Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones. Rolf Lüders

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Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones - Rolf Lüders


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de la Universidad de Chicago Ronald Coase. Ello además de artículos que escribió sobre el tema en revistas no especializadas como Newsweek. En el trabajo de José Miguel Sánchez se realiza una aplicación de las investigaciones y planteamientos de Friedman al análisis de los problemas medioambientales.

      Álvaro Donoso analiza algunos elementos de la reciente discusión tributaria en Chile a la luz de los planteamientos realizados por Friedman sobre la economía política de las finanzas públicas. Por su parte Jorge Selume revisa una de las batallas más interesantes que dio Friedman en la búsqueda de una sociedad libre y eficiente, cual fue su defensa del Servicio Militar Voluntario.

      Para Friedman, la libertad económica y la libertad política debían avanzar unidas. Conocidas son sus reflexiones relativas a diferentes experiencias –incluyendo la de Chile a mediados de los 70–, en las que advierte de la necesidad de acompañar una agenda de liberalización económica con otras que garanticen el pleno funcionamiento de un sistema democrático. En su artículo, Carlos Cáceres reflexiona detenidamente acerca de los procesos de transformación económica y política ocurridos en Chile en las últimas décadas, tomando como marco de referencia de su análisis los planteamientos que formuló Friedman respecto de los requisitos necesarios para construir una sociedad libre.

      Milton Friedman, un reconocimiento

      Arnold C. Harberger

      Este libro es un triple homenaje a la vida y obra de Milton Friedman. En primer lugar, varios de los autores de los artículos que le dan forma fueron sus alumnos en la Universidad de Chicago. En segundo lugar, es un hecho reconocido el que muchas de las reformas que dieron cuerpo a la transformación de la economía chilena a partir de mediados de los 70 fueron fruto del tipo de estructura analítica que propugnaba y enseñaba, y del tipo de visión del mundo que promovía. Por último, no debemos olvidar la cruz que cargó durante las últimas tres décadas de su vida. Muchas veces fue falsa e injustificablemente ligado a la represión de libertad y violaciones de derechos humanos que ocurrieron bajo el gobierno militar. La honorable y distinguida manera en que llevó esta carga merece sin duda el respeto y la gratitud que este volumen representa.

      Mi relación con Milton Friedman comenzó en el otoño de 1947 y en el invierno de 1948. Fue entonces cuando asistí a su curso de posgrado de Teoría de Precios. Esta asignatura tuvo una profunda influencia en mi formación como economista. Esta era la tercera vez que estudiaba Teoría de Precios. La primera fue el curso básico, a menudo llamado Economía 1, que la mayoría de jóvenes toma. La segunda es lo que ahora se denomina Microeconomía Intermedia. Se podría esperar que esta tercera experiencia se enfocara en giros esotéricos y adornos de fantasía, como los elegantes arpegios de un concierto de piano. Pero no. Friedman, en cambio, nos llevó a través de los principios básicos una vez más. Primero Oferta, luego Demanda, a continuación Equilibrio de Mercado, la remuneración a los factores productivos y finalmente Teoría del Capital. Aprendí mucho de ese curso.

      Una lección muy importante fue que el proceso de aprendizaje no tenía fin, pues uno regresaba a los principios básicos una y otra vez. Esta lección por sí sola guiaría prácticamente casi todo mi futuro trabajo en el ámbito de la economía. En el análisis de costo-beneficio, en los costos de eficiencia de la política fiscal, en economía del bienestar aplicada, y también –en buena medida– en la macroeconomía de economía abierta y el estudio del tipo de cambio real. En todos estos campos, mi trabajo comenzó desde los principios básicos en lugar del último grito de la literatura más reciente de los journals. Y hasta donde puedo decir, la inspiración y ejemplo para esta forma de hacer las cosas provino de las clases de Friedman.

      Diferente, pero relacionado con lo anterior, es la imagen que desarrollé a partir del curso de Teoría de Precios, pero que se prolongó por varias décadas, respecto de cómo funcionaba la mente de Friedman en lo que se refiere a la Economía. Mi percepción era que Milton tenía toda una enciclopedia en su cabeza. Pero esta no consistía en un estudio de piezas separadas, organizado desde la A hasta la Z. Era más bien como un círculo, o mejor aún, como una esfera, en la que cada uno de los puntos puede ser vinculado a todos y a cada uno de los otros puntos. Una vez más, las ideas contenidas en esta esfera fueron todas construidas sobre los principios más básicos. Y fue esto, en mi opinión, lo que constituía la capacidad de reacción casi instantánea de Friedman a cualquier observación o afirmación que tuviera algo que ver con la economía.

