como también aquel en que los padres optan por no enviarlo al colegio para así educarlo en casa “como es debido”, incluso incurriendo en un sacrificio, por ejemplo reduciendo su propia jornada de trabajo, digamos en una empresa, y por ende su ingreso comercial. En este último caso, los padres valoran, o sea, derivan un beneficio personal de la educación del hijo, el que para ellos es suficientemente grande como para compensar la parte de ingreso comercial a la cual se ven obligados a renunciar por no contar con la capacidad de estar simultáneamente en casa dedicados a la educación y en la empresa dedicados a resolver temas propios de esta (ingreso comercial).

      Para incorporar al escenario el ingrediente siguiente se supone que la disciplina comienza a tomar forma solo en los últimos siglos, una ficción, por cuanto todo lo humano tiene raíces en situaciones previas. Pero el truco es útil para transmitir la idea central, esto es, que en la selección entre explicaciones competitivas para los comportamientos observados, la economía tuvo una ventaja importante, esto respecto del observador del caminante de la caricatura inicial. La sabiduría acumulada por milenios indicaba que variaciones de precio podían ser entendidas como señales de un eventual cambio de comportamiento y que tal vez una mala cosecha –caída en el ingreso– podría hacer otro tanto. Suerte, dirán algunos; ingenio para aprovechar el conocimiento acumulado, argumentarán otros, pero la cuestión es que la economía, al poder reducir el espectro de explicaciones, pudo efectivamente desarrollar teorías que “funcionaron” tempranamente, es decir, permitieron argumentar a favor de explicaciones que daban lugar a pronósticos que no resultaba demasiado difícil confirmar con nueva evidencia, una ventaja que otras ciencias sociales no tuvieron en su fase más temprana.

      El término moderno que la disciplina emplea para referirse a esta herramienta de análisis es “decisión racional”, donde el comportamiento es entendido en términos de procesos de decisión, balanceando pros y contras, esto es, costos y beneficios, haciendo esto teniendo en mente maximizar la ventaja personal, o sea, la utilidad del individuo que decide, donde esta utilidad considera el valor hedónico asociado a la decisión. En ocasiones, este instrumento analítico se conoce también como maximización de utilidad sujeto a restricciones. La manera específica de plantear el asunto dependerá del tema, del tipo de situaciones, donde comportamientos de consumo, de inversión, de producción, empleo, etc., se podrán traducir en hipótesis específicas distintas, aunque todas en su base más profunda construyen sobre la noción de decisión racional.

      A continuación se ilustra esto con un ejemplo imaginario del ámbito del empleo, pero se mencionan antes algunos aspectos relacionados o derivados de este enfoque.

      a) La disciplina, ¿cómo llega a este enfoque y no a otro? Es una interrogante para los historiadores del pensamiento, un asunto que aquí se deja de lado. En el mundo abundan las personas que claman que los individuos no son racionales, mientras otros insisten en que no es saludable ni conveniente “ser racional”. En realidad, la disciplina no postula que las personas reales son racionales; hace algo distinto: cuenta con instrumentos que se basan en esta noción y los utiliza para tratar de entender y luego predecir “lo que es”, o sea, el comportamiento de personas. En la sección 1 se discute el tema del realismo de los supuestos, y así también de la teoría, argumentando a favor de la noción de que se trata de instrumentos con los cuales se intenta ordenar impresiones y predecir. En tanto funcionen, en buena hora, algo seguramente útil se ha logrado; de no funcionar, no queda más que seguir indagando (el ejemplo de más abajo ilustra este punto). Pero funcione o no funcione el instrumento, ello no prueba la realidad o irrealidad del racionalismo en cuestión, ni si las personas son efectivamente, o no son, racionales en algún sentido.

      b) Tal vez el mayor desafío del instrumento de la decisión racional se encuentre en la configuración de la función de utilidad. Proponer que la gente maximiza su utilidad tal vez parezca una idea operacional razonable, pero en el mundo empírico esto solo adquiere sentido si el economista es capaz de identificar las cuestiones que proporcionan bienestar y aquellas que lo disminuyen (lo que nuevamente subraya la importancia de estar al tanto de la evidencia previa; ver sección 1). Enfoques más nuevos en campos como economía experimental, de análisis de cuestionarios y de enfoques que incorporan modelaciones derivadas de la psicología tienen en común en algún grado el que intentan avanzar en cuanto al contenido relevante de la función de utilidad. Si se muestran exitosos y satisfacen los requisitos ya señalados –generalidad, productividad y posibilidad de falsificar las teorías– podrá resultar que la disciplina reemplace el instrumento de la “decisión racional” o, tal vez, que lo adapte a nuevos conocimientos que surjan en el camino; por ahora solo se


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