      En mi visión, la esfera de Friedman contenía no solo todos los trozos de teoría económica básica y sus interrelaciones, sino también muchos de los hechos o evidencia esencial para sustentar la estructura y sus diversas partes.

      Friedman creía profundamente en el método científico y enfatizaba una y otra vez en que ninguna declaración científica –afirmación sobre la manera en la que el mundo o naturaleza funciona– puede considerarse como verdad absoluta. Todos estos planteamientos pueden ser cuestionados por los datos. En este sentido, solía decir que la matemática, cuyas propuestas son de hecho irrefutables, debía ser considerada una rama de la Filosofía y no de la Ciencia. Por supuesto, Milton reconoció en la matemática una gloriosa y a menudo vital servidora de la ciencia.

      La enciclopedia interconectada que Friedman cargaba en su cabeza, junto con su increíble agilidad mental, ayuda a explicar la rapidez con que reaccionó a todo tipo de afirmaciones económicas. No importaba si era en respuesta a los estudiantes en el aula, a los asistentes a una de sus conferencias, o a un co-panelista en algún programa. En todos esos casos, solía responder con algo como: “No puede ser en serio lo que usted acaba de decir”, para posteriormente respaldar su declaración con una elegante demostración de su validez.

      Durante mi permanencia en Chicago circulaba la historia de un profesor, de otra universidad, que había trabajado la mayor parte de un año desarrollando un argumento en contra de una de las propuestas principales de Friedman. De acuerdo con esta historia, él aguardaba con interés el momento para enfrentarse a Friedman con su demostración en la próxima reunión anual de la American Economic Association. Cuando llegó esa fecha, rápidamente buscó la manera de encontrarse con él, y alegremente explicó su argumento mientras Milton lo escuchaba. Esto puede haber tomado entre diez y quince minutos. Pero cuando llegó el turno de Milton, no le tomó más de dos o tres minutos demostrarle a su contrincante que “¡no puede ser en serio lo que acababa de decir!”. Así, el rechazado profesor se retiró del encuentro, prometiendo hacerlo mejor la próxima vez. Esto dio lugar a otro año de trabajo, desarrollando un “nuevo y mejorado” argumento para demostrar la equivocación de Milton. Todo esto llevó a un nuevo encuentro el año siguiente en la reunión de la AEA, pero, una vez más, Friedman tardó solo dos o tres minutos en mostrar las deficiencias en la nueva línea de ataque del profesor.

      Esta historia, quizás apócrifa, me suena muy verdadera, y por eso me siento obligado a contarla aquí. Pero, a la vez, me deja intranquilo porque da la impresión de que Friedman se glorificaba al “dar de baja” a los que le confrontaron. Esto no calza con las muchas décadas de contacto que tuve con él. Vuelvo a Friedman diciendo: “no puede decirlo en serio”. Él nunca dijo “qué estúpido es” o su equivalente. Su respuesta era la de un maestro y amigo, suavemente tratando de llevar a su interlocutor a ver las cosas con una nueva perspectiva, en lugar de despacharlo perentoriamente de su consideración. Su objetivo, siempre y como siempre le vi, no era censurar, sino persuadir.

      Otra importante impresión de mis años en Chicago tenía relación con la forma en que Friedman creó un sólido muro de separación entre su actividad académica y su papel como líder de su generación en economía de mercado. En los dos cursos de Teoría de Precios que realicé, nunca tuvimos ni un atisbo del tono polémico de, digamos, su libro Libertad de elegir. Lo que tuvimos fue oferta y demanda y funcionamiento de los mercados. Economía del bienestar aplicada estaba ahí, ciertamente, pero solo en pequeñas dosis, y se explicaba en términos de oferta y demanda, más que en principios filosóficos. Los controles de precios eran analizados como controles de precios, no como invasión contra la libertad. El impuesto a la renta se mostraba como mejor que el establecimiento de impuestos al consumo, por cuanto permitía a los consumidores alcanzar una mayor curva de indiferencia.

      Por


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